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La literatura no es de santos ni de hombres ejemplares.

Alberto Salazar

Alberto Salazar

Siempre he pensado que uno por lo general se equivoca con los artistas de su tiempo: se les supervalora o se les denigra; y bajo esa premisa, no creo, sin embargo, estar cometiendo un error si coloco a Gabriel García Márquez y Octavio Paz (puestos su nombres en  orden alfabético)  entre los diez virtuosos  de la lengua castellana y entre los escasos novelistas y poetas y ensayistas contemporáneos cuyas obras tienen las más altas probabilidades de perdurar a través de los siglos.

Pero en estas tierras latinoamericanas, donde el éxito o la bonanza de las personas causan las más explosivas, mezquinas y masivas demostraciones de envidia, no constituye ninguna audacia desentenderme de los esfuerzos meritorios y valiosos de estos dos hombres de la América (uno colombiano, otro mexicano) que lograron  vencer la inedia del medio y la mediocridad del criterio ambiente.

Por esa razón, a pesar de no encontrarme  entre quienes pueden entrar a apreciar el valor intrínseco de la obra de estos dos artistas, no eludo la obligación de reseñar y aplaudir su vida literaria por motivo de la salud deteriorada del primero y del centenario del natalicio del segundo.

Obligación que nace de los cientos de mensajes leídos a través de las redes sociales por ocasión de estos dos acontecimientos. Desde el presidente Peña Nieto (interesado por la salud de premio  Nobel de 1982) hasta las escuelas primarias bogotanas (que saludaron el que fuera cumpleaños número cien del premio nobel 1990), muchos opinaron sobre estos dos autores, referencia obligada en el estudio del proceso creativo, pero  bajo la premisa de sus convicciones personales y políticas, y no, desde el punto de vista de su obra literaria.

En sus obras crearon nuevos mundos en los cuales mostraron los dislates, las consecuencias, las injusticias, las realidades y los lastres del primero.  Esos mundos recogen la exuberancia de las tierras americanas, sus vivencias personales, políticas, sociales, aquellas que les fueron transmitidas y vividas y que de uno u otro modo se ligaron dentro de un esfuerzo apasionado, lento y consciente de creación. Pero a mi modo de ver la primera y  más fundamental enseñanza de estos dos hombres es la que a manera de planteamiento expone Vargas Llosa en Historia de un Deicidio”, que la vocación y oficio de escritor se debe ejercer apasionadamente, como argumento básico y principal de vida, como objetivo de los mejores esfuerzos, como necesidad vital y por lo tanto imprescindible”

Sus vidas personales son controversiales desde  la óptica de  sus gustos y acercamientos al socialismo, al Castrismo, y a los grupos revolucionarios, de García Márquez; o al vituperio del izquierdismo por denunciar las violaciones a los derechos humanos de Stalin o a ese elogio desmedido que lo llevo a justificar lo injustificable, no tan inexplicable desde su ángulo, hacia Salinas de Gortari y Zedillo, de Octavio Paz. Pero  en un sano y desapasionado juicio  es fuerza reconocer lo que estos dos hombres han aportado a las letras universales.

No he sabido, ni me importa, si Marguerite Yourcenar, mi autora preferida, gastaba su dinero en causas a  favor del homosexualismo- era su natural inclinación; cosa que al procurador de Colombia no solo escandalizaría, sino  que haría enviar a la hoguera todos sus libros. Pero no hay que olvidar que los ingleses,  que han asegurado a su pueblo  un mínimo de cultura, orden y libertad,  condenaron a Wilde por su vida privada; o que, según rumores de pasillo, a Borges no le concedieron el premio Nobel por su acercamiento al régimen dictatorial de su país; o  a Charles Chaplin no lo homenajearon  a tiempo por sus cercanía al comunismo y tuvo que huir de Estados Unidos en épocas del Macarthismo.

La literatura no es de santos ni de personajes ejemplares- escribía un desconocido en su twitter-, es de hombres que inventan un país muy suyo, el de sus sueños, y donde son todos esos hombres que no lo son: el cura, el pecador, el justo, el dictador, el campesino, el travesti, la muerte, la salvación. Y es sobre ellos que se les celebra, se les alaba o se les denigra. La capacidad de provocar mediante la creación de personajes es uno de los atributos del intelectual; ellos estimulan el pensamiento y uno piensa a partir de las frases encontradas en libros leídos.

Descalificar las obras de estos personajes en razón a sus vidas intimas e ideario político es demasiado pueril y primitivo. Las novelas de “Gabo”, la poesía y prosa de Paz enriquecieron nuestro acervo cultural y se convirtieron en referencia obligada de todo el proceso creativo, el futuro y el ya decantado y plantearon rigurosos esquemas de enjuiciamiento y análisis a la literatura latinoamericana. No olvidemos que una obra de uno de ellos  “Cien años de soledad” está catalogada como la  escisión histórica de mayor trascendencia desde Cervantes, en los dominios del viejo imperio de castilla y que la poesía de Paz ,a pesar que  su sombra llega a pesar demasiado en la transparencia de  toda ella, tiene una altura universal a la que pocos han podido alcanzar.♦

Alberto  Salazar Castellanos

@laporciuncula1

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