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Una mirada al DF desde la Torre Latino

la torre latino imagen                                                                Torre Latino.  Méjico.

La torre Latinoamericana es uno de los edificios más emblemáticos de la Ciudad de México. Fue el edificio más alto de Iberoamérica desde su construcción (1956) hasta el año de 1972, cuando lo superó el Hotel de México (actualmente el Word Trade Center) también dentro del D.F.  El rascacielos está ubicado en el sector histórico, en la esquina que forman la calle Madero y el  Eje Central Lázaro Cárdenas.  Por su ubicación, su altura (188 mts) y su historia, el edificio reafirma todos los días el incesante vivir -¿sobrevivir?- de los habitantes de esta enorme, moderna, complicada, fastuosa y agradable ciudad.

Desde su  mirador público, ubicado en el piso 44, y hasta el  2004 el más alto de la ciudad, siendo superado por la apertura, en ese año, del mirador de la Torre Mayor en el piso 52, se puede contemplar la ciudad y sus habitantes. Una observación detenida, apasionada y juiciosa del hombre moderno mexicano.

Observación Lúcida y contemporánea porque desde este panorama, se nos revelan todas las banalidades y todas las emociones que acucian al mexicano del siglo XXI, víctima del esquema tecnológico y de las incesantes novedades de la moda y de la ciencia.

El actual hombre ”manito” no es el hombre reposado, seguro de sus atributos y ajeno a las fatigas de los clásicos y clasicistas, sino el nuevo y renovado que tiene la certeza de ser el punto de confluencia de todas las luchas, del cuerpo y del espíritu, que laceran al mexicano de hoy. Tampoco es el ilusionado de las horas románticas, pleno de emociones y orgulloso de su estirpe. Menos aún es el hombre sañudo, grave, circunspecto, serio, que se hace temer y respetar, como lo eran en tiempo de Moctezuma Xocoyotzin (en el predio que ocupaba su casa de animales se levantó primero el convento de San Francisco y luego la Torre Latino). Los cuerpos que ahora se divisan desde este mirador son cuerpos eróticos, angustiados, tallados por la vanidad del placer, del esfuerzo y de los afanes contemporáneos. Los cuerpos y las almas que pasan por las calles y avenidas adyacentes, son los cuerpos y las almas cotidianas, que  sufren en esta ciudad tumultuosa y a veces alienada.

Hombres y mujeres en violenta insinuación de danza y placer sensual, conscientes de la plenitud de sus formas, pero solitarios y ausentes. Delgadas mujeres, hombres fornidos, niños obesos que llevan en sí mismos tragedia y poesía; dan testimonio claro de la lujuria imperante para la distracción de este pueblo, que es una necesidad de las estructuras sociales, políticas y económicas que lo gobiernan. Este hombre es el hombre real, que ocupa un lugar real, fuera de los estereotipos de programas como “La señorita Laura”, “La Rosa de Guadalupe”; revista como Tv  y Novelas y de tanto pseudointelectual que opina en los periódicos.

El hombre que camina por esas calles céntricas mexicanas, a Dios gracias, está lejos de obsesionarse con la nostalgia ni la obcecación del presente. Es un hombre  que tiene y revela la verdad de su tiempo, que sabe la trascendencia de ser mexicano en este momento, porque es el autor y el actor propio de la historia de este país, o al menos parece creerlo, y que comprende, en muchos momentos, el placer, la alegría, las aspiraciones y los temores del mundo moderno. Este es el hombre que debe entender las estancias que gobiernan este esplendido país. Para él debe escribirse y prospectarse la movilización del esfuerzo privado, comunitario y estatal.

La construcción de la torre Latinoamericana sirvió como experimento, genuinamente mexicano, de un edificio asentado en una zona de alto riesgo sísmico, creando con ello un paradigma dentro de la arquitectura mundial. Ejemplo del talento, empuje y responsabilidad de esta raza de hombres que no podemos permitir sea derrotado y derrumbado.♦

Alberto Salazar gerencia la porciúncula librería.  Vive actualmente en Méjico. D.F.

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