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Llegó diciembre, con su alegría

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Nos imponemos la alegría como elemento indispensable para la supervivencia. Nos obligamos a alegrarnos, nos negamos la tristeza, nos negamos el conmovernos hasta las lágrimas. Ya nadie llora viendo telenovelas, imposible llorar con ellas, para eso tenemos los noticieros. Pero ya no lloramos con las noticias, porque tanto llanto nos ocuparía todo el día. Con el pretexto de las cebollas tal vez nos permitamos el lujo de dejar caer una que otra lágrima en la sopa.

¿Valdría la pena un diciembre luctuoso?, ¿Valdría la pena apagar las fiestas, para más bien, sentarnos a reflexionar sobre lo que estamos siendo? Pudiéramos llorar un rato,llorar mucho,llorar a Yuliana,  llorar a Rosa Elvira, llorar a Dora Lilia, llorar a los hijos de las madres de Soacha, llorar tanta atroz muerte, sentir vergüenza. Pudiéramos permitirnos una tristeza profunda, un genuino dolor que nos mueva, que nos despierte y nos haga por fin querer cambiar esto que somos.

La vida sigue, nos imponemos la alegría, mucho más que la paz. O nos la han impuesto, al fin y al cabo, la gente alegre, la gente feliz, es gente productiva y no se queja. Poco nos importa alcanzar un estado de calma, mirar, a través de la ventana, para conmovernos de luz con los niños que juegan o mirar, a través de la ventana, para conmovernos de rabia por los que son aniquilados. No, eso no nos está permitido, eso nos ocuparía mucho tiempo. Y el afán es ser un país alegre y pujante. Nos importa la alegría y tanto, que antes de encontrar la causa de los dolores, como individuos, elegimos el Prozac, el Ativán, o el aguardiente y como sociedad, el reguetón o los deportes en televisión. Cualquier cosa que nos haga sonreír, cualquier placebo para generar una emoción falaz, y continuar animadamente, produciendo.

A pesar de todo, sigue viva en muchos la esperanza de sembrar, de contagiar compasión.Compasión que surja de contemplarnos un momento, que surja de una pausa entre tantas frenéticas y falsas alegrías, que nos permita curarnos un poco. La esperanza, desde nosotros, desde  IC, está en conmover desde el arte. Quisiéramos hacer más, quisiéramos que las manos nos alcanzaran para hacer la justicia, pero solo contamos con esta  utilidad de lo inútil,  con esta utilidad del arte para conmover. No deseamos alegría en este diciembre, deseamos más bien, paz,respeto,com-pasión para todas, y para todos.♦

 

Diana María Vega.

 

Diana María es editora y colaboradora de Interference Channel

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