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Juan Gabriel Vásquez en conversación con Diego Aretz

By Hermance Triay

By Hermance Triay

“Los seres humanos no hemos inventado la novela. La novela nos ha inventado a nosotros”.

Juan Gabriel Vásquez es uno de los escritores más lucidos de la literatura Colombiana actual, su novela más conocida es El ruido de las cosas al caer, que ganó, entre otras distinciones, el Premio Alfaguara de Novela y el IMPAC Dublin Literary Award, uno de los premios más prestigiosos del mundo. Sus libros han sido traducidos a más de 28 idiomas y es sin lugar a dudas un referente contemporaneo de la literatura hispanoamericana. Conversé con él y esto fue lo que me dijo.

Diego: Juan Gabriel Vásquez, gracias por esta entrevista.

Juan: Gracias, un placer conversar con Ud.

Diego: La forma de las ruinas es tu última novela publicada. Hablar de ti es hablar de muchas cosas, es hablar de la literatura más importante de Hispanoamérica en este momento, así que quién más que tú para hablar de esto. Cuéntanos, ¿qué ha sido este tiempo para ti?

Juan: Ha sido un año movido. La forma de las ruinas, que se publicó en noviembre del 2015, ha empezado a salir en las traducciones, entonces me he visto en esa tarea gozosa de ir a hablar del libro en otras partes. También acepté una cosa muy bonita: dar una cátedra en la universidad de Berna en suiza. El contacto con los estudiantes y hablar de literatura en público son de las cosas que más me gusta hacer. En la universidad de Berna me pedían hablar durante 14 semanas de lo que yo quisiera, de manera que inventé un curso sobre lo que es mi tema obsesivo de los últimos años: ¿qué es la novela?, ¿por qué escribimos novelas?, ¿por qué las leemos?, ¿qué nos hacen las novelas?, ¿por qué puedo yo defender la idea, que puede sonar exagerada, de que no es que los seres humanos hayamos inventado la novela, sino que la novela nos ha inventado a nosotros como seres humanos? De todo eso hablé durante 14 semanas. El curso tuvo como fruto un libro de ensayos que voy a publicar en un mes, y bueno, este habrá sido entonces el año del ensayo para mí.

Diego: Viajes con un mapa en blanco, ese es el título de tu libro de ensayos, pero ¿Cuál es ese “mapa en blanco”?

Juan: El título sale de la metáfora central de uno de los ensayos. El primero de ellos es una reflexión sobre lo que hacen las novelas en la que se menciona una idea de Joseph Conrad, un novelista muy importante para mí. Su novela El corazón de las tinieblas es la historia de un hombre que viaja a un lugar que todavía no ha sido explorado y cuyo mapa, por lo tanto, está en blanco. Y a mí se me ha ocurrido que la idea de un hombre que se monta en un barco y va a un lugar completamente inexplorado, y luego vuelve para contarnos lo que encuentra en ese lugar, para contar sus descubrimientos, es en sí una novela. Cuando una novela vale la pena, cuando en realidad hace honor a su tradición, yo creo que es, en esencia, ese barco que va a un lugar, descubre cosas y luego vuelve para contarlas. eso es lo que hizo Cien años de soledad, por ejemplo. Una novela que fue a un lugar a donde nadie había ido nunca.

Diego: ¿A dónde?
Juan: A este lugar que ahora conocemos gracias a eso que hemos llamado realismo mágico. A una Latinoamérica, a una Colombia en donde las supersticiones, la religión, las creencias populares, las idiosincrasias de la gente y de las familias convivían en pie de igualdad con nuestra realidad más dura: la realidad política y la realidad social. Ese lugar, es decir, esa manera en particular de explorar Latinoamérica, no existía hasta ese momento y Cien años de soledad nos permitió ir a un sitio inexplorado y por lo tanto saber qué era lo que pasaba allí. Esto son las novelas para mí y este libro de ensayos trata explorar esta idea.

Diego: ¿Cómo vuelves tú a tus novelas?, ¿cómo es ahora, después de cinco novelas publicadas, volver a leerlas?, ¿cómo es ese encuentro?, ¿qué son para ti?

Juan: Son insatisfacciones constantes. El escritor mexicano, Alfonso reyes, decía que publicamos para que no se nos vaya la vida corrigiendo los borradores. Yo estoy de acuerdo con eso, anotando que, de todas maneras, después de publicar un libro, uno siempre está insatisfecho con el libro tal como quedó; siempre está encontrándole defectos, así que me he dedicado a corregir los pequeños errores que siempre están.

Diego: De tu autoría, ¿Cuál fue la última novela que releíste?

Juan: La forma de las ruinas, que es la última que publiqué, va a salir ahora con una nueva portada, y eso me dio la oportunidad de meterme ahí y corregir algunas cositas que me habían estado atormentando […] [es ahí donde] uno descubre lo vulnerable que es el trabajo del escritor, en el sentido de que, un escritor como yo, que lee y relee el manuscrito decenas y cientos de veces, y lo publica porque ya cree que este no se puede mejorar, deja pasar seis meses y empieza a descubrir que eso, lejos de ser cierto, lo pone a uno frente a la realidad un poco angustiosa de que siempre un libro sale con cosas que se pueden mejorar. […] [Con respecto a esto] Hay dos métodos de escritura: está la gente que escribe y, obsesivamente, corrige cada frase hasta que la página esté perfecta y otros que, como decía el escritor español, Muñoz Molina, primero abren las compuertas de la imaginación y deja que todo salga hasta llegar al final de la novela y luego hace uso de la lima y corrigen cada cosa.

Diego: ¿Cuál de esos dos métodos usas tú?

Juan: Yo creo que una mezcla. Cuando estoy trabajando me parece que soy del primer grupo; estoy puliendo obsesivamente cada frase, pero luego me llegan las pruebas del libro y, antes de que se publique, empiezo a cambiar cosas de tanta importancia como para pensar que soy del segundo grupo de escritores.

Diego: Estudiaste derecho en la Universidad del Rosario, uno puede atreverse a pensar que hay una conexión entre el centro de Bogotá y tú. Para ti el centro es algo muy particular, cuéntanos un poco de esta relación entre el centro, El Rosario tus estudios y tu literatura, ¿cómo era todo aquello?, ¿cómo era la Bogotá de esa época?

Juan: Mi relación con Bogotá es muy sentimental, muy emocional, porque yo crecí fuera de la ciudad; yo viví mis primeros diecisiete años fuera de la ciudad, de manera que nunca tuve un barrio de Bogotá que caminara o conociera en la soledad relativa de un niño o de un adolescente. Entonces llegar a la universidad, al centro bogotano, para mí, con diecisiete años, fue efectivamente la primera vez que descubrí una ciudad que fuera mía. Fue la primera vez que pude apropiarme, como se apropia la gente de un barrio: caminando, tomándome un café, una cerveza, metiéndome en sus librerías o jugando billar en los billares y, a partir de cierto momento, el centro bogotano se volvió también el lugar donde habían pasado las cosas que me interesaban. Contaba en mis primeros cuentos historias de las que había oído hablar en mi familia, historias de la Historia colombiana y en alguna parte, cuando ya había descubierto que el derecho no era lo mío, a la mitad de la carrera exactamente, fue el momento en que yo descubrí que eso de la literatura no era para mí un pasatiempo como había creído, sino que era verdaderamente una obsesión, una vocación y que eso era lo que quería hacer con mi vida.

Diego: ¿Qué novelas recuerdas de la infancia?

Juan: Cuando yo era niño, a finales de los setenta y principios de los 80, salió en Colombia una colección de lomo verde de la editorial “Oveja Negra”, era de literatura de aventuras y ahí estaban, sin infantilización de ningún tipo, sin cortar pedazos, sin censura, ni simplificar las cosas a los niños, todas las novelas de aventuras de Julio Verne, Emilio Salgari y Alejandro Dumas. Esos fueron mis libros. […] Cuando uno es niño, yo creo que uno tiene que empezar a leer libros con la idea de que son un lugar de combate, de rebeldía y de subversión, son una rebeldía contra el mundo y un lugar donde uno está constantemente peleando “a brazo partido” por saber quién es. El niño, en los libros, está descubriendo quién es. Entonces esos eran los libros de mi infancia.

Diego: Se denota en ti esa fascinación por el hombre solitario como esa figura de aventurero, ¿cómo es esa relación contigo?, a pesar de tener una vida familiar rica, relaciones de amistad, ¿te consideras solitario?

Juan: Sí, creo que esa contradicción profunda está en muchísimos escritores. Una pregunta interesante, pero banal, que me hago a mí mismo es: ¿Qué viene primero?, ¿Uno se convierte en escritor porque es una persona solitaria o se convierte en una persona solitaria por la vocación literaria que exige la soledad? Yo he sido solitario siempre, he disfrutado mucho la soledad […] y quizás por la intensidad de esos momentos de soledad uno tiende a construir relaciones muy fuertes con la poca gente con la que lo hace y esa poca gente en mi caso es mi familia y mis amigos que son pocos los que de verdad llenan en esos espacios en los que uno decide entregarles la soledad.

Diego: ¿Cómo se construyen entonces los personajes de tus novelas?
Juan: Por medio de la curiosidad a la revelación que hay, en algún momento, de todo lo que ocultan las personas. Lo que vemos de los demás es apenas una fachada. Todo el mundo oculta algo y todo el mundo tiene una vida secreta, una dimensión invisible absolutamente fascinante por lo menos para los curiosos compulsivos. Mis narradores son gente que se obsesiona con los secretos de otro porque de esa misma manera funciono yo, todas mis novelas nacen de un encuentro real con una persona que, por alguna razón, me parece misteriosa o más llena de sombras de lo que a primera vista pueda verse. El primer paso en todas mis novelas es la asociación con una persona real en la que trató de indagar; sobre la cual trato de investigar y por eso me parece natural que a mis narradores les pase lo mismo en todas mis novelas.
[…]

Diego: La historia contemporánea de Colombia y el siglo XX destaca por la violencia, por la guerra, por los muertos y las masacres y dentro de este contexto, me parece muy interesante cómo a un escritor le toca esa realidad y tiene que reaccionar a ella de alguna manera, ¿Cómo es para ti y cómo era para ti la violencia cuando comenzaste a ser consciente del país en que naciste?

Juan: Mi generación es la generación que nació con el narcotráfico. Eso es algo que estuvo muy presente. Considero que tuve una niñez muy pacífica o que percibía como pacífica hasta que, en el 1984, Pablo Escobar manda a matar a Rodrigo Lara Bonilla; esa fue la primera vez que vi realmente al mundo, empezaba a ver los conflictos y fue el momento en que, para mí, hubo una revelación de lo que iba a ser nuestra vida en Bogotá: la ciudad de las bombas, de los tiroteos y de la violencia. Las realidades en conflicto forjan literatura, las sociedades apremiadas producen novelas porque ellas son o han sido una especie de termómetro curioso de lo que está pasando en la sociedad. Son una de las mejores maneras que hemos inventado los seres humanos para explorar el conflicto y para saber cómo se maneja.

Diego: ¿Cómo leer este momento que estamos viviendo en Colombia?

Juan: Este momento por el que estamos pasando los colombianos es profundamente complejo y va a exigir una negociación mucho más complicada entre nosotros que todo lo que fueron los 5 años de negociaciones en La Habana. Nuestro relato, en los últimos 50 años, es un cuento si lo narra una víctima de la guerrilla, pero otro distinto si lo cuenta una víctima del paramilitarismo; uno si lo cuenta un habitante de las grandes ciudades y otro si es un habitante de las zonas rurales golpeadas por la guerra. Parte de lo que tenemos que hacer ahora es tratar de construir una versión nacional de nuestros últimos años en la que todos quepamos, una versión tolerante y generosa. Tenemos que encontrar ese cuento que nos permita a todos sentirnos reflejados o identificados y respetar el relato del otro como una versión de los mismos hechos que se contrapone a la mía, pero que no por eso es menos válida.

Diego: Muchas gracias por esta entrevista.

Juan: Gracias a ustedes.

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