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Posverdad y política contemporánea.

“We are rapidly becoming prototypes of a people that totalitarian monsters could onlydrool about in their dreams” Steve Tesich

 

Hace poco frente a una estación de servicio escuchaba una conversación sobre Castro Chavismo, eran dos personas, una argumentaba que si bien era cierto que los Castrochavistas estaban en el poder y estaban peligrosamente fuertes, los Colombianos no iban a dejar que un Chavez tomara el poder, por la sencilla razón que “al Colombiano le gusta la cosa propia”, la propiedad privada. Al colombiano “no le gusta que le regalen las cosas”, al colombiano le gusta ganárselas.

Estaba escuchándolas cuando me toco mi turno en la Estación. Cuando entregue los 40 mil pesos pensé que de verdad la gasolina es cara en este país pero es barata en los Estados Unidos y es barata en Venezuela, y pensé que el buen vivir es definitivamente complejo de encontrar.

Volví a pensar en lo que hablaban las señoras en la estación días después, el tema del Castrochavismo me acorrala en cada rincón que voy de la ciudad, he conversado con Iván Cepeda, con el Uribismo, con líderes políticos de las FARC, con lingüistas y hasta con el perro. Pero nadie me puede contar, me puede ayudar a entender que es esto de Castro Chavismo.

El término “pos verdad” ha tenido una fuerte distribución desde la llegada de Trump a la casa oval, los medios liberales gringos le han dedicado una guerra directa, una guerra abierta y hablan hasta la saciedad de ese término. Quisiera desentrañar este curioso neologismo, quisiera desnudarlo.

“De acuerdo al diccionario Oxford, el término posverdad fue usado por primera vez en un ensayo de 1992 por el dramaturgo serbio-estadounidense Steve Tesich en The Nation (de Nueva York). Tesich, escribiendo sobre el escándalo Watergate, el escándalo Irán–Contra y la Guerra del Golfo, expresó: «Nosotros, como pueblo libre, hemos decidido libremente que queremos vivir en algún mundo de posverdad»”

Pensemos un poco que el contexto en que nace el término era relativamente parecido del actual (al menos en lo que respecta a los Estados Unidos). Un presidente corrupto, totalitario con todos los visos de personaje sórdido, una democracia agotada, una mala representación de las minorías y una tendencia oligopolica en todas las cortes.

El escándalo Watergate puso en evidencia como el presidente Nixon utilizaba todas las instituciones policiales del gobierno, para dañar y desprestigiar al resto de fuerzas políticas en ese caso el Partido Demócrata. Es precisamente en esa crisis moral de la política donde surge el término de Posverdad. La Posverdad es entendida como la manipulación de la verdad, el prefijo “pos” que viene del latín quiere decir “después de”. El término indica que vivimos aparentemente en una realidad después de la verdad, una realidad en donde la certidumbre de nuestras hipótesis no tiene lugar, la verdad –se nos dice- no es importante, hay algo más importante: el uso que del lenguaje hacemos desde la prensa o desde la política.

La Posverdad ha venido tomando lugares cada vez más comunes en la vida contemporánea, el siglo XX que quizás fue el siglo de la publicidad nos enseño mucho de dominación y manipulación de masas, el traspaso de estos usos del lenguaje y las imágenes a la política es uno de los eventos más interesantes de las democracias modernas.

La Posverdad encierra en sí misma un principio que pienso es falso, la idea de que vivíamos en una Edad de la Inocencia donde la verdad si le importaba a los medios y a los políticos, una edad aparentemente perfecta donde los mensajes entre emisor y receptor eran limpios y honestos.

Esta idea es aparentemente atractiva pero es una falacia. En tiempos anteriores los políticos, editores y periodistas mentían y escondían verdades para satisfacer los intereses de los poderes económicos más poderosos. No solo escondían y argumentaban falazmente sino además mentían explícitamente. Cuando el golpe de estado en Chile 1973 muchas cadenas decidieron no transmitir lo que sucedía porque estaban alineados con Augusto Pinochet, así mismo en la segunda guerra mundial los aliados tenían prohibido contar la verdadera cifra de muertos o la cantidad de batallas perdidas. En la revolución Cubana era difícil distinguir la prensa libre de la propaganda, y claro la Epitome de la ironía global frente a esta situación es Pravda –que en ruso significa “la verdad”- era un periódico que paso de manos liberales cercanas al imperio de los Romanof a manos Sovieticas, en ambos casos fue evidente como “la verdad” solo se encargo de proteger al imperio de los Romanof y luego al Estalinismo, para Pravda no había gulag, no había muertos, no había torturas. El concepto de Posverdad es nuevo como concepto pero muy antiguo como ejercicio.

A veces escucho a mis colegas de los diarios grandes en Colombia como El Tiempo o El Espectador hablar con cierta moral sobre este mundo de Posverdades, pienso como no se preguntan cómo se deciden las miradas editoriales de estos diarios en que trabajan. Cuando uno busca palabras tendenciosas como palabras de connotación sexual para llamar la atención de los lectores, cuando uno malinterpreta una versión para hacerse escuchar, cuando uno cubre de manera simplista y sin profundidad, falta a la verdad y a la ética. Eso es lo más común en la mayoría de periodistas. Digamos que los que trabajan para la publicidad lo hacen de manera menos hipócrita, en la publicidad el concepto de verdad no existe, existe el concepto de engaño, me divierte como se relamen encontrando eufemismos al arte de decir mentiras.

Engagement dicen, marketing y así. Nadie quiere aceptar esa doble contradicción de nuestra moral cristiana moderna: mentir es malo nos dicen de chicos, pero engañar una audiencia es necesario, mentir a los electores, es necesario, mentir a los lectores, es inevitable.

Esto nos lleva al siguiente lugar sobre la Posverdad, Tesich es muy claro en su ensayo y la pertinencia de traer a colación este concepto, dice Tesich que el espectro de información actual está en manos equivocadas, que los que dirigen los medios son realmente los empresarios, los moguls como Murdoch.

Yo creo que el surgimiento de este término y la guerra que los liberales del mundo le estamos haciendo a los totalitaristas tiene que ver más con el sentimiento de que el cinismo de hoy ya cruzo una línea roja de peligro. Si un medio puede mentir sobre lo que sabe, es grave, si esconde la verdad es lamentable, pero el hecho de que una nación como Rusia pueda intervenir en una cantidad alarmante de electores Norteamericanos con el cinismo mas grande, habla del estado real critico del concepto de información y libertad de expresión. El hecho de que el plebiscito se haya manipulado para hacer pensar a la gente que era lo opuesto a lo que en efecto proponía, es gravísimo, es la caída de un sistema de valores y pone básicamente en crisis la democracia.

Estamos en un momento crítico para las democracias modernas, si los políticos llegan al poder por su capacidad de “mercadearse”, de mentir a un electorado, las cosas han cruzado a un punto que puede ser peligroso. La reestructura de la democracia se hace pertinente si el sistema actual produce resultados peligrosos para las garantías mínimas de democracia. Lo que quiero decir es que el surgimiento de la manipulación frontal puede traernos monstruos que creímos desterrar hace más de setenta años. Si la sociedad en su conjunto no comienza un ejercicio de reflexión hondo acerca de estas cosas, estaremos a la deriva de los más hábiles en la era de la Posverdad: aquellos que mejor sepan mentir.

Tesich utiliza de maneras complejas el término a decir verdad, y el uso de Tesich es incluso diferente del que actualmente escuchamos en los contextos en que este término surge. Un ejemplo de esto es de qué creemos que hablamos cuando hablamos de Posverdad: muy probablemente pensamos en campañas de mentiras para  elegir a un político, en trolls, en replicadores sociales pagados, en una cantidad finita de elementos que parecen ser el mismo: opinión que parece opinión pero que no lo es, publicidad que no quiere verse como publicidad; que quiere verse como opinión o incluso algo más infame e interesante: publicidad que quiere verse como Crítica. Los medios de comunicación siempre han tenido dueño, incluso en países socialistas donde el dueño es el Estado, el verdadero dueño termina siendo la propaganda del estado, o el gobierno de turno. Pravda no era el periódico de los sovieticos, era el periódico del gobierno soviético, el tratamiento que de la “verdad” hacía Pravda, es el tratamiento de la verdad que le convenía al gobierno. Así mismo el tratamiento de la Verdad que hacen los medios es el tratamiento de la Verdad que gusta a los propietarios de esos medios. Hay cosas que son evidentes sin embargo es importante decirlas, porque a veces hacemos como que no son lo que son y comenzamos con eso que en el periodismo llamamos autocensura y en otros campos es llamado simplemente estupidez.

Si llamamos Posverdad a la instrumentalización, exageración y desviación de la información la Posverdad ha existido durante milenios.

Yo creo que más bien el término se está usando como un descargo de la Prensa liberal (que igual tiene editores, dueños y cerebros que eligen que es verdad y que no) contra esos nuevos actores que el mundo digital permite surgir; organizaciones como Cambridge Analytica, organizaciones como Wikileaks etc. El problema de la sociedad contemporánea es que cada vez más actores tienen la posibilidad de hacer lo que antes solo los grandes ricos, las iglesias y los dueños de la prensa podían hacer. Que es en efecto administrar la verdad, o mentir infamemente para proteger intereses o destruir adversarios. La única vía de escape a un sistema de información viciado y lleno de trampas es una profunda educación crítica. De nada sirve que los medios Liberales se lamenten o inventen “detectores de mentiras”, el mentiroso siempre lleva ventajas. Solo una audiencia educada, crítica y altísimamente intelectual puede evidenciar a estos mentirosos y a sus falacias, puede des-cubrir el verdadero propósito de un texto, de una opinión o de una publicidad. Los medios tradicionales hablando de Posverdad con publicidad en sus redes, en sus publireportajes o en sus impresiones o en su junta directiva, son la epitome de la paradoja; son el gran Pinocho hablando de mentiras.

El juego político  ha sido siempre dominado por la falacia, atrás de la política, el verdadero complot nunca se resuelve. Somos pésimos observadores, no sabemos observar la realidad, menos sabemos entender lo que no es real.

La educación crítica y la reflexión permanente puede que sean la única salida a esta paradoja.♦

Diego Aretz es fundador y editor de Interference Channel.

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