EJÉRCITO TRIGARANTE.
¿Qué se necesita para comenzar a restaurar la nula confianza de la ciudadanía en los que gobiernan? ¿Qué se necesita para empezar a creerles? Muchas respuestas han surgido desde la conciencia ciudadana a partir de estas simples preguntas.
Y como reacción mezquina, el miedo y la miseria son las respuestas que ha obsequiado el gobierno –que cada día gobierna a menos- y de sus lacayos, mercenarios, lambiscones y fariseos.
Por lo pronto ahí están todos a una: la reacción, el PAN, el oscurantismo, el PRI, los negocios, el Verde Ecologista y el nido de halcones acaban de declarar que expresarse en las calles es delito, que los ciudadanos a quienes representan y quienes votaron por ellos ahora serán, de facto y porque se les hinchan las leyes que aplican a su favor, subversivos, ladrones, terroristas y asesinos en potencia. Dignos de la más oscura mazmorra.
Creen que al 43 le pueden agregar muchos ceros sin que pase nada. Al fin que de gritos, consignas, pancartas y prohibidas manifestaciones “me como un taco”; al fin, son indios, nacos (Paulina Peña dixit), “mátenlos, extermínenlos, que venga Díaz Ordaz para que aprendan” gritan los fascistas cachorros del PRI, para dar paso a la gente bonita que merece vivir en Sierras Gordas, bien alimentadas, verdes, seguras; al fin, la gloria y el triunfo de la gente acomodada, de alcurnia, de buenos modales y de bien. Y la esclavitud de millones de ‘viene-viene.’
Y mientras estamos tratando de encontrar la normalidad en las calles, en las marchas, en el vecindario, nos damos cuenta que esta inédita crisis que vivimos es responsabilidad de todos. Hemos dejado, los ciudadanos, los destinos económicos y políticos en manos de una cuadrilla bien organizada que ante nuestros ojos han realizado negocios privados con los dineros públicos, con los dineros que produce el esfuerzo colectivo, social, lo que no sería posible sin el abuso que han hecho del quehacer político y sin la dejadez y laxitud de usted, de mí, de nosotros. Todos.
Me sirvo sin servir a la comunidad -bajo protesta de no decir verdad- de robustos salarios, compensaciones, cuitas, estipendios, jornales y emolumentos. Y allá se lo haya al que proteste, porque sin matanza, no se avanza.
En Washington, es decir, el lugar en donde se decide la política interna de nuestro México, una visión simplista, maniquea y sangrienta comienza a comparecer en los pasillos políticos. Hay gruesos sectores estadounidenses que están empujando el Plan Mérida para duplicar armas, fosas ya no tan clandestinas, asesores, campos de batalla, dólares para la guerra y terminar de una vez por todas con ‘el problemo mecsicano’.
Olvidan o no entienden que esto no es Colombia, que los Pablos Escobares se reproducen cual nopales, que en nuestro país se cifran destinos diferentes como vivir la tragedia de compartir 3 mil kilómetros con el país más drogadicto del mundo, de padecer gobiernos corruptos y de formar parte de una ciudadanía que ha permitido y fomentado la deshonestidad.
Fracciones menos densas del Congreso norteamericano, preocupadas por su seguridad y la del vecindario migratorio, creen que el Departamento de Estado debe negar la venta de armas a todo aquel que no represente al gobierno mexicano. En otras palabras, estarían favoreciendo sin restricciones la venta de armas al narco infiltrado en los gobiernos y con el tiempo, al gobierno infiltrado en el narco. Y el pueblo, en la calle con su pancarta…
“La democracia es el campo de juegos de la industria armamentista”, dijo el músico y diplomático norteamericano Frank Zappa. Así entendida la esencia vital de nuestros vecinos, es imposible el desarme en nuestro país, a menos que la necesidad apremiante de algún campesino se preste a la foto promocional de entrega de armas al ejército, a cambio de una despensa, un dinerito y la foto del periódico que da constancia de un mundo feliz. Y sobre todo, seguro.
El gobierno de Peña ya lleva tres decálogos desde que comenzó y allá va a ofrecer una policía centralizada (¿en golpear manifestantes?), una reforma judicial para que cada nivel de gobierno sepa sus obligaciones (¿proteger y servir a los Abarcas y las Pinedas?), una base de datos de las víctimas (que se conformen con 43), etc.
No ofrece soluciones para una pronta seguridad, no se corresponsabiliza en la corrupción imperante, minimiza la violencia pero criminaliza al ciudadano. No hay solución posible en esta vía, lo que necesitamos es un proyecto serio con metas visibles y mecanismos para evaluar el progreso de dichas metas, tomar acciones claras en contra de la corrupción en el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial y un Ejército Trigarante. Que garantice la aplicación de las leyes a lo interno de estas tres facciones.♦