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El Palacio de Bellas Artes

El Palacio de Bellas Artes de la ciudad de México es un edificio triunfal, concebido en función estricta de la remodelación urbanística  y de embellecimiento que imperaba en la ciudad en el momento de comenzar su construcción, y constituye un símbolo de la grandeza del país en dos etapas tan diferente de su historia reciente: la de Don Porfirio Díaz, y la que surgió después de la Revolución mexicana.  Erigido bajo la inspiración directa y ambiciosa del contradictorio presidente Díaz, terminó de construirse treinta años después de haberse aprobado los planos de Adamo Boari, su  primer arquitecto. Celebra actualmente su ochenta aniversario.

El Palacio de Bellas Artes tiene como antecedente el Teatro Nacional, demolido para dar continuación a la avenida Cinco de mayo, y su ubicación, a pocas cuadras del destruido teatro, fue objeto de minuciosos estudios por parte de las autoridades del Porfiriato, como del arquitecto italiano que llevó a cabo buena parte de la obra. Su diseño era eclético, mezcla del Art Nouveau y el Art Déco. Presupuestado para en cuatro años dar buena cuenta del proyecto y no obstante que el sitio se escogió con generoso cuidado, problemas relacionados con el hundimiento del suelo –problema que hoy en día aún se puede apreciar, pues el palacio se encuentra varios metros por debajo del nivel de la calle-, la Revolución mexicana y la crisis monetaria del país, llevaron a que en 1916 el italiano abandonará el proyecto, dejando casi construida en su totalidad la fachada. Solo hasta 1931 y a cargo del arquitecto Federico Mariscal, pudo seguirse con la obra, inaugurada oficialmente el 29 de noviembre de 1934.

En todo caso el Palacio se ha convertido en referencia universal indiscutible: su altura es de 53 metros hasta la espiral, cuenta con cuatro pisos y un parqueadero subterráneo. Tiene un aforo para 1697 personas; su escenario es de 24 metros de longitud y posee el único telón antifuegos del mundo en un teatro de ópera, con la imagen de los volcanes mexicanos Popocatépetl e Iztaccíhuatl, y un peso de 24 toneladas. Este telón fue encargado a la Casa Tiffany de Nueva York a modo de un enorme rompecabezas. En el techo de la sala se encuentra la lámpara de cristales, que fue diseñada por el húngaro Geza Marotti y en la que se representa al dios griego Apolo rodeado de las musas de las artes. Además posee obras de los más grandes muralistas mexicanos: Diego Rivera, José Clemente Orozco, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Jorge González Camarena, Roberto Montenegro y Manuel Rodríguez Lozano.

El palacio rompió las reglas severas de los teatros de ópera alemán, de la época neoclásica, hasta ser situado comparativamente con el Teatro de la Opera de París, al haber introducido también, una serie de composiciones arquitectónicas vigorosas e independientes, articuladas dentro una misma función piramidal y coronada por una cúpula del más claro acento italiano. La Unesco lo declaro patrimonio artístico de la humanidad en 1987.

Todo prepara para el placer y conduce a la ilusión del espectáculo. Hay monumentalidad pero también hay gentileza en la solemne construcción. Viendo el Palacio de Bellas Artes, uno está tentado de pensar que los hombres que la construyeron amaban su oficio. Nada, a pesar de todo, se regateó, ni espacios, ni luces, ni decorados, ni materiales. Aquí en el Palacio puede uno pasearse en medio del espectáculo del mundo, hablar, encontrar amigos o evitarlos. Y sí, es un palacio para escuchar música y para realizarla como un rito. Claro que del Palacio se habla más  como un lugar de ceremonia social. De todo modos y como dijera Dalí, del Teatro parisino es ‘un  sitio inmensamente erótico y superparanoico’. Como olvidar entonces,que  el 23 de mayo de 1950 debutó en su escenario María Callas, cantando Norma. Ahí también se realizó la célebre función de Aída en la cual la soprano intercaló un célebre mi bemol al final del segundo acto de dicha ópera. La grabación de ese momento ha pasado a la historia. Callas cantó en este escenario las dos únicas funciones de Rigoletto que dio en su vida.

Además de María Callas, han estado en ese escenario María Tereza Montoya, Zubin Mehta, Luciano Pavarotti, Plácido Domingo, Teresa Berganza, Birgit Nilsson, Marilyn Horne, Alexander Kipnis, Mstislav Rostropóvich y Rudolf Nuréyev, entre otros. Las grandes orquestas del mundo también se han presentado ahí, como las orquestas filarmónicas de Londres, Nueva York, Viena, Moscú, Los Ángeles, la Real Filarmónica de Londres, la célebre Orquesta de la Juventud Venezolana Simón Bolívar, la Orquesta de París, la de Filadelfia, la Staatskapelle de Dresde, la Sinfónica de Montreal, y las Nacionales de España y China, entre otras. Sus espectáculos son muy variados, ya que se ha presentado música popular, jazz, danza tradicional e incluso ballet y, por supuesto, ópera, e incluso Les Luthiers.

Frente al  Palacio de Bellas Artes del Distrito Federal es preciso reconocer  que el eclecticismo no lo hiere de muerte, porque tiene el mérito de ser coherente, de lo racional, de lo lógico y sobre todo de una identidad entre el pensamiento de dos arquitectos y su ejecución. Virtudes que faltan en los arquitectos de estas épocas modernas.♦

Alberto Salazar Castellanos

@laporciuncula1

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