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A Farewell to the Bronx

Por fin este 2016 está terminando. Este año se caracterizó por estar lleno de noticias abrumadoras y muertes de personajes reconocidos. En retrospectiva no se diferencia mucho de otros años donde pasaron cosas terribles y también muchos otros murieron, pero el 2016 nos recordó qué tan estúpidos podemos llegar a ser.

En Interference Channel dejamos esta receta a manera de homenaje a esta estupidez.

Uno de los hechos determinantes para Bogotá fue la decisión de la actual administración (Bogotá mejor para todos) de adelantar un operativo sorpresa para desalojar el Bronx, la olla más grande de Bogotá.

Este espacio funcionaba como una olla a presión donde se cocían un sinnúmero de elementos que pretendemos no reconocer que existen: drogadicción, prostitución, casas de tortura, guerrillas urbanas, indigencia, etc. Todos estos ingredientes quedaron regados por la ciudad por la intervención, como quien destapa una caja de pandora y no puede controlar todas las porquerías que escapan de su interior.

Aprovecharemos algunos de esos ingredientes que quedaron sueltos y los mezclaremos con lo que ya tenemos. Primero, hay que lavarse las manos y hacer de cuenta que nada pasó, aquí la estupidez no radica en haber destapado la olla y notar su olor a podrido, sino en pretender que todo sigue como antes y que las cosas están bien.

Cuando los indigentes del Bronx se desplazaron a la glorieta de la Avenida NQS con calle sexta,  el resto de la ciudad reaccionamos con odio, protestamos para evitar a toda costa a esos desechables. Pasar por ahí era lo más parecido a ver un campo de refugiados, pero el distrito se opuso a que recibieran abrigo o comida para forzarlos de una u otra forma a acudir a centros de rehabilitación, que según ellos, han funcionado a la perfección desde siempre.

 Pasar por ahí era lo más parecido a ver un campo de refugiados:

No soportamos tenerlos cerca porque nos recuerdan cómo es nuestra sociedad, si tocamos fondo y perdemos todo lo que tenemos nadie se va a esforzar por ayudarnos. Son el espejo incómodo que nos recuerda cómo podemos terminar. Eso se convierte en el primer ingrediente para nuestra receta de fin de año, del cual solo usaremos una pizca: el miedo.

Luego se mezcla con cantidades generosas de lenguaje, así podremos utilizar palabras y expresiones para defendernos de esos desplazados del Bronx, de paso, dejamos de verlos como otros ciudadanos y, mediante un juego del lenguaje, no los vemos más como personas. Después de eso podemos tratarlos como nos plazca, ya no son seres humanos.

Al preparar una gallina hay que quitarle las partes del cuerpo que no se comen, de igual manera, al dejar de considerar como persona a un sujeto se le está preparando para nuestro platillo principal, no vamos a asesinar a un hombre, vamos a acabar con una cosa, exterminar un indeseable, abatir un objetivo militar. No hay que ir lejos para ver cómo funciona dejar de pensar en los otros como iguales, basta con buscar en nuestro interior y hallar esa pizca de mezquindad con la que miramos a los desconocidos.

Si cocinamos todo esto en el caldo de cultivo que somos como sociedad, veremos qué tan fácil es justificar la limpieza social, u ofrecer comida envenenada o mezclada con vidrio molido a un indigente. No son cosas increíbles y lejanas, son cosas que cualquiera de nosotros podría terminar haciendo, una ama de casa, un comerciante, un panadero, incluso yo.

La mesa está servida. Tomamos la estupidez, el miedo, la mezquindad y el lenguaje y nos encontramos con que cualquiera de nosotros puede erradicar a la humanidad, apoyar el Brexit, a Trump o ponerle trabas a la paz en Colombia votando No.

Si me invitan a cualquiera de sus celebraciones tendré la mejor manera de decirle Farewell a todo lo que ha sido este año, pero recuerden, yo cocino.

Felices fiestas.

 @Milliares

 

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