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EL CAPITAL Y LA ACUMULACIÓN PRIMITIVA.

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La inequidad en el mundo crece y con ello la deformación social nos lleva a ser testigos de profundas crisis en todos los niveles de la vida humana. En mitad de esta contundente verdad, aparece un libro de un joven economista francés, llamado Thomas Piketty.

 El Capital en el Siglo XXI, aborda temas candentes y crea controversias al proponer la tesis de que el mundo está entrando en un período de inequidad similar al que padeció Europa antes de la Primera Guerra Mundial en 1914. Y propone una solución: cobrar impuestos progresivos al capital.

Su evaluación de los recientes recortes a los impuestos en Estados Unidos, critica ásperamente a “la clase rentista, un pequeño grupo de niños adinerados pero poco talentosos, controla vastos segmentos de la economía estadounidense y de la indigencia, ellos simplemente no pueden  competir….., hay una decente probabilidad de que los Estados Unidos se parezcan a aquella vieja Europa anterior a 1914, dentro de un par de generaciones”.

                “Cuando el índice de regreso de capital excede el índice de crecimiento de la producción y de  los impuestos, el capitalismo automáticamente genera inequidades arbitrarias e insostenibles  que socaban radicalmente los valores de la meritocracia en los cuales se basan las sociedades democráticas”. Es una explicación sencilla de las causas que van a generar esta debacle. La conclusión final a la que llega el estudio es que la economía de mercado basada en la propiedad privada, si se deja que fluya libremente,  contiene fuerzas poderosas de convergencia, asociadas a la difusión del conocimiento y de las habilidades; pero también contiene poderosas fuerzas de divergencia, que amenazan potencialmente a las sociedades democráticas y a los valores de justicia social que los sustentan. La inequidad se da cuando la riqueza acumulada en el pasado crece más rápidamente que la producción y que los salarios. Esta inequidad expresa una lógica contradicción fundamental. El emprendedor, el dueño del capital tiende a convertirse en un ‘rentista’, más  y más dominante sobre aquellos que sólo cuentan con la fuerza de su trabajo. Teoría marxista pura. Una vez constituida la empresa, es decir la renta, el capital crece por sí mismo más rápido que la producción de bienes y servicios. El pasado devora al futuro. Las consecuencias de esta dinámica de larga duración de la distribución de la riqueza pueden ser potencialmente terroríficas, especialmente  cuando el regreso del capital varía según el monto del interés. Entonces la distribución de la riqueza ocurre en una escala global. Entonces las soluciones para este enorme problema no son fáciles. Por supuesto, el crecimiento puede apoyar a la educación, la investigación, el conocimiento, las tecnologías anti contaminantes o muchos otros proyectos, pero ninguno de estos puede levantar el crecimiento a tasas anuales del 4 o 5 %. La historia demuestra que los países que tienen economías avanzadas y que se están recuperando –tales como los europeos durante las tres décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial o China y otros emergentes- pueden crecer a esos niveles. Pero para aquellos que se encuentran en las fronteras de la tecnología, sólo podrán crecer a tasas de 1 o 1.5% y estancarse. Y la solución, según el francés Piketty, puede darse en un impuesto progresivo al capital. Esto hará posible evitar una espiral sin fin de la desigualdad, mientras se preserva la competencia y los incentivos “para nuevas instancias de acumulación primitiva”. Esto podría contener el crecimiento ilimitado en la desigualdad global de la riqueza que se incrementa a tasas que no pueden ser sostenidas en el largo plazo y que haría palidecer a los fanáticos de los mercados auto- regulados.

 

*Enrique Velasco Garibay

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