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EL ALZAMIENTO

calumnista

Cuando uno ha guardado las imágenes de la muerte brutal, incomprensible; cuando se han recorrido los campos quemados y convertidos en ruinas; cuando uno ha visto las familias destruidas y percibido la desolación en la patria, puede afirmar que el solo hecho de vivir es subversivo.

A esta conclusión se llega luego de incursionar en la única obra de Luis Castellanos Tapias, El Alzamiento. Una novela fuerte y violenta, que recrea la tragedia del campesino comunero dentro de un contexto real y humano, y que da al traste con las verdades convencionales de la historia sobre la Revolución Comunera.

En la construcción de Castellanos Tapias se descubren las raíces del drama colombiano. Un drama que nace de la mezcla de la raza indígena con un agregado blanco de bajo nivel mental y aupanado en la intransigencia religiosa que creía estar arrebatando tierras a Lucifer. La odisea de los protagonistas: Tomás Serrano, el cura Vargas y Antonio Serrano, se entremezcla con los reales participantes de la  Revolución Comunera y permite vislumbrar las causas del surgimiento de la violencia que ha asolado  a Colombia desde esas épocas.

De manera magistral y sin frases grandilocuentes la novela nos hace comprender que la violencia puede nacer del amor. El amor hacia la familia y la tierra. Un amor al que solo le queda el camino de la rebelión. La rebelión del niño herido, que en medio de la crueldad, ha trasegado la pobreza de terruños resecos y el trabajo oloroso a tabaco. Un trabajo que a la hora del balance solo trae fracaso e irrealización  La irrealización de una vida que nunca fue propia, sino prestada.

Duele. La novela duele al leerla. Enterarnos de las vicisitudes de la marcha comunera que nunca llegó a su destino final. La estulticia y testarudez de los gobernantes. El fatigado cuerpo de gendarmería que siente pasar la existencia por sus huesos molidos y sus mujeres tan pendientes de la próxima paga.  La amargura del rechazo por parte del “pueblo sufrido”. Un pueblo indolente al que no le importó la sangre de los suyos derramada.  La inutilidad del criollo que bajó la cabeza ante el mandato de mecer al viento las  cabezas y manos de los comuneros como “símbolo de la ley y mudo testimonio que la justica era la justicia”

El mensaje de El Alzamiento es claro, preciso y contemporáneo. Ojalá que las entidades colombianas promovieran, con orgullo, una nueva  edición de esta obra para dar ejemplo y sentar cátedra que letras como esta iluminan el verdadero camino transitado por el país en sus tantos años de existencia, y toquen así la vena comunera y rebelde, que aún no se debe ni  puede extinguir.♦

*Alberto Salazar Castellanos

@laporciuncula1

When they run afoul of the Spanish taxation agents, the crop is destroyed, their home is planted with salt and burned to the ground, and the head of the family is thrown in jail.

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