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Marcha entre el orgullo, la pandemia y el abuso(1).


Foto de archivo. El mensaje del cartel dice: ¡No son manzanas podridas! LA POLICIA NOS ESTÁ MATANDO.


El inicio de julio me sorprendió con el tsunami de la marcha trans y su causa (2). Las cosas se dieron para que pudiera hacer parte caminando junto a elles, estando allí abrí los ojos a una realidad desconocida para mí, la de una comunica que clama porque no les maten, lo cual por sí solo me hizo pensar: ¡Qué fuerte!, ¡Es muy cruel que una persona salga a trabajar y sepa que le espera la humillación y quizás, la muerte!.

Admito que siento cierta reserva al escribir de este tema, ya que a pesar de que el feminismo me permite ser más abierta a todo el espectro de la sexualidad y sus manifestaciones, reconozco mis orígenes. Soy una mujer cis, proveniente de una familia “tradicional” educada en sus primeros años bajo contundentes preceptos católicos que, afortunadamente, nunca llegaron a interferir con el auto criterio; pero que sí podían hacerme caer en imprecisiones, prejuicios o clichés sobre lo que socialmente se piensa de la comunidad trans. Si alguna parte de mi artículo llegara a contener alguno de estos vicios llegando a ofenderles, pido excusas de antemano.

Admito el asombro que me generó conocerles, sé que eso influyó mucho en que decidiera escribir al respecto. Llegué a la marcha casi que con el interés de un turista que sabe que verá algo exótico. que verá “hombres vestidos de mujeres” a los que quería acompañar porque estaban pidiendo justicia. En el fondo iba también porque quería acompañar esos prejuicios, hacer una especie de autoconfrontación: creencia Vs. realidad y lo conseguí.

Durante mucho tiempo tuve pensamientos abolicionistas. Para mí era muy difícil admitir que el comercio sexual fuera una práctica consensuada. Creo en una estrecha relación entre el cuerpo, el espacio personal y el decidir con profundo análisis con quién compartir la propia intimidad. Todo esto va en contraposición con establecer prácticas sexuales a cambio de dinero. Estaba convencida que este era un trabajo forzado que denigraba a las mujeres y afectaba negativamente la manera en que ellas podían auto percibir la feminidad.

Pero en este caso, “el tigre no es como lo pintan”. Me di cuenta que del mismo modo en que no a todos los colombianos les gusta el chontaduro, no a todos les gusta el sexo del mismo modo. Aunque muches le echan la culpa al capitalismo pues en su afán clasificador y opresor, han insistido en la sexualidad de forma binaria, (es decir: hombres o mujeres, teniendo en cuenta que quienes tienen una vulva y una vagina son mujeres y quienes tienen pene son hombres), pasando por alto que el más importante órgano sexual de la humanidad es la mente (3).

En buena parte de las veces las personas con sexualidad no binaria, es decir, las personas cuya vivencia y disfrute de la sexualidad va más allá de esta clasificación restrictiva, entienden que el goce está en las sensaciones, en la atracción que otre pueda generarle y que un órgano corresponda o no con la anatomía predispuesta por la binariedad hace parte del mismo juego previo en una relación sexual, o de una fantasía.

La prostitución permite explorar, permite acceder a otro modo de sentir y vivir la genitalidad, más en una relación sexual y más si ésta se llegara a dar con una persona trans y gustar de esta búsqueda de sensaciones no es en sí mismo un problema, una desviación o algo malo; lo malo es la profunda asociación social de la prostitución como una actividad condenable y la percepción de que quien la practica ha decidido voluntariamente perder su dignidad y por ello se ofrece como blanco de cualquier tipo de abuso y/o ultraje. Cito nuevamente al doctor Rafael Prieto: “La única perversión es obligar a alguien a hacer lo que no quiere“. Y eso se llama violación.

La prostitución fue reconocida como un trabajo legal a través de la sentencia 62 de 2019 si se ejerce libremente; que esta sea una actividad lucrativa para quienes la ejercen no es el común denominador, lo que significa que muches lleguen a este oficio por necesidad, y esto de alguna manera restringe la libertad de su desempeño. En la marcha me encontré con una trabajadora sexual de calle. Gracias a ella tuve acceso a un lado más humano y personal de las personas trans trabajadoras sexuales.

En el momento en que nos encontramos hablamos de los motivos por los que estábamos en la marcha y ella me decía: “Yo vine aquí fue a protestar, porque no es justo que no tengamos oportunidades (En palabras de ella: “Una persona trans no puede trabajar sino de estilista o de puta”), porque no es digno que quienes vienen a pedir nuestro trabajo no nos respeten, nos boten cualquier peso y no podemos exigir lo que vale nuestro trabajo porque tenemos hambre, porque no es justo que tengamos que regalar nuestro trabajo a los policías para que nos dejen trabajar, porque hemos estado aguantando y las ayudas del gobierno no se ven”.

Ella me hablaba también que le gustaría tener la posibilidad de ejercer otro oficio, de progresar, del mismo modo que cualquier otro ciudadano sueña con ejercer un oficio, con estudiar, con tener un negocito propio y salir adelante. Ella me decía que debería el estado aprobar o promover estas iniciativas con la fuerza de la exigencia y la desesperanza de la realidad, pues se ve como un anhelo lejano poder ser trans y panadero o recepcionista, o cualquier otro oficio.

Y es que reconocerse trans en una sociedad machista como la nuestra es un acto de valentía e insistencia. Ser hombre es más cómodo: a un hombre se lo ve con más respeto, se le acosa menos, se le paga más, los artículos para ellos son más baratos (4) y, por supuesto, socialmente se les asignan menos responsabilidades. ¿Por qué entonces una persona que cuenta con un pene desiste de ello e insiste en tener una identidad femenina?

O mejor, ¿Por qué llega a ser tan importante para un ser humano que se lo reconozca del modo en que él se identifica, incluso si esto llega a poner en riesgo su vida? Para mí la respuesta a esta pregunta está relacionado al acto de existir: Ser reconocido con la identidad que se lleva es la manera en que un ser humano afirma su presencia en la sociedad y deja huella en ella. Cuando alguien se refiere a ti de un modo en el que no te reconoces está hablando de otra persona, no de ti. Te desconoce, anula tu existencia.


Foto de Archivo.


Pero así mismo, conseguir que te veas del modo en el que te sientes tú misme se vuelve desgastante, es doloroso y agotador que por anunciar y defender tu identidad te vean como paria y seas el blanco de una violencia sistemática, que es aplicada por la fuerza pública, sí, teniendo en cuenta que esta fuerza la integran hombres que llevan las ideas de una sociedad intransigente, egoísta, ávida de imponerse ante el otro para sentirse importante porque por sobre ellos hay un sistema opresor que va ajustando sus tuercas más disponibles.

Sigo pensando en cómo me asombra la comunidad trans, una comunidad que cuenta con amigos en el arte y que al igual que ellos enfrentan y sobreviven esta crisis del cóvid con las uñas y asociándose. El arte tiene que ver con expresarse y la expresión muestra la diversidad, la de las sexualidades no binarias, la del maquillaje deslumbrante, las faldas cortas o la tela transparente y brillante, y de la creatividad desbordada.

Puede que en nuestra mente la idea de una mujer con pene o de un hombre con vulva le haga pensar a los más conservadores que aceptar esta realidad es el acabose, que es un signo de los tiempos cercanos al juicio final, pero creo que en lugar de seguir el cebo con el que nos vuelven extremistas o con el que nos hacen tolerar la intransigencia, la estrechez de pensamiento y la violencia hacia el otro, hagamos lo contrario: comprendámonos. Reconozcamos estas identidades, abracemos su lucha y su causa. Que hayamos más personas entendiendo que la sexualidad no se restringe a ser hombre o mujer, del mismo modo que la vida no es en blanco y negro, nos permitirá ver lo sexual desde la realidad y la verdad que vive la humanidad, que vive la gente de carne y hueso.


NOTAS APARTE Y REFERENCIAS.

(1) Advertencia: Este artículo contiene lenguaje inclusivo.

(2) Esto es una confesión: el contacto con la comunidad trans ha generado gran impresión en mi por el cambio de paradigmas, porque ha hecho que cambie mis ideas con respecto a un tema de tanto peso para el feminismo como el abolicionismo.

(3) Así lo menciona Rafael Prieto, quien para 2014 era el jefe de urología del hospital Reina Sofía de España para un artículo en el periódico ABC.es. El enlace a él es el siguiente:
https://www.abc.es/cordoba/20140209/sevp-organo-sexual-importante-cerebro-20140209.html

(4) O tienen más contenido, esto se ve reflejado en artículos como los perfumes o la ropa. Por ejemplo, mientras en una plataforma como Linio encuentras un perfume Hugo Boss con un contenido de 120ml con un valor de $159.900 y un descuento del 50%, otro perfume de la misma marca para mujer tiene el 39% de descuento, un contenido de 75ml y un costo de $169.800. Y aunque el mercado de los perfumes depende de otros factores tomo otro ejemplo: En una como celio que vende ropa de hombre, la camisa más cara está en $159.000. Si la comparamos con una tienda para mujer como Esprit, la camisa más cara está en $169.000.

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