Un pueblo no es mortal.
“Acción a frontera: Un pueblo no es mortal”
(Intervención, inter-acción, ofrenda)
Registro fotografico, 2014.
El díptico Acción a frontera de Nicole Cuglievan reune imágenes de registro en una misma travesía, realizadas por la artista en 2014. En la primera, ella se detiene echando agua donde acaba de sembrar una planta sobre la tierra desértica alrededor de una cruz, en Caleta la Cruz, del distrito de La Cruz, en la ciudad peruana de Tumbes (cerca de la frontera con Ecuador). Históricamente, en esa ciudad, Pizarro clava la primera cruz católica “la ciudad es denominada también por ello La Cruz de la Conquista”, pero esa cruz frente al mar esta allí por otra cosa: es el signo funerario que señala el lugar donde, a fines de 1945, el abuelo materno de la artista muere como un joven militar al explotar la granada fallida que intenta quitarle a uno de sus cadetes subalternos en entrenamiento.Tomada al día siguiente, la segunda imagen es el registro de una pintada de una frase que hace parte de la carta de despedida del escritor peruano José María Arguedas antes de resolver su propia muerte (“Un pueblo no es mortal”), que la artista realiza sobre el muro en una calle de la primera ciudad de Ecuador luego del cruce limítrofe entre los dos países: un lugar que pertenece al otro borde, denominado Machala, en la Provincia El Oro. Aun cuando signada por el nombre de la provincia, la actividad económica de Machala no es minera sino agropecuaria y ha sido escenario de algunas de las luchas de la resistencia independentista de comienzos de la República.
El cruce de estas imágenes se ensambla como parte de una misma deriva y acción (la primera prevista antes del viaje, la otra entonces súbitamente programada): hay algo, en ambas, que apunta a una suerte de herencia inter-generacional y a la supervivencia de un cuerpo social que se torna casi tangible aún en el presente. Como dos colonialidades superpuestas, la Cruz de la Conquista, como punto de origen cultural y personal, se superpone a la inscripción que recuerda la pertenencia a todas las luchas pretéritas que también habitan nuestra configuración mestiza, haciendo del conflicto la tierra donde su acción coloca una suerte de semilla continua.
La obra de la artista reflexiona sobre la dependencia, la interdependencia y las independencias parciales en el contexto de nuestra crepitante y multi-confontacional América Latina que a la vez sirve de puente que conecta o se encuentra en el camino social e histórico de distintos países y el devenir posible de un pueblo que, a pesar de sus conflagraciones, sigue atravesando el trecho de una sola vía: el formato vertical de la fotografía de arriba se empalma al horizontal de la de abajo, creando nuevamente un signo de intercepción de estas rutas, como señalando la inscripción de elementos de la dominación sobre un territorio-cuerpo que va en busca de su soberanía.♦
Emilio Tarazona
Curador.