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Perspectivas de una feminista y actitudes en la sociedad.

 

Hay un hecho sin discusión y es que el universo es de naturaleza sexuada. Esto lo notamos al ver el orden par que impera en el cosmos: día – noche, protones – electrones, pérdidas – ganancias, macho – hembra, vida – muerte.   Como todo orden funciona gracias a que prima un equilibrio y ninguna de esas partes se impone sobre la otra pues es claro que si esto pasara se iría del orden al caos.

Nosotros, los seres humanos no nos caracterizamos por conservar el equilibrio de las cosas y por supuesto, las relaciones humanas no son la excepción. De hecho nuestros instintos de competitividad, nuestras emociones, y sentimientos como la desconfianza, la inseguridad y la inestabilidad hacen que socialmente nos convirtamos en auténticos idiotas.  O dicho en un lenguaje tipo Disney, pasamos de príncipes a sapos.

Pero en el caso de las relaciones hombre mujer hay una diferencia notable y constante. Por alguna extraña coincidencia cultural, histórica y/o religiosa, la humanidad ha establecido un orden donde lo masculino se impone sobre lo femenino, desconociendo e incluso anulando el protagonismo de lo femenino en la historia.  Llegamos a colmos como que Napoleón en su código civil nos relegara al rincón de los impedidos, a los cuales legalmente debía asignarse un tutor (Que por supuesto, debía ser un varón mayor de edad), que administrara los bienes.  Es decir, las mujeres, los niños, los discapacitados físicos o mentales, no eran concebidos por la ley como aptos para hacerse cargo de sus cosas.

Interpreto este signo como que a la sociedad masculina le incomodaba la idea de admitir a la mujer como una persona a la que se le debe reconocimiento y derechos como ser humano. Pero supongo que la humanidad va acercándose cada época un poco más a este concepto, y si en el siglo XV se dudaba que los indígenas eran personas tal vez en siglos pasados hubiera el mismo dilema con las mujeres.  

Y aunque Napoleón es del siglo XIX y en el siglo XX las guerras nos introdujeron al mundo laboral y los movimientos feministas nos abrieron espacios en casi todos los campos de interacción – dependiendo del país donde nos encontremos -, para muchos integrantes del género masculino aún es difícil aceptar esa plena igualdad.

Por otra parte la publicidad y los medios no nos ayudan. Sumado a percepciones donde las mujeres somos elementos de propiedad (por ejemplo, recordemos cómo en algunos lugares los hombres hablan de sus casas, sus carros, sus negocios y sus mujeres; como parte integral de su mobiliario personal), La publicidad y algunos medios de comunicación fijan estándares de belleza femenina. Para quienes sigan un estilos de vida o profesiones relacionadas con la exposición pública es claro que sobre todo una mujer debe cuidar de ser o permanecer joven, ser voluptuosas y delgada a fin de ser tenidas en cuenta y sobresalir.

Todos estos hechos logran distorsionar ante la sociedad nuestra visualización como personas y el trato social que como tales merecemos, justificando e invisibilizando hechos que a todas luces son crímenes pero a los que se les cambia su nombre real y se les ha colocado eufemismos, como es el caso de crimen pasional para violencia de género.  Esto en términos legales.  En la cotidianidad nuestra cultura utiliza además de eufemismos, actitudes que justifican la violencia y el maltrato sin admitirlo como un problema real pero generando una culpa que deben cargar las mujeres por no conservar el rol social tradicional.

Nuevamente daré algunos ejemplos.  En la calle encontramos comentarios del tipo: “como va vestida cómo no quiere que le pase nada”, “las mujeres bellas huelen a perfume, no a cigarrillo”, “hay oficios que son para hombres”, “Se va a engordar si come dulces”, “una buena madre es una madre abnegada”.  

Estos aspectos explican por qué en una “sociedad civilizada” es tan alto el índice de feminicidios, de violencia intrafamiliar e incluso de violencia de género, sin olvidar que hay otros tipos de violencia que no son medidas con estadísticas pero que sí se expresan en segmentación y restricción a la participación activa de la mujer en la sociedad.

Lo que planteo es que este es un problema social latente, que aunque haya disminuido no ha desaparecido y solo se puede combatir cambiando la mentalidad de la sociedad. Y aunque no sea contundente; el hecho de señalar, de poner el dedo en la llaga y difundir la información a través de un escrito pienso, es un primer paso. Así que, empiezo.  ¿Quién me sigue?.♦

Paola Rubiano es colaboradora de Interference desde abril de 2015.  Uno de sus intereses es promover la equidad de género a través de la conciencia social. 

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