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LA EDUCACIÓN DE UN ARTISTA

La fortuna la tuve al tener la posibilidad de entrar en una universidad. Escogí Música como carrera, pero finalizando el tercer año decidí seguir mis principios retirándome de la academia formal. No sólo cambié de camino educativo sino también de profesión. Dejé de lado las artes auditivas y me ahondé en las visuales, especialmente las plásticas. Ahí comienza mi descubrimiento del mundo del arte colombiano; la cara de la moneda del artista sin grado universitario, pero favorablemente con tesón y persistencia.

El primer hallazgo fue la gran ausencia de artistas autodidactas en el círculo de galerías. El motivo al comienzo no lo tenía muy claro. Ahora lo digo con firmeza: El artista joven “empírico” es el bastardo en el mundo del arte colombiano. Los apellidos los aporta la academia universitaria, que en su ausencia crea una segmentación notable; un rechazo infame por parte de instituciones, entidades culturales, concursos, espacios expositivos, entre muchos otros. El joven que decide no entrar en este tipo de educación, sea por principios, por recursos económicos, por tiempo o por cualquier razón, se debe atener a un camino rocoso lleno de señalamientos y, más que todo, de obstáculos profesionales. No interesan el tiempo de estudio práctico y la madurez del trabajo, lo esencial es el transcurso de cuatro años en una institución universitaria avalada por el Estado colombiano u otro de “digno” respeto. Esto es un requisito fundamental para que el artista sea reconocido como artista y no como un amateur con un hobby de sábados, parecido a la señora de arte country, a la niña de muñecos de plastilina, al niño de vitrales o a los de origami y marcos de fotografías. No es una exageración, esa es la realidad colombiana en las artes plásticas y visuales. Es curioso que generalmente en Música no sucede lo mismo: la interpretación, la composición y la orquestación cumplen el papel más importante.

Como en cualquier otro trabajo, el artista tiene una entrevista previa a la aceptación en la representación o simple exposición en una galería. Se sienta frente al empresario, ansioso por abrir su portafolio y deslumbrar con su mágico mundo artístico. Primera pregunta antes de ver el trabajo. “¿Dónde estudió artes?”. Es como el bogotano elitista que pregunta el nombre completo para escuchar el apellido y sacar conclusiones absurdas. ¿Qué diferencia hay en la procedencia universitaria de los estudios? Y si la hay, ¿entonces para qué estudiar si existe el encasillamiento? Lo importante es la libertad de expresión, de conceptos, de arte, la obra en sí. Si la respuesta en la entrevista niega dicha academia, habrá un intercambio de pensamientos, una despedida muy formal y otro artista más confundido con el concepto de arte. No se puede hacer nada al respecto, pasa lo mismo con los bares que se reservan el derecho de admisión. Por más ilógico que sea, sólo queda seguir luchando y persistiendo.

El Ministerio de Cultura otorga un número de incentivos en las artes plásticas y visuales. Cada año saca becas, premios y residencias bajo concursos. Es increíble que el requisito de estudios universitarios esté en varios de estos estímulos, como: las Becas Fulbright, las Becas de Creación para Jóvenes Artistas, el Premio Nacional Colombo Suizo de Fotografía, los Laboratorios de Artes Visuales, entre otros. Afortunadamente hace unos años abrieron una convocatoria llamada Barrio Bienal, que hoy en día sigue existiendo. El propósito es la creación de una muestra colectiva únicamente para artistas sin cartón de grado. Es interesante que el Ministerio tenga en cuenta a estos autores, pero sigue existiendo una absurda segmentación. Lo mismo sucede en algunos Salones de Arte Joven realizados por organizaciones independientes, o convocatorias para proyectos expositivos en galerías nacionales. El mismo requisito, la misma marginación.

No estamos hablando de Medicina, Arquitectura o alguna ingeniería dónde la vida humana está en riesgo y la responsabilidad es altísima y por ende se necesita obligatoriamente una educación específica que avale el conocimiento del graduando. En el caso de las artes, la subjetividad es ferozmente grande y ninguna universidad puede dictar o formar la excelencia del artista. Los institutos educativos cumplen una función muy clara e importante, pero no se le acerca a catalogarla como requisito.

Sería interesante conocer el concepto, acerca de este tema, de grandes mentes artísticas, como Van Gogh, Basquiat, Borges, Da Vinci, Rousseau, entre otros, que nunca se involucraron en universidades o que para ese entonces ni siquiera existía ese tipo de educación. Tal vez les sorprendería a ellos que en pleno siglo XXI un sistema educativo específico pueda llamar la parada y que, por el contrario, el talento innato, la disciplina y la obra estén en un segundo plano.

Todo artista es empírico, tenga un recorrido universitario o no. El conocimiento en esta área llega por medio de prueba y error. El artista es autodidacta así tenga un profesor al lado. La diferencia entre unos y otros no existe, son caminos diferentes totalmente viables y valiosos. La discriminación no debería estar presente en ningún concurso de las artes, porque son estas las que unifican el lenguaje, la expresión. La obra, antes que cualquier cosa. El arte es el que manda, no las clases ni las notas.♦

Jeronimo Villa

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