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Trabajo Cultural y máquinas inmateriales

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Matteo Pasquinelli

Traducción: Iván Ordóñez

Esta traducción se hace con autorización previa de Kurator
Texto tomado de Curating immateriality
http://www.kurator.org/publications/curating-immateriality/

“Las máquinas técnicas, obviamente, sólo funcionan si no están fuera de servicio. Las máquinas deseantes -por el contrario- se estropean continuamente mientras corren, y de hecho sólo corren cuando no están funcionando correctamente. A menudo el arte se aprovecha de esta característica creando verdaderas fantasías colectivas en las que la producción deseante se utiliza para cortocircuitar la producción social e interferir con la función reproductiva de las máquinas técnicas mediante la introducción de un elemento de disfunción. (Deleuze y Guattari, 1972: 31) ¿Qué es el trabajo inmaterial? ¿Qué produce el trabajo cultural? ¿En dónde trabaja el llamado “intelecto general”? Tomemos el ejemplo de la máquina de cigarrillos. La máquina que usted ve es la personificación del conocimiento científico en componentes de hardware y de software, generaciones de ingeniería estratificadas para uso comercial: ésta gestiona automáticamente los flujos de dinero y los commodities, sustituye a un ser humano con una interfaz fácil de usar, defiende la propiedad privada, funciona sobre la base de un mínimo de control y de la rutina de reposición de existencias. ¿A dónde ha ido el vendedor de tabaco [tobacconist]? A veces disfruta de su tiempo libre. En otras ocasiones, la empresa propietaria de la cadena de distribución lo ha reemplazado. En su lugar uno a menudo se encuentra con el técnico [technician]. Lejos de emular el “Fragmento sobre las máquinas” de Marx de los Grundrisse (1973 [1939]), con una especie de “Fragmento sobre las máquinas de cigarrillos”, este ejemplo es una demostración de cómo las teorías posfordistas viven a nuestro alrededor y que las máquinas construidas por la inteligencia colectiva están orgánicamente encadenadas a los flujos de la economía y de nuestras necesidades . Del mismo modo este ensayo introduce el concepto de trabajadores de la cultura como productores de “máquinas”. Si es fácil imaginar que la inteligencia colectiva se encarna en las máquinas materiales, ¿cómo podemos pensar en un producto cultural como una especie de “máquina inmaterial”? Y ¿cuál es el papel del trabajo cultural en relación con la creación diaria de las redes mundiales del llamado trabajo inmaterial?1. Empecemos una revisión geopolítica e histórica de la producción cognitiva siguiendo el concepto marxista de intelecto general [general intellect].

Desde los Grundrisse de Marx el concepto de intelecto general se ha convertido en el centro de los debates en torno a la economía del conocimiento [knowledge-based economy], la sociedad de la información, el capitalismo cognitivo, el trabajo inmaterial, la inteligencia colectiva, la clase creativa, el cognitariado [cognitariat], el intercambio de conocimientos, el posfordismo y más. En los últimos años el léxico político se ha ampliado para incluir herramientas críticas entrelazadas que volteamos en nuestras manos preguntándonos acerca de su utilidad exacta. En aras de la simplicidad, sólo dimos cuenta de los términos que heredaron un acercamiento Ilustrado, especulativo, angelical [angelic] y casi neognóstico [neognostic]. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja y esperamos que surjan nuevas formas de emerger y de reclamar roles que -dentro del mismo campo- han sido asumidos por el deseo, el cuerpo, la estética, la biopolítica. Recordamos también el argumento de los trabajadores cognitivos vs los trabajadores precarios, dos caras de la misma moneda que los precognitivos [precogs] italianos de Chainworkers.org, los organizadores de la Jornada Euro May Day, describen de la siguiente manera: “los trabajadores cognitivos son networkers, los trabajadores precarios están conectados en red [networked], los primeros son brainworkers, los últimos chainworkers: los primeros, seducidos y luego abandonados por las empresas y los mercados financieros, los últimos arrastrados hacia ellos y flexibilizados por los flujos de capital global “2. Más que de “intelecto general” deberíamos hablar de intelectos generales. Hay múltiples formas de inteligencia colectiva y también hay un lado oscuro del trabajo inmaterial. Algunos tipos de inteligencia colectiva pueden convertirse en sistemas totalitarios, tales como la ideología militar-administrativa de los neoconservadores [neocons] o del imperio Microsoft. Otros pueden ser incorporados en las burocracias socialdemócratas, en el aparato [apparatus] de control policial, en las matemáticas de los especuladores del mercado de valores, en la arquitectura de nuestras ciudades a medida que caminamos todos los días sobre concreciones de inteligencia colectiva. En las distopías de películas como 2001 Odisea en el Espacio de Stanley Kubrick (1968) y The Matrix de los hermanos Wachowski (1999), el cerebro de las máquinas evoluciona en autoconciencia hasta el punto de deshacerse de lo humano. Las inteligencias colectivas “buenas”, en cambio, producen redes internacionales de cooperación, como la red del movimiento global, de los trabajadores precarios, de los desarrolladores de Software Libre, de activismo mediático. También producen el intercambio deconocimiento en las universidades, licencias abiertas de Creative Commons y planificación urbana participativa, narraciones e imaginarios de liberación. Desde una perspectiva geopolítica nos podemos dibujar en la paranoia de ciencia ficción de Philip Dick: la Tierra es dominada por una sola Inteligencia, pero dentro de ella se desarrolla una guerra entre dos Organizaciones de intelecto general, opuestas pero entrelazadas.

En tal escenario, no podemos considerar el trabajo cultural como algo neutral. Sin embargo, esto no se debe a una decisión política: el trabajo cultural ha cambiado desde el marco del siglo XIX que lo concibió. Como recuerda Paolo Virno en su libro Gramática de la Multitud (2003) (siguiendo La condición humana de Hannah Arendt, 1958), tres tipos de acción, bien separadas en el siglo XIX – Trabajo, Política e Intelecto – están ahora integradas en una misma actitud y son centrales en cada proceso productivo. Para trabajar, hacer política, producir, trabajar en o hacer arte hoy en día, se necesitan competencias híbridas. Con respecto a Virno, integramos el intelecto al arte y preferimos hablar de Trabajo, Política y Arte (incluyendo cualquier tipo de actividad creativa bajo el término Arte). Esto significa que todos somos trabajadores-artistas-activistas, pero también significa que las figuras del militante y del artista son superadas y que tales competencias sólo se forman en un espacio común que es la esfera del intelecto colectivo. El trabajo cultural no es “políticamente” neutral desde este punto de vista teórico, ya que no es posible distinguirlo de la esfera colectiva del Trabajo-Política-Arte. Si realmente queremos enmarcar el trabajo cultural desde la perspectiva de la escuela del trabajo inmaterial, tampoco hay que olvidar la genealogía y el fuerte legado político de este concepto. Detrás del poderoso motor concepto de la escuela franco-italiana del trabajo inmaterial, nos encontramos con la historia del operaismo italiano (obrerismo) 3, que siguió a la evolución de las condiciones laborales de la fábrica fordista a la “fábrica social” posfordista . El giro lingüístico del pensamiento post-operaista italiano se generó en dos revistas, la Comune Luogo italiana y la Antérieur Futur francesa en los años 90, diez años antes de que fueran publicados Gramática de la Multitud de Virno (2004) e Imperio de Hardt y Negri (2000 ), por citar sólo los bestsellers. Hoy, como entonces, estamos en busca de un nuevo agente colectivo y un nuevo punto de implementación de la oxidada palanca revolucionaria . El éxito del concepto de multitud4 (introducido en la obra de Negri, Virno y muchos otros pensadores franceses e italianos) también refleja la desorientación actual.

El pensamiento crítico busca continuamente forjar al actor colectivo que puede encarnar el espíritu de la época [zeitgeist] y podemos volver atrás a la historia reconstruyendo las formas fundamentales de cada paradigma de acción política: el agente social más o menos colectivo, la organización más o menos vertical, la meta más o menos utópica – el proletariado y la multitud, el partido y el movimiento, la revolución y la auto-organización. Los acontecimientos de 1977 (el año de los movimientos de protesta en Italia y el movimiento punk en Europa) sancionó el fin del paradigma “revolucionario” y el comienzo del “movimiento”, la apertura de nuevos espacios de conflicto en los campos de la comunicación , explorando medios de comunicación autónomos y la producción de una imaginería alternativa. La figura social de “trabajadores de la cultura” también surge del underground de los años 1960 y 1970. Hoy estamos descubriendo que el “movimiento” como formato necesita superarse, a favor de la “red”. En el imaginario actual del intelecto general parece ser el agente colectivo; su forma de ser, la red; su objetivo, crear un plano de auto-organización, su campo de acción, el capitalismo cognitivo espectacular biopolítico. ¿Cómo llegamos a este punto? Estamos en el punto de convergencia entre diferentes planos históricos: la herencia de las vanguardias históricas en la síntesis de la estética y la política; las luchas de 1968 y 1977, que abrieron nuevos espacios de conflicto fuera de las fábricas, y dentro del imaginario y de la comunicación; la hipertrofia de la sociedad del espectáculo y de la economía del logo; la transformación del trabajo asalariado fordista al trabajo precario autónomo posfordista; la revolución informativa y la aparición de Internet, la economía y la sociedad en red, la utopía giró hacia la tecnología. Algunos perciben el momento actual como una red mundial viva, otros como una nube borrosa, algunos como una nueva forma de explotación, otros como una oportunidad. Hoy la densidad alcanza su masa crítica y forma una clase radical global en la intersección del activismo, la comunicación, las artes, las tecnologías de red y la investigación independiente. ¿Cómo considerar el papel del trabajo cultural en este contexto?

En una fábula paranoica diferente, nos imaginamos que la tecnología es la más reciente adición a la serie de agentes colectivos generados por la historia, como en una muñeca matryoshka : religión – teología – filosofía – ideología – ciencia – tecnología. Esto quiere decir que la historia del pensamiento se estratifica en tecnologías de la información y de la inteligencia, aunque sólo nos recuerda el último episodio de esta serie, es decir, la red que encarna los sueños de la generación política anterior. Hoy, como en el pasado, la tecnología sigue siendo una metáfora principal para el trabajo intelectual y cultural. Hay una metáfora hegemónica recorriendo la crítica de medios y la cultura de la red, la curaduría y el mundo del arte: es el Software Libre. La escuchamos citada al final de cada intervención que plantea el problema de qué se va a hacer (pero también en artículos de marketing estratégico), mientras que la metáfora gemela del Código Abierto [Open Source] contamina todas las disciplinas: arquitectura de código abierto, literatura de código abierto, democracia de código abierto, ciudad de código abierto y así sucesivamente. Los software son máquinas inmateriales. La metáfora del Software Libre es tan simple por su inmaterialidad que a menudo falla en entrar en conflicto con el mundo real. Aunque sepamos que es una cosa buena y justa, polémicamente nos preguntamos: ¿Qué cambiará cuando todas las computadoras en el mundo trabajen con software libre? El aspecto más interesante del modelo del Software Libre es la inmensa red cooperativa que crearon los programadores en una escala global, pero ¿a qué otros ejemplos concretos podemos hacer referencia a la hora de proponer nuevas formas de acción en el mundo real y no sólo en el ámbito digital? En 1970 Deleuze y Guattari, con su libro El Anti-Edipo, tuvieron la intuición de lo maquínico, una introyección/imitación de la forma industrial de producción. Finalmente un “materialismo de los flujos “se refería a máquinas deseantes, revolucionarias, célibes, de guerra, en lugar de representativas o ideológicas. Deleuze y Guattari sacaron la máquina de la fábrica, ahora nos toca a nosotros sacarla de la red e imaginar una generación post-internet. El trabajo cognitivo produce máquinas de todo tipo, no sólo software: máquinas narrativas, máquinas publicitarias, máquinas mediáticas, máquinas que actúan, máquinas psíquicas, máquinas sociales, máquinas libidinosas. En el siglo XIX, la definición de máquina se refiería a un dispositivo de transformación de energía. En el siglo XX la máquina de Turing – el fundamento de toda la informática – inicia la interpretación de la información en forma de secuencias de 0 y 1. Para Deleuze y Guattari, por otra parte, una máquina deseante produce, corta y compone los flujos y, sin descanso, produce lo real.

Hoy en día entendemos por máquina la forma elemental del intelecto general, cada nodo de la red de la inteligencia colectiva, cada dispositivo material o inmaterial que articula orgánicamente los flujos de la economía y de nuestros deseos. En un nivel superior, la red puede en sí ser considerada como una mega-máquina de agenciamiento de otras máquinas, e incluso la multitud se vuelve maquínica, como escriben Negri y Hardt: “La multitud no sólo usa máquinas para producir, sino que deviene cada vez más maquínica en sí misma, así como los medios de producción están cada vez más integrados a las mentes y los cuerpos de la multitud. En este contexto la reapropiación significa tener libre acceso y control sobre el conocimiento, la información, la comunicación, y los afectos, ya que estos son algunos de los medios primarios de la producción biopolítica. El hecho de que estas máquinas productivas hayan sido integradas a la multitud no significa que la multitud tenga control sobre ellas. Más bien, hace su alienación más cruel y perjudicial. El derecho a la reapropiación es realmente el derecho de la multitud al autocontrol y a la autoproducción autónoma”(2000: 424). En otras palabras, en el postfordismo la fábrica ha salido de la fábrica y el conjunto de la sociedad se ha convertido en una fábrica. Una multitud ya maquínica sugiere que la subversión actual del sistema productivo en un plano autónomo podría ser posible en un instante, desconectando la multitud del comando del capital. Pero la operación no es tan fácil en los términos tradicionales de la “reapropiación de los medios de producción”. ¿Por qué es este el caso? Si bien es cierto que hoy en día el principal medio de trabajo es el cerebro y que los trabajadores pueden inmediatamente reapropiarse de los medios de producción, también es cierto que el control y la explotación de la sociedad se han vuelto inmateriales, cognitivos y en red. No sólo ha crecido el intelecto general de la multitud, sino también el intelecto general del imperio. Los trabajadores, armados con sus computadores, pueden reapropiarse de los medios de producción, pero tan pronto como salen de sus escritorios tienen que enfrentarse a un Godzilla que no habían previsto, el Godzilla del intelecto general del enemigo. Las meta-máquinas sociales, estatales, económicas -a la que los seres humanos están conectados como apéndices- están dominadas por automatismos conscientes e inconscientes. Las meta-máquinas están gobernadas por una clase particular de trabajo cognitivo que es el trabajo administrativo, político y de gestión, que realiza proyectos, organiza y controla en gran escala: una forma de intelecto general que nunca habíamos considerado y en la que la figura central en la segunda mitad del siglo XX era la del administrador [manager].

Como George Orwell nos recuerda, en nuestro mundo post-democrático (o si lo prefiere, en el imperio) los administradores [managers] se han apoderado del comando: “El capitalismo está desapareciendo, pero el socialismo no lo está sustituyendo. Lo que ahora se plantea es un nuevo tipo de sociedad planificada y centralizada que no será ni capitalista ni, en cualquier sentido aceptado de la palabra, democrática. Los gobernantes de esta nueva sociedad será la gente que efectivamente controlan los medios de producción: es decir, ejecutivos, técnicos, burócratas y soldados, agrupados juntos por Burnham, bajo el nombre de gerentes [managers]. Estas personas eliminarán la vieja clase capitalista, aplastará a la clase obrera y así organizara a la sociedad de manera que todo el poder y privilegios económicos permanezcan en sus propias manos. Se abolirán los derechos de propiedad privada, pero no se establecerá la propiedad común. Las nuevas sociedades de gestión [managerial societies] no estarán formadas por un mosaico de pequeños estados independientes, sino de grandes super-estados agrupados en torno a los principales centros industriales de Europa, Asia y América. Internamente, cada sociedad será jerárquica, con una aristocracia del talento en la cima y una masa de semi-esclavos en la base” (1946). El trabajo inmaterial está en todas partes y en ocasiones la frontera entre los tecno-administradores [techno-managers] de Orwell y los trabajadores creativos se hace borrosa. No odie a la máquina, sea la máquina. ¿Cómo podemos convertir el intercambio de conocimientos, las herramientas y los espacios, el trabajo inmaterial y el trabajo cultural en nuevas máquinas productivas radicales revolucionarias, más allá del inflado Software Libre? Este es el desafío que alguna vez se llamó la reapropiación de los medios de producción. ¿Podrá la clase radical global inventar máquinas sociales que puedan desafiar el capital y funcionar como planos de autonomía y autopoiesis? ¿Están las máquinas radicales que son capaces de hacer frente a la inteligencia técnico-gerencial y las meta-máquinas imperiales alineadas tal cuales son? ¿Cómo empezamos a construir estas máquinas?♦

Iván Ordóñez colabora con Interference desde 2014.

 

Notas (en inglés)

1. The idea of immaterial labour comes to be theorised as a result of the changes in the mode
of capitalist production identified as post-Fordism. The Italian tradition of operaismo links the notion of immaterial labour to the move from Fordist to lean production, or Toyotism, where prior to being manufactured a product must be sold. More specifically defined, immaterial labour refers to two different aspects of labour. According to Maurizio Lazzarato: [1] ‘As regards the “informational content” of the commodity, it refers directly to the changes taking place in workers’ labour processes in big companies in the industrial and tertiary sectors, where the skills involved in direct labour are increasingly skills involving cybernetics and computer control (and horizontal and vertical communication).’ [2] ‘As regards the activity that produces the “cultural content” of the commodity, immaterial labour involves a series of activities that are not normally recognised as “work” – in other words, the kinds of activities involved in defining and fixing cultural and artistic standards, fashions, tastes, consumer norms, and more strategically, public opinion.’ The idea that immaterial labour directly produces the capital relation – something that material labour covertly did – changes the phenomenology of capital. Immaterial workers are primarily producers of subjectivity. ‘If production today is directly the production of a social
relation, then the ‘raw material’ of immaterial labour is subjectivity and the “ideological”
environment in which subjectivity lives and reproduces. The production of subjectivity ceases to be only an instrument of social control (for the production of mercantile relationships) and becomes directly productive, because the goal of our post industrial society is to construct the consumer/communicator – and to construct it as “active”. Immaterial workers (those who work in advertising, fashion, marketing, television, cybernetics, and so forth) satisfy a demand by the consumer and at the same time establish that demand.’ (1996: 133)
2. Chainworkers, Il precognitariato. L’europrecariato si è sollevato (2003) <http://www.
rekombinant.org/article.php?sid=2184>. See also <http://www.chainworkers.org&gt; and <http://www.inventati.org/mailman/listinfo/precog&gt;.
3. According to François Matheron: ‘Italian theoretical and political movement, operaismo
was fundamentally active during the 60s and the beginning of the 70s. In an epoch where the worker movement in crisis was dominated by excessively “ideological” debates, operaismo was characterized essentially by proposing a “return to the working class”. It is characterized by 1. A method: we too have considered in first place capitalist development, and only afterward the workers struggles. This is an error. It is necessary to invert the problem, change the sign, and begin again, and the beginning is the struggle of the working class. (Mario Tronti) As such, not only is class struggle the motor of history, but rather, above all, the relation is asymmetric. It is the movement, always visible, of the working class that explains those of capital and of capitalist society, and not the inverse. This abstract idea acquires its meaning with the introduction of the concept of class composition. The working class is not a mythological notion, but rather a historically constructed whole. Technical composition: analysis of the labor process, of the technology, not in sociological terms but rather as sanction of the relations of force between classes. Example: fordism and taylorism embody the principle of eliminating the resistance of the workers and their unions imposing a new type of work. It makes sense, then, to analyze in detail the labor process, its modifications, in order to understand what “class struggle” means: there has never been more Marxist “evidence”. Political composition: inside the working class certain fractions play a minor political role. The working class is not content with reacting to the dominion of capital, it is immersed continually in the process of political recomposition, and capital is obliged to respond with a continual restructuration of the labor process. It makes sense, as such, to analyze this political recomposition, the cycle of struggles. 2. A global point of
view: from the first texts of Raniero Panzieri attention is centered on planning. Capital acquires more relevance as a social power that tries to control the movements of the class, than as private property. From here there arises a new vision of the State: no longer is it the simple guarantor, but rather the organizer of exploitation, intervening directly in production. The form of the state is a consequence of the class composition. Antonio Negri can thus demonstrate that the ‘keynsian’ state, and, in general, that what he calls the “planner state” is nothing other than the insertion of the October Revolution into capitalist development: workers power is considered as independent variable. 3. A political movement: if the working class is the motor for capitalist development, it can equally be, and is, a force of rupture. In a period of apparent reflux, in which one can speak of a working class will to integration, the operaists preached, and tried to organize, new struggle impelled by a new figure the “mass worker”, the nonqualified worker in the large factories. Struggles for wage equality, not as corporatist claims but rather as political forces of rupture capable of blocking the system and augmenting workers power. The movement of ’68 would be perceived as confirmation of this thesis. There exists the possibility of rupture, and as such the construction of communism (against socialism, the new form of development); but also the state can equally impose its restructuration, once again transforming the workers struggles into simple motors for development. 4. A movement in History: the will to organize the movements in open conflict with the traditional worker movement provoked a rupture in the Quaderni Rossi (the originary journal of this tendency), lead by Panzieri: in 1964 the periodical Classe Operaia was born, animated by Mario Tronti, Romano Alquati and Antonio Negri, among others, from which a part of the group separated in 1966, led by Mario Tronti, that would end up entering into the PCI. After 1968, the group Potere Operaio would be one mode of inheriting the earlier tendency; its self-dissolution in 1973 signaled the appearance of the “workers autonomy”. Negri would elaborate the theory of the “social worker” as new figure of a working class that had ceased to be concentrated in the large factories and had come to be distributed in a more diffused form in the totality of the territory, with the concept of productive work adopting a greater extension, and the State converting itself into the principle direct enemy. But that is already another story.’ (1999)
4. See the French magazine Multitudes <http://multitudes.samizdat.net&gt;.

Referencias (en inglés)

Chainworkers.org <http://chainworkers.org&gt;.
Gilles Deleuze & Felix Guattari (1972) L’anti-Oedipe, Paris: Les Éditions De Minuit.
Michael Hardt & Antonio Negri (2000) Empire, Cambridge MA: Harvard University Press.
Maurizio Lazzarato (1996) ‘Immaterial Labour’, in Paolo Virno & Michael Hardt (eds.) RadicalThought in Italy: A Potential Politics, Minneapolis: University of Minnesota Press.
François Matheron (1999) ‘Operaïsme’, in Gérard Bensussan & Georges Labica (eds.)
Dictionnaire critique du marxisme, trans. Nate Holdren, Paris: Quadrigue – Presses Universitaires de France.
Karl Marx (1973 [1939]) Grundrisse, London: Penguin Books.
Multitudes <http://multitudes.samizdat.net&gt;.
George Orwell (1946) Second Thoughts on James Burnham, [pamphlet] London.
Paolo Virno (2003) A Grammar of the Multitude, New York: Semiotext(e).
Paolo Virno & Michael Hardt (eds) (1996) Radical Thought In Italy: A Potential Politics,
Minneapolis: University of Minnesota Press.

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