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A Missing no le falta nada.

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Compañía: Gecko Theathre

Obra: Missing

Director: Amit Lahav

Género: Teatro Físico

 

Por su naturaleza, los recuerdos nunca alcanzan una forma compacta en nuestra mente. Siempre son fragmentados y discriminativos. Aquello que se olvida, no está enteramente decidido por el hombre, pues los recuerdos tienden a ser autónomos y aparecen intermitentemente, sin previo aviso, y esto puede ser tortuoso o placentero dependiendo de la vivencia.  Missing, el montaje de teatro físico del Gecko Theatre del Reino Unido, toma como punto de partida y de llegada el enigmático mundo de los recuerdos y nos cuenta una historia simple con una belleza y técnica actoral tanto potente como dinámica.

Lilly, la protagonista, es una mujer promedio de unos treitaytantos, que es invadida por el pasado. Lo vivido hace presencia en su presente, y aparecen aleatoriamente los recuerdos de su madre, una bailarina de flamenco que debía decidir entre criar a su hija o seguir su vida artística, su matrimonio, las fiestas con sus compañeros de oficina, y cuando ella aprendía flamenco. El director, Amit Lahav, hace que dicha invasión se haga efectiva de múltiples formas, bien sea un juego corporal de sombras que crean una sensación de multitud y caos, o  paneles iluminados que funcionan como fotogramas de la memoria de la protagonista. Éstos últimos son particularmente interesantes, pues a lo largo de toda la obra aparecen en todas las dimensiones del escenario, y ocurre en cada uno una pequeña historia de alguna vivencia de la protagonista. Con esa estructura de montaje se cuentan elementos fundamentales para la dramaturgia de la historia. Nos cuentan, por ejemplo, cómo se conocieron los padres de Lilly en un bar en el que su madre española, bailaba flamenco, y cómo a su vez la abandona por la danza. Todo un universo poético en unos paneles de 3 X 3.

En Missing el eje transversal es la inestabilidad. Pero ésta es una inestabilidad mutante. Se siente un “eterno devenir” mientras ocurre la obra. Todo cambia. Los actores y sus posturas desde el teatro físico; el escenario y sus estructuras varían con una precisión envidiable: se pasa de un club nocturno a una sala de televisión de un apartamento en sólo un giro. La musicalización pasa de un easy jazz a un sintetizador de club nocturno o de un flamenco al sonido del ritmo de la respiración humana. Es precisamente esa mutabilidad de la escena, quien dota de vida al espectáculo produciendo el efecto de fragmentación y confusión  inherente a los recuerdos.

La confusión y experimentación escénica alcanzan incluso al lenguaje. En varios instantes hay un “efecto Babel” en el que los personajes hablan en distintos idiomas: inglés, francés, italiano y español. No obstante la cantidad de lenguas, la comprensión en la obra es netamente sensorial. Todos los sentidos se agudizan.

En suma, si bien la claridad del montaje es innovadora y se vale de nuevas alternativas sonoras, lumínicas y estructurales, el montaje conserva la teatralidad en varias ocasiones, como la marioneta que representa a Lilly cuando era pequeña. La marioneta además de ser bellamente aterradora, cumple una función simbólica de fragilidad muy eficaz. La imagen de la marioneta en la compañía de su mamá que se va y su papá que intenta consolarla, está acompasada de una canción de ronda cantada con una vocecita que atraviesa toda la sala.

Personalmente no pude evitar pensar en que el dilema de Lilly quizás pudo ser el descrito alguna vez por Luis Buñuel: “Hay que haber empezado a perder la memoria, aunque sea sólo a retazos, para darse cuenta de que esta memoria es lo que constituye toda nuestra vida. Una vida sin memoria no sería vida… Nuestra memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro sentimiento. Sin ella no somos nada…”. Consciente de ello, Lilly, logra purgarse de estos fantasmas y se libera por fin.

Tal vez el único lunar del montaje sea el acento de los idiomas. Pues la verosimilitud de la obra tambalea cuando la madre de Lilly habla en español y a su acento supuestamente de nativa española, se le nota la sonoridad del Reino Unido en la garganta. De resto a Missing no le falta nada, es un espectáculo audaz, compacto, visceral y  sobretodo artístico.♦

 

Ricardio Dávila

Interference Channel

columnista

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