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Las vidas negras importan

El antiracismo, contrario a lo que much@s podamos creer, no es un movimiento en contra de la discriminación, sino en contra del privilegio racial, lo entendí escuchando a una buena amiga negra.


EUGENIO PALACIO. RÍO ATRATO, BOJAYÁ 2002 ©JESÚS ABAD COLORADO

Aunque esto parezca otra de esas complicadas discusiones semánticas progresistas, el correcto uso de los términos nos permitirá aproximarnos mejor al problema y sufrimiento estructural que han padecido por siglos las comunidades afroamericanas: la discriminación es apenas uno de los elementos que integran la cuestión racial.

Hace unas semanas, pudimos presenciar otro de esos elementos gracias a los medios de comunicación y a las redes sociales: la violencia policial denunciada desde hace años por el movimiento Black Lives Matter estadounidense, que se ha manifestado directamente de varias maneras en contra de ésta problemática y que ha desatado una lucha por los derechos de la población afroamericana avivada por el humillante y doloroso asesinato de George Floyd, rodeado además del clásico e infructuoso intento de manchar la honra de las víctimas de los crímenes de estado, tal como ocurrió aquí con las “ ejecuciones extrajudiciales ”, intento que ha demostrado afectar profundamente la convivencia de las familias afectadas.


THE BLACK PANTHER, 1970 © EMORY DOUGLAS

La lucha en contra de la violencia policial no es nueva ni saqueadora por naturaleza, muy en contra de lo que los medios hayan pretendido mostrar; hablar de lucha afroamericana es hablar también de censura, dolor, sabidurías y artes de muchos colores y sonidos. La cultura negra se ha robado y extraído por colonizadores, se le ha tratado de exterminar, silenciar y mutilar de muchas maneras, no sólo se les negaron sus raíces religiosas (que derivaron en el sincretismo), sino que sus muestras artísticas y culturales han sido prohibidas varias veces a lo largo de la historia, basta con recordar la famosa prohibición del jazz en los Estados Unidos y la satanización de instrumentos como la marimba chonta en las colonias de las Américas.

Si bien existe un importante movimiento que busca el reconocimiento del aporte cultural y científico (al respecto, recomiendo bastante este artículo de The Harvard Gazette sobre el STEM blackout) de las personas negras más allá de los deportes, la negación de la cultura negra ha desplazado la protesta y el activismo incluso a ámbitos deportivos y artísticos sin aparente relación.  Sólo analizando este desplazamiento de la protesta y el activismo se puede entender que Kendrick Lamar, el famoso rapero californiano haya ganado un premio Pulitzer y Colin Kaepernick, el ex mariscal de campo de los 49ers, el premio Embajador de Conciencia de Amnistía Internacional, ambos en 2018.


EPA, 2016 © JOHN G MABANGLO

Otro de los elementos que he analizado del racismo y que considero muy ligado a la violencia policial son los prejuicios: la presunción de mala fe que se deriva directamente del color de la piel de las personas y que azota especialmente a aquellas en marginalidad económica: el asumir que una persona negra ha cometido o cometerá una conducta delictiva o exagerar la realización de una conducta sin mayor gravedad pero con un golpe directo al blanco ego de alguien: son populares en internet los videos de personas blancas llamando a la policía porque una persona negra toma el sol, usa el gimnasio,  o abre su negocio en la mañana.

La criminalización de ciertos tonos de piel es abominable y racismo en estado puro, llevó al asesinato de Trayvon Martin en 2012, perfilado por un miembro de la vigilancia comunitaria en Florida, quien lo mató de un disparo en el pecho a sus 17 años de edad, la de Ahmaud Arbery por estar trotando o la de Breonna Taylor, asesinada a tiros en una redada policial mientras dormía en Louisville, Kentucky, la lista tristemente sigue y sigue más allá de estos dolorosos y célebres casos.

En Colombia, el racismo se ha negado y bajo el ambiguo pretexto constitucional de ser un país multicultural; se ha soterrado una profunda discriminación racial en contra de las personas negras e indígenas, quienes además han sufrido históricamente la violencia por la guerra de guerrillas y por la lucha internacional armada contra el narcotráfico; el racismo sistemático en Colombia, como en los Estados Unidos, se manifiesta también de manera abierta en la brecha salarial que separa a las personas blancas de las negras así como en la  baja representación de personas negras e indígenas en cargos públicos y puestos directivos en el sector privado.

Hablando de manifestaciones aún más cruentas y sistemáticas, hablan por sí solas las cifras de lideresas y líderes sociales de las comunidades desplazadas y víctimas de la violencia del conflicto armado, basta con ver el caso de Leyner Palacios, líder de las víctimas de la masacre de Bojayá, amenazado  de nuevo recientemente por grupos al margen de la ley, o l@s más de 100 líderes y lideresas sociales asesinad@s en lo que va de este convulsionado año.

El #BlackOutTuesday del 2 de junio fue una gran herramienta para poner en boca de la opinión pública internacional y colombiana el problema del racismo sistemático, y si bien falta aún mucho por hacer y muchos pasos para avanzar, reconocer que las vidas negras importan, es un gran logro.

¿Qué pasará a la causa de la justicia y a las masas de pueblo negro que nunca han sentido el calor de una seguridad económica si no participo activa y valientemente en este movimiento?

Un hombre no se mide, en definitiva, por el lugar que ocupa en los momentos de confort y de comodidad, sino por el que ocupa en tiempos de prueba y de adversidad. El verdadero prójimo pondrá en peligro su situación, su prestigio y hasta su vida por el bien de los otros. En los valles peligrosos y en los caminos expuestos, levantará a su hermano maltratado y golpeado hacia una vida más alta y más noble.

Dr. Martin Luther King Jr. sobre la parábola del buen Samaritano, Strength to love, 1963.

Por: Daniel Toro @dasatotoro

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