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Una escalera de disparates.

Mi primer paso fue Syd Barret. Es todo lo que puedo decir para describir aquel camino que nos lleva hacia quien sabe donde. Mi segundo paso fue Frank Zappa y eso ya es decir.

La historia de Syd todos la conocen. Aquel vocalista, compositor y fundador del enorme Pink Floyd que enloqueció tras la grabación del primer LP, aquel poeta enceguecido por la esquizofrenia que traía estridentes aullidos de una vieja Stratocaster, aquel mismo jovencito al que un desconocido David Bowie vería en un programa de televisión e idolatraría como si se tratase de un mesías. Aquel jovencito al que Lennon rendiría culto y consideraría su hermano, musicalmente hablando. Aquel chico oriundo de Cambridge que tras enloquecer grabo dos de los discos mas siniestros pero profundos en la historia del rock: el inagotable The madcap Laughs y Barret, ambos de 1970.

Su primer LP para Pink Floyd, The piper at the gates of down de 1967, le convierte en una figura de culto para las bandas de la siguiente década y para los maniáticos melómanos que se comen las uñas en los recitales de rock.  ¡Un álbum psicodélico mas grande que el Sgt. Pepper and the Lonely Hearts Club Band de The Beatles en un primer intento! Unos jovencitos desconocidos ponían la bandera un poco mas alto que la bandera puesta por los monjes y ya legendarios Fab four de Liverpool. La misa acida de Pink Floyd les haría dueños y amos de la escena undreground de Londres y les conseguiría la grabación del segundo LP.

Fue Jugband blues su ultima composición dentro del grupo para el también extrañamente atormentado disco A saercefull of secrets de 1968. Tras una gira por EEUU, promocionando el primer LP, Syd había perdido el control. El abuso de sustancias psicoactivas le había desmembrado la cabeza y lo que al principio había causado una curiosa impresión en los miembros de la banda empezaba a convertirse en un verdadero fastidio. Roger Waters y la demás pandilla que componía Floyd  decidió llamar a un viejo conocido de la banda, un entrañable amigo de Syd, para calmar  un poco las cosas. David Gilmour ingresaba a Pink Floyd para colaborar en los conciertos y componer un poco mientras Syd podría dedicarse por completo a componer sin que fuese necesario repetir las vergonzosas escenas que ya se habían producido en actuaciones en vivo de la banda, o al menos eso creyeron los demás. Pero sencillamente era imposible, Syd no componía nada que pudiese publicarse, se había vuelto demasiado ambiguo y sus composiciones no eran del todo comprensibles.

A Syd le conocí por un profesor que impartía literatura en el colegio y por un viejo amigo con el que intercambiaba todo lo que encontrábamos. Al escuchar a Syd supe inmediatamente  que se había originado un desplazamiento dentro de mi. Algo había cambiado de lugar, no volvería a ser el mismo. Syd Barret había manifestado la profunda presencia de la vida en mi interior y había caminado un paso, quizá dos, hacia quien sabe que lugar. Me había movido de mi sitio original, creía, no volvería a ser el mismo. Empezaba a subir por una escalera llena de disparates.  Mi primer paso se debía a ese  chico, Roger Keith Barret, que tras enloquecer y confinarse en un sótano de su natal Cambridge, que tras varios años de ruptura con el que ahora era el mejor grupo del mundo, asistía a los estudios de grabación con la cabeza afeitada, la mirada perdida y mas del otro lado que del nuestro en 1974. Pero me referiré a dicho episodio un poco mas adelante, por ahora hablemos hablemos de sus discos.

The Madcap Laughs de 1970 es algo así como una mosca empapada que baila eléctricamente sobre unas margaritas al ocaso. Tristeza infinita contenida en una enorme y sonora carcajada. Syd del otro lado nos susurra al oído, el profeta ha pagado con su vida. No volverá nunca a este lugar, alquilara pisos enteros de prestigiosos hoteles londinenses para recluirse por semanas abastecido de golosinas, grabara nuevas composiciones que brotan de su mente enferma como trozos  de hígado enmohecido. No podrá soportar su enfermedad mental y decidirá olvidar el mundo que le aclamara durante las siguientes décadas.

Una anécdota de David Gilmour pone de manifiesto la locura intrigante del genial compositor. Reunidos para grabar el Barret, un Syd consumido por la esquizofrenia, no concluye la toma perfecta para el tema Dominoes tras varios intentos. Cansado, y un poco enfadado, Gilmour, quien en el disco lleva el rol de productor, pone la cinta de grabación al revés e indica a Syd que grabe con el disco dando vueltas en el sentido contrario. Syd graba perfectamente en una sola toma, ¡con el disco al revés! En el estudio nadie lo cree, mas de diez minutos de un tensionarte silencio invaden la sala de grabación y Gilmour no podrá olvidar dicho episodio ni deseándolo con todas sus fuerzas.

El LP es un grito de auxilio, un joven que suelta carcajadas disonantes y habla solo, que ya no brilla, que ha partido hacia quien sabe que lugar. Grita con frenesí. Las mas siniestras canciones no son mas que indescifrables gritos de auxilio contenidos en un sin fin de signos y maromas melódicas. Pero nadie te va a ayudar Syd, has visto demasiado.

Tras una temporada de reposo y sumido en el completo olvido, mientras el Dark side of the moon consolida a Pink Floyd como la mejor banda del planeta, mientras algunas  nuevas leyendas le ponen como bandera por su condición de héroe caído al que debe rendirse culto,  mientras el heavy metal prende candela a los cráneos de las nuevas juventudes, en el medio de todo este torbellino un viejo panzón se acerca a los estudios Abbey Road para charlar con la banda del momento. Nadie en el estudio le reconoce, principalmente por la enorme barriga o porque ya no lleva su grasienta cabellera, pero sobre todo porque esta completamente perdido y no es mas que un bulto de carne que ni puede sostener la mirada y que ni si quiera lleva cejas. Waters rompe en llanto y convierte todo este acero gris en una ave metálica tan brillante que deja a los hombres ciegos por décadas:  el gigantesco Wish you were here de 1974, dedicado en su totalidad al héroe perdido y fundador de la banda.

Syd me enseñó lo que ahora me parece obvio: convertirse en profeta tiene su precio, ascender no es un ejercicio sin consecuencias. Ahora que lo pienso supongo que es posible tener el rasudoque mas resquebrajado, que hay formas de poner un poco mas el cráneo en esa maquina que fabrica profetas. Deben existir músicos, leyendas y figuras de culto con baladas mas tristes que la de Syd, pero fue Syd quien pudo moverme, argumento suficiente como para dedicarle la mitad de este articulo. Ahora pasemos la hoja y vamos al otro escalón de disparates.

Frank Zappa representa uno de los iconos mas potentes de la música del siglo XX. Desde  Edgar Varese, compositor que le obsesiono desde pequeño, hasta las pandillas juveniles que inundaban las nubladas esquinas en Nueva York y cantaban Doo wop, desde Four Deuces hasta Johnny Otis, por quien se dejo el bigote, desde el blus de la costa Este hasta el country de la frontera, todo esto, se puede pensar, compone su amplio repertorio en un armario repleto de influencias que se acumulaban es un terrible caos.

Es Francesco Zappa quien dedica manifiestos explosivos a la comunidad hippie de finales de los sesenta,  a la celebración del bicentenario de la independencia de los Estados Unidos de América en los setentas y a los congresistas evangélicos que inundaron el congreso norteamericano en los ochentas. En un show televisivo, un famoso presentador norteamericano bastante conservador, famoso sobre todo por su pata de palo, le dice a Zappa, con bastante sorna por cierto: supongo que este pelo largo haría de tí una mujer, ¿no? Y este responde magistralmente: supongo que tu pata de palo haría de tí una buena mesa, ¿no?

Un Bob Dylan pasadísimo de una extraña yerba proveniente de San Francisco, un presidente que se convierte lentamente en un vegetal, la hija de un congresista norteamericano, una pequeña de 11 años, que se masturba en su habitación, un Elvis Presley convirtiéndose lentamente en una roca, una calabaza interpretando a un agente del FBI, un viejo bandolero a suelto recién salido de prisión caminando por el viejo Oeste con pistoleta en mano, una montaña apocalíptica que destruye pueblos, colegios, universidades y estaciones de policía. Todo esto reúne el catalogo de las criaturas a las que Zappa,  como un viejo hechicero, dio la vida y alimento con su música como si se tratase de un elixir legendario.   Zappa volvió a poner a temblar al mundo y me arrastro hacia una nueva compresión de la música mucho menos estructurada de lo que creí que fuese posible. Me sentí ligeramente engañado, aquel desorden de los sentidos hasta alcanzar la verdad, como  el  de Arthur y los simbolistas, no me lo ofrecía, pensé, Syd de una forma tan congruente como lo hacia Zappa. Pero esto era falso y me iba a tragar mis palabras mas adelante.

Freak out de 1966, Absolutely free de 1967 y We’re Only in It for the Money  de 1969 son todo lo que la música rock había hecho hasta ese tiempo. Reúnen si no un exacto catalogo musical de aquella década, si un bestiario muy variado en el que se recreaban toda clase de monstruos sonoros, intoxicaciones melódicas y enfermedades rítmicas que atravesaban al mundo mientras los sesentas desaparecían tras el telón. Después de los sesentas Zappa ha alcanzado un grado de inspiración tan enorme que sencillamente no puede dejar de componer y pone su vida entera en la creación de mas de 80 LP’s, en algunos casos hasta tres por año. Desde un jazz febril hasta movimientos esquizoides de orquestas sinfónicas.

Defenderá, amparado por la tercera enmienda, en los tribunales, la libre expresión de la música rock en el famoso juicio de los ochentas: la audiencia del Parents Music Resource Center, que impulsada por las ramas del poder publico en los Estados unidos, se formó con el fin de censurar portadas y letras, especialmente de Heavy metal, que fuesen sexualmente explicitas.

Para algunos como George Duke, tecladista de los Mothers of invention, Zappa sigue siendo aun incomprensible en nuestra época. Su música aun dista, con holgura, de nuestra era. Steve Vai le considero su mas grande maestro y sus primeras composiciones como solista están fuertemente influenciadas por el universo zappiano. Creo que una de las frases que puso en el escandaloso Freak out de 1966 puede definirle mejor: ¡El compositor de hoy en día se niega a morir!  Pero hay por ahí, dentro de sus discos o en su autobiografía, otras frases bastante pertinentes si tratamos de describirle: si vuestros hijos averiguaran los débiles que son en realidad, les asesinarían mientras duermen.

Zappa sacudió mi mundo. Nunca imagine que fuera posible entrelazar música experimental de lo mas extraña con discursos políticos tan contundentes sin que todo se volviese aburrido y estúpido, pero  Zappa lo hace bien, muy bien para ser sincero, y creo que pude dar un paso menos largo pero mas profundo cuando conecte mis cables al Freak out por primera vez. Si no le ha escuchado descargue alguno de sus primeros discos y déjese atravesar por esa mortal crayola.

Ahora que pienso un poco en los pasos concluyo que uno viene a moverse por algo y últimamente me ha dado por pensar que al final todo el mundo da esos pequeños pasos. Todos albergan, dentro de si, esta clase de influencias, algunos permanecerán rígidos gran parte de su vida y de un momento a otro darán un gran brinco o un pequeño salto. Es cuestión de creer si se camina por una alfombra desarrapada o por campo libre, es cuestión de descifrar si vale la pena mojarse los pies. La cosa también va por el camino que no revela realmente su rostro pues mi condición asegura, intuitivamente, que se trata de un camino horrible que aun no podría comprender, que quizá nunca pueda. Por ultimo, lo que es sin duda lo mas extraño, es  que uno trate de mantener la mirada fija en esos bailes, pasos, brincos o movimientos frenéticos, que crea la música en el corazón de los hombres sin que estos  muevan los pies. Si alguien pude mantener la vista fija en dichos bailes, le pido que me avise pues mis ojos nunca han soportado el ritmo de la sonora escalera.

*James Jacobo

*nombre de pluma

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