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Entre el futbol: Napoleón.

calumnista

Tuve el privilegio de leer entre los descansos de este mundial de futbol que ayer concluyó, un libro titulado “Napoleón tal cual” (Rotativa, 1971), de Henri Guillemin. Y digo privilegio porque en estos  30 días anteriores, ídolos surgieron por doquier en buena parte del mundo, gracias al fanatismo que despierta entre las masas el deporte más popular en el planeta. Y de eso se trata la obra de Guillemin- no de futbol, sino de ídolos-; de un adorado emperador al que buena parte de Europa, siguió, amó, temió y aborreció: Napoleón Bonaparte. Y es imposible al terminar de leer tan buen libro no comprender que las figuras que convertimos en ídolos no son del todo perfectas; porque tanto para el emperador francés como para buena parte de los que privilegiamos con tan honroso titulo- con pocas excepciones-, todos obran en beneficio propio.

Así Napoleón, por ejemplo, quien recurrió a acciones tan deslumbrantes como la guerra para que los franceses lo llamaran tan sólo por su nombre de pila, ya que aspiraba a ser el sucesor de los reyes de Francia y a que llenaran con él toda una rutilante etapa de su historia. Un beneficio no solo para él sino que cubrió a su familia y abastionó su patrimonio en breve tiempo y con ponderable abundancia.

Napoleón recorre un amplio escenario en busca de riquezas, de fama y de gloria, dotado de un incontenible y prometeico afán de poder; como mito quedan sus intenciones patrióticas y su misión providencial de restablecer la dignidad nacional que la revolución avasallara.

Manejó argumentos de gobierno cesáreo, marcial, con un esquema piramidal inicial y básico de todas las operaciones de una nación, que por obedecerle ciegamente, se enfrentó con toda Europa en una continua, sangrienta e interminable batalla.

Guillemin desestima los meritos de la inspiración imperial del código civil, que de manera tradicional lleva su nombre, y revela cómo sus relaciones con el Vaticano, obraron sobre presiones y con intenciones nada claras.

 “No resulta nada agradable descubrir inmundo a quien se creyó noble” es frase de los prolegómenos de la obra. Desencanto diario porque todos, héroes y hombre llanos, obran más por intenciones inconfesables  e interesadas, que con la generosidad que se les atribuye.

Napoleón no podía ser la excepción. Y así lo revela esta obra apasionante que nos lleva a pensar en tanto deportista, presidentes, reyes, escritores, filósofos y estrellas de cine, televisión e internet,  que a fuerza de autoridad y de popularidad se van despojando de sus pecados de humanidad, de sus flaquezas y de sus vicios y muestran frente a las multitudes su cara irreal, tan exenta de conciencia social, pero llenas de pose y de acento en un mundo que cada día parece mas asordinado, resignado.♦

Alberto Salazar C.*

@laporciuncula1

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