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Yerbas Prohibidas

Nueva York entró hace unas semanas a la lista de 22 Estados norteamericanos que ya legalizaron la mariguana para fines medicinales. Pacientes con una diversidad de males que van desde el cáncer, la epilepsia o el mal de Parkinson, entre muchos otros, están siendo tratados con dosis específicas de la yerba.

                Sin embargo, no existe una evidencia científica rigurosa que nos diga que la mariguana es capaz de tratar, efectivamente, muchas de las enfermedades por las que estos Estados la han legalizado.

                Por otro lado, legisladores, casas encuestadoras y algunos que se dicen expertos en la materia, han defendido su uso sobre la base de estudios e investigaciones en animales o, de plano, en anécdotas poco serias pero que sobrecogen el corazón y crean un buen ánimo popular.

                La lista de pacientes que califican para llevar a cabo un tratamiento, varía de Estado en Estado de manera considerable. El Estado de Nueva York autoriza su uso en casos de cáncer, sida, múltiple esclerosis, también para epilepsia o Parkinson, aunque no existen pruebas contundentes de que sea útil. Se sabe que puede aliviar la náusea, aumentar el apetito y curar espasmos dolorosos, pero nada más.

                Otros Estados como Illinois la están manejando para el tratamiento de lupus, Alzheimer, colitis ulcerativa y otros raros síndromes como el de Tourette.

                “El que exista una larga lista de enfermedades no significa que exista la evidencia de que la mariguana puede aliviarlas. Es muy difícil estudiar sus efectos benéficos y no ayuda que los legisladores respondan a datos muy superficiales”, dicen doctores y profesores de la Universidad de California.

                Y más allá, algunos defensores de la mariguana reconocen que la elaboración de leyes aprobadas para legalizar la yerba, no resulta de un estudio o análisis cuidadoso del conjunto de la información médica. Y esto es así porque los legisladores se pregunta muy a menudo “¿cuánta gente enferma, en silla de ruedas, voy a tener enfrente de mi escritorio?”, según dicen los directores de Norml, un grupo nacional de defensa de la mariguana.

                El estudio e investigación de los efectos reales de la mariguana no se deben a la falta de interés científico, sino a la clasificación que le da el gobierno federal de “droga no aceptada para usos médicos”. Los científicos que quieren estudiarla deben registrarse ante la temible DEA –policía especializada en perseguir narcóticos- y ganar la aprobación del Instituto Nacional sobre Abuso de Drogas, que es la única que puede suministrar mariguana legal para su estudio o no dar el permiso.

                Y muchos doctores insisten en que la mariguana tiene “cero evidencias de eficacia” y para empeorar el asunto aseguran que “todo está manejado por autoridades regulatorias (léase, burócratas) no por juicios clínicamente sólidos”.

                Pero la fe es grande, miles de padres de niños con epilepsia intratable están presionando en muchos Estados, para incluir la mariguana legal para usos médicos. Quieren el acceso a un aceite extraído de la yerba que es rico en CBD, un ingrediente no psicoactivo que, dicen, reduce el número de enfermos.

                El gobernador de Florida, un republicano conservador, firmó la ley que posibilita el acceso de los pacientes, y señaló que “es el mejor tratamiento disponible”. Pero los expertos dicen que hasta este momento las investigaciones demuestran que no es un tratamiento efectivo en contra de la epilepsia infantil severa.

                Lo que sí está sucediendo en este debate burocrático-científico es que todavía existen prejuicios, ignorancia, retraso en investigaciones, esperanzas lógicas y mucho dolor de los que están sufriendo enfermedades que no se pueden tratar por medios convencionales.♦

Enrique Velasco*

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