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El primer noqueo de María Paula La Rotta al machismo.

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Hay una cosa de la que estoy convencida, es de las cosas en las que más creo en esta vida y es que promover el feminismo  – o como los menos instruidos dirían, la equidad de género -, es indispensable para garantizar una sociedad más equitativa, sana y justa. El comportamiento machista está inserto en nuestra cultura como aceite quemado en el metal, como una costra pegajosa que permanece y curte nuestra sociedad.

El caso del momento que refleja esta realidad es el María Paula La Rotta, quien al llegar al ciclo naranja de la violencia de género tuvo la valentía de denunciar y de permitir que se haya hecho  público su caso, dando un golpe certero a la invisibilización de la violencia dirigida a la mujer y demostrando que la violencia de género es como las enfermedades: no respeta gustos, ni niveles de educación ni estratos.

La historia tal vez ya la conocen. Parafraseando un amigo “El sociólogo resultó sociópata”. Pero este sociópata y el resto de maltratadores no se formaron solos. Los formó una sociedad machista.

Y el problema no está en que los hombres sean “los machos”, el problema es ese daño sutil que crea la burla, el señalamiento, la discriminación que hay detrás de todo esto.

¿Cómo se da ese daño? Pongamos unos ejemplos: abrimos nuestro Facebook y encontramos cosas tan dicientes como que una mujer bonita debe oler a perfume y no a cigarrillo. ¿Entonces las menos agraciadas si? Encendemos la radio y escuchamos una guapachosa canción que dice: “mujer que no joda es macho” y si vas por la calle en el bus escuchas ese tipo de comentarios subidos de tono que dicen que la posición en que mejor se ve una mujer es con la cara entre las piernas.

Esto entre otras cosas que son tan cotidianas, tan irrelevantes, pero que van formando parte del modo de pensar de la gente, generalizando la idea de que a las mujeres no es necesario que se las respete, que son un elemento decorativo y de diversión que no hay que tomar en serio. Esta idea que a mi juicio debería escandalizarnos, pues es degradante que veamos a las personas como elementos quitando de ellas su parte humana; por el contrario nos divierte y la toleramos casi que con los brazos abiertos.

Es esta incipiente e inofensiva manifestación del machismo la más nociva por dos motivos: El primero es que consigue relativizar e ignorar el entorno femenino y lo concerniente a sus necesidades humanas. Y segundo, al ser una manifestación no dirigida hacia alguien específico no se puede tomar como un signo de violencia sino como “una bromita”, ¿Y quién no se aguanta una broma?

Ahí tenemos el pilar de la violencia psicológica: Que admitamos y toleremos invisibilizar las ofensas referentes al género, que no nos parezca que esté mal algo que no debe rebasar nuestros umbrales de tolerancia, y finalmente, que sigamos tan asombrados viendo cómo somos golpeadas por nuestros novios,  aterrorizadas, torturadas, violadas y asesinadas sin la posibilidad de que podamos pedir justicia porque: “¡Es que la que alega es una vieja y las viejas joden por todo!”.♦

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