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Volver a interferir

D solo 2

Es natural pensar las artes visuales y la producción cultural dominante como un lugar público, de intercambio amplio y de encuentros libres entre individuos de diversas procedencias. Pero en realidad no, estos espacios son poseídos por narrativas privadas y por grupos cerrados que lo que más hacen es controlar el ambiente y distribuir sus miradas sin ningún tipo de programa o control. Repetimos a diario las estructuras tradicionales, el lenguaje formal, el código cerrado y la jerga de grupo son un aliado perfecto para eso.

Hoy hablar de vanguardia es un poco ridículo, es un poco romántico, en realidad el concepto se perdió hace unas décadas y la realidad es que no retorna. Si paseas un poco por las galerías y ves lo que se está presentando, en general son agobios desesperados de artistas que quieren decir algo, que parecen comunicar algo, pero que en realidad no tienen discurso, no tienen argumentos, no dicen nada.

Esa crisis conceptual unida a otras crisis en el arte como los mercados: la sensación de que termina un artBo y fue lo mismo que el anterior, que la única diferencia con una feria del millón o con un Odeón es el lugar en que ocurre, pero que la propuesta es la misma o más bien: la No propuesta es la misma.

En otro lugar hablaba del papel de FLORA y su rol en la educación artística, en la academia y como las voces importantes del arte hoy en día no quieren o no tienen nada que comunicar.

Yo veo cosas como El Validadero o la Escuela Flora y pienso que son síntomas de esa enfermedad postmodernista de no saber para donde ir, son esas desconfianzas hacia la academia, hacia las instituciones, hacia las tradiciones, pero desconfianzas apenas criticas, apenas especulativas, no hay una reflexión honda en verdad.

¿Cómo hablar de lo pertinente? ¿Hay pertinencias?. Los últimos meses los he pasado siendo consultado en comunicaciones por distintos programas políticos incluido al candidato de la Colombia humana, he estado escribiendo para el medio de PAZ llamado PACIFISTA  y dirigiendo un programa en Contravía donde invite a casi todas las voces del establecimiento cultural del país, así mismo recorrí los lugares tanto reales como simbólicos del conflicto Colombiano; sus voces, sus historias, sus geografías.

Sin embargo no dejo de pensar que hay en el arte una posibilidad que quizás no la tiene ninguna otra practica humana, es indudablemente un lugar privilegiado para tratar de discernir una ruta, para dibujar una brújula o brújulas, para perderse y para encontrarse. Es con los artistas con los que una sociedad de soñar su futuro. Pero el ecosistema actual: la elitización, el mediocre nihilismo, el anhelo de vida social a través de la práctica artística solo dislocan el papel real de los artistas en la sociedad, ¡Que debe existir! Si los artistas pierden el lugar simbólico que les corresponde en la historia de las ideas, otras cosas toman ese lugar. Si los artistas siguen jugando al club social, la historia los retratará bien como esos snobs mediocres que optaron por el sacrificium intellectus y por perder la ética a consta de un vinito y unos dólares.

A mí no es el arte político (si eso existe), el que más me gusta. A mí el arte que me gusta es el humano, el que puede de-construir, rechazar, desbancar y generar profundos cambios en nuestra manera de ver el mundo.

Si no leemos nuestro tiempo, si no buscamos en la historia, en la economía, en la política, en lo que le sucede al transeúnte, al humano…no descubriremos el papel concreto que podríamos jugar, seguiremos en este juego de falsas sonrisas y obras que ni a nosotros nos importan. Seguiremos de cara al artBO, de cara al museo y de espaldas al país, de espaldas a la realidad.

Juan MEJÍA es la portada actual de Interference, su trayectoria es sin lugar a dudas una de las más solidas en el arte Colombiano, Juan ha podido trasegar del lugar de artista a Curador y de vuelta. Las condiciones materiales de nuestra realidad cotidiana, como la política y la historia, nos envuelven, las subsiguientes reflexiones de nuestro quehacer real y en el caso de Juan de su quehacer simbólico están reflejadas en cada una de sus obras.

Interference-Channel como lo decíamos antes es una casa de ideas, pero no es una casa y tampoco es una idea. Nosotros no somos pornografía editorial como VICE, no somos cultura (política) como Arcadia, no pertenecemos a ninguna rosca, casta o secta. Interferimos, cuando queremos. Editamos, cuando queremos. Hacemos el uso del lenguaje que nos viene en gana. Y precisamente esa anarquía de hacer cualquier cosa es que la que yo llamo Interferir.♦

 

Diego Aretz es fundador y editor de Interference Channel.

 

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