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No somos Hipster

 

El Hipster, ese individuo de tendencias independientes, de posturas intelectuales (o al menos eso quiere demostrar), que hace gala de una indumentaria característica; marcos de pasta, barba (en el caso de los hombres y en algunos casos), bufanda, camisas estampadas y de colores, sombrero (ocasionalmente) y de vestidos en su mayoría estampados (para las mujeres), no hace parte de nosotros.

Quienes nos lean quedarán sorprendidos por esta afirmación, ya que en unos ambientes más que en otros estamos rodeados de este tipo de personajes.  Pero que no nos confunda la moda.  A lo que me refiero es que aquí, en este suelo amparado por el sagrado corazón, es más frecuente encontrar otro tipo de subculturas urbanas más populares y aquí empiezo a sumergirme en ellas y la variedad que representan. Aunque en lo personal no sean de mi preferencia.

Y si no me gustan, ¿Por qué las nombro? Simplemente por el gusto que me da vivir en una sociedad diversa, con múltiples expresiones culturales y más propias del ciudadano promedio. Porque aunque odie el reggaetón y juzgue incluso de ordinario al chico de la camiseta de su equipo favorito con las cejas llenas de piercing o medio rasuradas formando rayas, su pinta me dice dos cosas ambivalentes. Primero, que quiere ser visto por la sociedad como diferente y segundo, que busca a sus pares para ser igual. Es decir que busca con el mismo ahínco ser igual y diferente.

 Y pasa igual con el rapero que se sube a transmilenio a “Fristolear” (osea, a ejercer el free style propio del rap), o con el rasta, o en diferente medida con los floggers o con los otaku[i].  Incluso con lo que aquí llamamos gomelos y que en otros países de Latinoamérica se conoce como Pijos. Estas tendencias más afines a la población joven son más propias de nuestra gente, que como latinoamericano(a) que se respete es alegre, bulliciosa, entusiasta, entre otros adjetivos.

A diferencia de estas tribus, el hipster casi que huye de la igualdad, por lo que no puede gozar de la festividad que poseen otras subculturas y en cierta parte tampoco de la sensación de identidad que implica ser o sentirse igual a otros.   El hipster no busca parecerse a sus pares.  Vive aterrado con la idea de la tendencia, del “Mainstream” y de perder su independencia y exclusividad de criterio.

El individuo hipster hace de la exploración de las expresiones culturales su mundo, por eso se lo puede encontrar buscando la música y el cine más experimental e independiente, seleccionando el último adelanto tecnológico o metido entre un museo o una galería, averiguando cuál es la última obra y el más nuevo artista que sobresale, queriendo saber qué es lo más nuevo y desconocido que puede mostrarle su ciudad para seguirlo manteniendo exclusivo como es él.  Diferente e incluso, vagamente solitario.

Pero aunque esto pueda parecer melancólico, la verdad es que esta búsqueda por ser independiente y tan único está precedida por el placer y así mismo se nutre.

Este placer se manifiesta en el conocer, el explorar, el no conformarse con la tendencia y con el éxito del momento, con la moda “del resto” tan parecida a la producción en masa.  El hipster se acoge al sentido humano de la sorpresa, de maravillarse con el descubrimiento, de saber que ha recorrido lo conocido y que sigue explorando para enriquecer sus argumentos, sabiendo encontrar el disfrute en una conversación con contenido. O en la admiración a aquello que dicta el propio criterio y no la moda imperante.

Aunque a veces se lo juzgue de Snob, para algunos dentro de los cuales me incluyo, el ser hipster es una denominación sobre un estilo de pensamiento.  Y aunque haya caído en la paradoja de que su construcción individual ahora sea parte de la moda a la que él mismo busca huirle; más allá de la ropa, los peinados y la estética que cambia paulatinamente hay una búsqueda intelectual, un modo de pensar y de ser que al final se vuelven parte de la esencia de este individuo.

Aunque para algunos este comportamiento adquiere el carácter de tendencia y lo cataloguen como un elemento más de la moda del momento, lo cierto es que esta construcción es tan auténtica que cíclicamente se manifiesta, volviendo en otro momento, con otro nombre y otras calificaciones sociales♦.


[1] Flogger: Moda adolescente vinculada al uso de la red conocida como “Fotolog”, donde los jóvenes adoptan una especie de forma de vida en función de la apariencia con la que se muestran en el sitio en internet.

[1] Otaku: Tendencia de ciertos jóvenes que hace referencia a quienes están obsesionados con alguna afición, especialmente con el Manga, Anime, videojuegos, la tecnología, los cómics, libros de ciencia ficción y afines.

Paola Rubiano es blogger de temas sociales y escribe para Interference desde 2015.

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