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La normalidad de lo contemporáneo

Los padres la tenemos complicada hoy día, cuando yo nací, hace más de cuarenta años la normalidad era una cosa tácita, creces, estudias, te casas, tienes hijos, nietos, te mueres y hasta allí la historia, eran tiempos en que una licenciatura era percibida como una gran hazaña y las cuestiones “incómodas” no eran muy discutidas que digamos, además no existía ni el internet, ni la televisión por cable, lo que suponía una cierta libertad por parte de los padres para que sus hijos se formasen ajenos a esas otras realidades.

Hoy el asunto cambia, mi hija desde los ocho años ha comenzado  a hacer preguntas que ni su madre ni yo nos hubiésemos atrevido a hacer jamás a los mayores, por ejemplo, una mañana llegó con una citación por parte de su maestra, como tengo por costumbre evaluar bien los hechos antes de comenzar con eso de los regaños, preferí ir directo a hablar con la docente e informarme a fondo de la conducta de mi hija, resulta que todo el lío fue porque ni su maestra ni la directora del colegio (una monja pues es un colegio religioso) pudieron explicarle a la niña el origen de Dios, la niña muy lógicamente pensó que si el espíritu santo creó el cielo, la tierra, la luna, el espacio y toda la vida, debió haber tenido alguien que lo crease.

Nadie en esa escuela estaba preparado para responder tal pregunta, de hecho me costó un par de noches de investigación para poder darle una respuesta coherente que llenase sus expectativas. Afortunadamente soy divorciado de su madre, de otra el asunto hubiese sido más complicado ya que ella si es católica practicante, por tanto también entró en crisis con la “locuacidad” de la niña.

Esa fue una muestra, igual me ha tocado hablar de las drogas, el alcohol, la homosexualidad, el matrimonio igualitario, la transexualidad, religión, la creación, la adopción, mitología griega y latina con sus diferencias, el bien y el mal, el fundamentalismo islámico,  además de un sinfín de temas que se le ocurren cada día.

Lo normal ha cambiado, ya (afortunadamente) el mundo está perdiendo los tapujos, está exhibiendo en la vitrina de los medios sus particularidades sin que a nadie levante la ceja, por tanto toca ver el universo desde una perspectiva diferente, más abierto a la existencia de otras cosas , evitando de paso la natural molestia ante las diferencias. Claro, también toca hacer respetar las opciones de cada quien, así evitamos esa tan incómoda sensación de no soportar a tu vecino pero por un asunto de ser “políticamente correcto” jamás decir nada. Siempre pienso que la gente tiene derecho a decir lo que no le agrada, si no decirlo cuando menos no estar obligados a tener cerca la gente o las situaciones que por alguna razón no están dentro de los parámetros del gusto personal.

Si a mí no me agrada cierto y determinado grupo social (como los travestis por ejemplo) no quiere decir que soy mala persona, si no me gustan las gordas como objeto erótico no necesariamente soy su enemigo, aunque por supuesto hay excepciones, tampoco voy a sacar un alumno de mi clase por su preferencia sexual, religión, color de piel o inclinación política, sin embargo si su inteligencia deja mucho que desear me siento en todo mi derecho de señalarlo, con buenas maneras por supuesto pero en ningún caso tragarme las babosadas de muchos en pro de las buenas maneras, aunque debo confesar que el precio de mis ideas ha sido alto ya que he perdido hasta amores muy queridos, tengo la impresión de que en el momento que dejemos las hipocresías de lado y aceptemos que las diferencias existen, que lo importante al final no son las poses si no las ideas bien fundamentadas, donde lo “normal” solo existe en la mente de cada uno, la verdad es que las diferencias son las que nos acercan pero las ideas nos fortalecen, el mundo será un mundo un poco menos caótico.

Esa ha sido mi tarea con respecto a la crianza, hacer ver a mi hija que todos tenemos cabida pero que solamente el universo del intelecto es el que nos hace mejores personas, siempre y cuando no lastimemos de ninguna manera al prójimo ni le señalemos con el dedo por su estilo de vida, mientras ese prójimo no nos lastime ni lo haga a terceros, no pasa nada, todo es normal, la vida continua y el futuro nos espera♦.

José Ramón Briceño, 2015

@jbdiwancomeback

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