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LOS SAGRADOS ALIMENTOS.

Enrique Velasco Garibay

Enrique Velasco Garibay

 

Un nuevo informe especial, fechado el 24 de enero de este año, se ha presentado al Consejo de Derechos Humanos de la Naciones Unidas sobre el Derecho a la Alimentación.

Destacan temas como la producción y el consumo sustentables, la reducción de la pobreza, la reconstrucción de sistemas locales de alimentos y lo que se espera de los grandes sistemas de producción de alimentos.

Pero los temas relevantes y el resumen del informe son: cómo se producen los alimentos y cómo se da su distribución a escala global.

El relator especial de la ONU para el Derecho a la Alimentación, Olivier de Schutter, pide en este documento que las grandes empresas agrícolas tengan una menor intromisión en la producción y que se democraticen los controles alimentarios.

Por otro lado, no nos debe extrañar que este  pedimento no haya tenido eco en los grandes medios de comunicación mundiales ya que al no comprometerse tampoco ponen en riesgo  sus intereses, es decir, no molestan a sus multimillonarios anunciantes.

Seis años de estudio visitando diversos países, llevan al relator de la ONU a la conclusión de que el sistema de alimentación de todo el mundo debe ser cambiado, debe reconstruirse en base a una agricultura sostenible, local y democrática, en otras palabras, las personas deben tener el control total sobre lo que quieren consumir y cultivar.

En ciertas áreas de países desarrollados esta podría ser una noticia sin sentido ya que mucha gente cultiva y consume los alimentos que produce y se están generando mercados locales sumamente dinámicos. Pero los países pobres son cada vez más dependientes de los consorcios alimentarios.

El sistema alimentario mundial es controlado por unas cuantas corporaciones que están, en su mayoría, en Estados Unidos, tales como PepsiCo, Cargill y ConAgra por las cuales pasan casi todos los alimentos que llenan los estantes de los mercados, supermercados y las despensas y cocinas familiares.

Estos corporativos representan depredación, insostenibilidad,  contaminación ambiental a través de fertilizantes químicos, plaguicidas y uso excesivo de  combustibles fósiles. Y al mismo tiempo, la ineficacia para alimentar sanamente a grandes contingentes humanos. El Programa Mundial de Alimentos vislumbra que existen 842 millones de hambrientos en el mundo.

Aunque otras estimaciones independientes hablan de mil o mil 500 millones que no tienen qué comer cada día de sus vidas. Aquella famosa Revolución Verde que comenzó en la década de los 40 del siglo pasado, prometió comida y vida sana para todo el mundo al producir cantidades masivas de granos y cereales. La producción creció 9%, el hambre creció en mayores porcentajes.

El escritor, activista y académico Raj Patel señala que “el sistema alimentario del mundo está forjado por una historia de colonialismo, esclavitud e imperialismo”. Patel es autor del libro “Obesos y famélicos: los mercados, el poder y la batalla oculta por el control del Sistema de Alimentos”.

Vemos y padecemos todos los días, en nuestros países, los resultados de la agricultura industrial que ha sustituido a los campesinos, desplazándolos a las ciudades y condenándolos al hambre permanente, al desarraigo, a la pérdida de sus costumbres, al extravío de sus tradiciones, a la pérdida de su tierra natal.  A la tristeza de existir.

Aparte de las grandes empresas que ya he citado, también existen las que controlan y modifican genéticamente los procesos productivos del maíz y la soya como Monsanto que además esteriliza las semillas para que el campesino no pueda  guardarlas y sembrarlas para períodos subsiguientes. Así, Monsanto asegura la venta de más semillas para cada período de siembra.

El relator De Schutter propuso como solución la agroecología que representa una forma de recuperar los sistemas alimentarios que favorecen la sostenibilidad.

Asegura que no se puede suplantar a la naturaleza, hay que trabajar con ella, hay que utilizar a los insectos depredadores para el control de las plagas y generar un sistema alimentario que ayude a frenar el cambio climático y sea más fuerte para soportar situaciones climáticas extremas.

Pocas empresas controlan los sagrados alimentos, verbigracia, hay hambre en el planeta.

Verbigracia, otra vez, ayudemos a los productores locales, produzcamos en lo posible nuestros alimentos y como reza el dicho popular “Dios bendiga, lo que cae en la barriga”.♦

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