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El Hermano Ruso del General.

El mundo es un pañuelo, eso todos lo intuimos, sin embargo cada día estamos más conscientes gracias a los artilugios digitales, esos que han traído las redes sociales, mismas que se han transformado en parte del ritual diario de muchos, unos las usan para el chisme diario o para inventarse vidas que no tienen, total, luengas distancias, luengas mentiras. Otros las usan para fines más serios, como captar clientes, buscarse otro empleo mejor remunerado y hasta hacerse de una plataforma que le permita ser famoso, los menos son los que usan las redes para asuntos investigativos, ese  servicio nos pone al alcance de un click todas las publicaciones del mundo y si por casualidad no las entendemos, no importa, para eso están los traductores automáticos, una maravilla de estos tiempos.

Revisando asuntos que no me importan, por puro ocio me he tropezado con un documental sobre la segunda guerra mundial, allí aparece el presidente de la unión soviética de aquellos tiempos “José Stalin” , con su estampa de campesino terrible y sus historias de espanto, al parecer entre él y Hitler lo único que los diferenciaba era el lado del que estaban sus tropas, de resto (tengo la impresión) de que están empatados en eso de los ríos de sangre que provocaron, en el caso del ruso fue un largo periodo de sangre, antes, durante y después de la guerra, en esa otra guerra que llevó la instauración del comunismo en la mitad de Europa y que hoy, gracias al pasar de los años ya no existe.

Me llama la atención este personaje no por lo sanguinario, ni lo inteligente (que no lo era más que para matar y esa no aplica), me llama la atención es por su parecido físico con otro general pero de  más modesta factura, el General Gómez, quien gobernó al país durante más de 30 años sin que ni una vez se le escapase de las manos el poder, hasta que la muerte lo reclamó para si un día de diciembre de 1935.

El general Gómez

El parecido físico entre ambos personajes dio bastante que hablar a la muerte del dictador, pues mientras estuvo vivo era muy arriesgado decir en público cualquier cosa que pudiere ofenderlo, nadie sabía jamás quien oía tras las puertas y podías fácilmente dar con tus huesos a la cárcel por decir lo que no debías, eran tiempos de terror.

Mi abuelo contaba que su abuelo, era  compadre del padre del Juan Vicente Gómez, a veces los acompañaba a vender el café que se producía allá en las montañas andinas, como el siglo XIX tampoco era muy seguro que digamos pues siempre en alguna parte del país había guerra, los comerciantes y campesinos de la montaña preferían hacer negocios en Colombia que a fin de cuentas estaba más cerca que la capital del país.

El esquema de comercio era muy similar al de los traficantes de hoy día, enviaban un emisario al posible comprador, este tasaba un precio, se le pagaba una comisión al comandante del puesto fronterizo por donde pasaba la recua de mulas con la carga, por supuesto sin pagar impuestos ni ser requisado, al final, comprador y vendedor hacían el intercambio en algún hotel de lujo en Cúcuta, lo que invariablemente terminaba en el burdel del pueblo con mujeres y champaña incluida, todo un festín para los grandes de la zona y los extranjeros que concretaban su negocio.

Un año cualquiera, cuando Juan Vicente cumplía catorce años, su padre y mi bisabuelo lo llevaron a una de esas excursiones de venta de la zafra de café, la idea era que el muchacho, quien ya tenía arrestos de hombre de carácter pues en una pelea había matado a unos asaltantes que pretendían robar el pago de la nómina de los campesinos, ya merecía el hacerse hombre completo y debía probar mujer de pago, así no se enamoriscaba de cualquier muchacha, cosas de la época.

En la caravana iban mi bisabuelo, Don Juan Gómez (padre), su sobrino Eustoquio y el joven Juan Vicente, tardaron cuatro días a lomo de mula hasta su destino, allí se alojaron en un hotel y el padre de Juan Vicente compró entradas para el circo Ruso que estaba de paso por esas tierras, al parecer el comprador de café era el mismo dueño del circo quien quería abrirse a nuevos negocios, aprovechando que el Zar le había dado licencia pues entre las trapecistas del mencionado sitio estaba una de las amantes del mismo Zar, quien para que la Zarina no matase a su más querida amante la embarcó en ese viaje y le encargó al señor Ptrovich cuidarla, so pena de perder su vida si algo le pasaba a la joven.

Luego de la cena en la que los tres hombres bebieron copiosamente con el Ruso quien de paso les invitó un par de botellas del mejor vodka que tenía en su equipaje, se fueron a ver la función desde un palco principal, allí siguieron bebiendo  y hablando de negocios hasta que terminó la función, sin embargo contrariamente a las costumbres locales no fueron al burdel, pues el viejo Gómez se había empecinado en la rubia de ojos azules, entre vodka y dinero se enteró de la historia y valiéndose de un intérprete, ofreció plata y refugio a la joven por una noche de amor, que por supuesto se consumó, por tres noches seguidas con sus días, mientras los otros acompañantes hacían lo propio con las muchachas del burdel, solo para comprar las conciencias de los muchachos que no veían muy bien como el señor Gómez, casado y con hijos andaba de sátiro con una jovencita que bien podría ser su hija.

Una noche tocaron a la puerta del hotel, eran unos hombres altos, muy blancos que no hablaban español, los obligaron a vestirse e hicieron sus maletas, los tiraron en una carreta y los trasladaron haciendo caso omiso de protestas, los soltaron a la salida de la ciudad con instrucciones de irse para no volver en un buen tiempo, de paso les hicieron hincapié en nunca repetir lo que allí había pasado, su majestad el Zar de todas las Rusias le estará muy agradecido. Don Juan Vicente el viejo, estaba golpeado y maniatado en un montarral, primero se pensó en un robo pero nada les faltaba y hasta el dinero de la venta del café estaba intacto, el viejo apenas pudo envió a su sobrino a buscar a un ahijado suyo que estaba en el pueblo, era coronel del ejército Colombiano, este llegó acompañado de un piquete de soldados a rescatar a su padrino, una vez en el cuartel vinieron las explicaciones.

Cuenta el viejo que cuando hacían maletas, desnudos y felices, unos soldados tumbaron a culatazos la puerta de la habitación, la joven resignada se vistió de prisa, exigió a los soldados a permitir que el señor se vistiera, al instante se vio esposado y amordazado, solo escuchaba gritos en otro idioma, llantos de la muchacha y hasta el sonido de una bofetada, luego se sintió trasladado hasta el sitio donde lo encontraron, no se supo más del asunto.

El ahijado del viejo Gómez estaba al tanto, resulta que el incidente de amor del viejo se había transformado en un asunto diplomático, alguien aviso al cónsul, quien para adular al Zar, además de buscar un ascenso envió a unos emisarios de la embajada Rusa hasta Cúcuta,  por eso habían tenido chance de estar tres días juntos, el empresario (el que había comprado el café) estaba desaparecido desde entonces, el circo se fue dejando el dinero de las tres funciones que ya habían sido vendidas en su totalidad y de la muchacha nadie supo más, suponemos que está ya en tránsito hacia su país, la “querida” de un Zar no puede andar montándole cuernos a su ilustre amante, menos aun con un pueblerino, que vive en una montaña perdida de un país del que ellos jamás habían oído hablar.

Volvieron al pueblo y después nunca más se habló del asunto. En el año 1930, cuando el General Gómez ya era amo y señor de esta gran finca llamada Venezuela, recibió de manera privada la visita de una delegación del partido comunista Ruso, los enviados estaban interesados en comprar petróleo venezolano para apuntalar su industria armamentista, como ya el general se había comprometido con los norteamericanos, recibió a la delegación con toda la gentileza y la prodigalidad de aquellos tiempos, solo para negarles lo que habían venido a buscar. Al final de la velada, el embajador de aquel país, un tal Vasili Tovarich le comentó que ellos ya sabían de la negativa a la negociación, pero que la verdadera misión era otra.

El general Stalin le enviaba sus mejores deseos, además se ponía a la orden para el inmediato envío de tropas y dinero a fin de apuntalar su mandato pues para eso era la familia. Le contó la historia de la bailarina Rusa y su padre, resulta que la joven fue desterrada a Siberia donde vivió sus últimos años criando al niño que nació unos meses después, ella hábilmente había hecho creer al Zar que era hijo de él, por tanto se salvaron de la miseria, llegó la revolución y el muchacho fue apadrinado por los generales que sabían de su supuesta filiación con el difunto Zar, se suponía que si el joven llegaba a las altas esferas lograría reclamar el trono, sin embargo su madre le había dicho la verdad, pero fue hasta ahora que tuvo suficiente poder para hacer el contacto, sobre todo cuando se enteró por boca de su servicio secreto que el presidente de un país suramericano, era su hermano mayor.

Por diferentes circunstancias jamás lograron verse ambos personajes, Venezuela estaba demasiado lejos de Rusia, las distintas guerras tenían embarcado al joven general Ruso en otras cosas, pasaron apenas cinco años y Juan Vicente murió como si de un benévolo abuelo se tratase, su familia se desperdigó por el mundo, ningún Gómez estuvo preso ni su fortuna mermada,  todo fue gracias a la intervención del poderoso tío que desde las sombras siempre manejó los hilos del espionaje y la violencia.

La historia siempre uno se la tropieza sin buscarla, en mi caso aun no salgo de mi asombro pues resulta que un familiar fue testigo involuntario de un caso de la diplomacia internacional que al final no trajo mayores consecuencias para el país, pero que de no haber sido la política de aquella época tan extraña quizás la historia fuese otra y mi apellido en vez de Briceño quizás podría haber sido Zurevich o alguna cosa parecida como descendiente de una colonia Rusa, gracias a las artes galantes de un comerciante de las montañas, compadre de mi bisabuelo, que una noche conquistó a la querida de un Zar♦.

José Briceño es artista visual y profesor de lengua y literatura. Actualmente vive en Venezuela.

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