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Una pequeña historia

 

Algún día de octubre.

Llovía y estaba en mi casa, intentaba escribir mi definición de ciudad para Perenne y no se me ocurría nada. Había una leve posibilidad de que cancelaran la clase que tenía a las 6pm, la verdad no quería ir. Eran las 4:40 y el profesor no mandaba el correo confirmando lo que tanto quería. Me dispuse a salir a la calle para ir a la universidad, convencido de que en el camino se me ocurriría algo para describir a la ciudad que tanto quería expresar. Cuando toque el suelo del concreto me di cuenta que el bus que quería tomar acababa de cerrar puertas. Corrí hasta la siguiente parada tratando de alcanzar ese mismo bus, pues ya iba un poco tarde y no podía esperar más; logre alcanzarlo y subirme. Estaba estresado, un poco cansado, y la verdad no quería aguantarme aquella hora encerrado soportando los empujones de todas las personas que buscaban un lugar donde acomodarse entre todo el ajetreado laberinto andante.

El recorrido había pasado como de costumbre; muchos frenos violentos, los pies me dolían y la movilidad se hacía cada vez más imposible. Tenía los nervios al borde, pues seguía sin lograr encontrar una definición de ciudad y las posiciones que intentaba para estar cómodo se estaban acabando.

Eran las 5:35 pm cuando extrañamente  las personas que estaban de pie ya no superaban las de los asientos; logré acomodarme en la parte trasera del bus y abrir la ventana para que entrara un poco de aire al asfixiante vehículo. Mientras, seguía pensando en aquellas palabras que definieran la ciudad mejor para mi. No se me ocurría nada.

La luz del cielo nublado se estaba tornando azul rey, en el pavimento de las calles se estaba reflejando las luces de todos los carros que iban y venían atrapados en el trancón y a través de la ventana ya sentía aquella brisa fría que nace después de la lluvia. Debo admitir que ese es mi momento favorito del día. Esta escena tan celestial logro calmar un poco los nervios y estrés que tenía.  Algo en mi dijo que me detuviera, que observara, escuchara todo lo que estaba ocurriendo a mi alrededor.

A mi lado escucho a un hombre hablar con su pareja a través del celular, le estaba narrando su día y comentándole lo cerca que ya estaba de llegar a su encuentro. Aquel hombre parecía realmente feliz, disfrutaba a través de la ventana el mismo paisaje que se desvelaba frente a nuestros ojos, sonreía y de vez en cuando lanzaba pequeñas carcajadas producto de su conversación.

De frente, sentada en una silla, estaba una niña leyendo un libro, era de historia, la reconocí pues antes ya la había visto caminar por la universidad. Intentaba en cada parada de bus leer un poco más del libro que traía entre manos y con un resaltador rosado subrayaba cada parte que le parecía importante de aquellos párrafos escritos en las pequeñas hojas.

Y fue ahí, en ese momento de la tarde donde los colores son más vivos y el frío tiene un toque de frescura, que pude descifrar el enredo que tenía en mi cabeza sobre la ciudad. Entendí que ella no se compone solo por calles, avenidas, edificios y bloques; que su gran fin no es crecer y transformar en concreto el mundo natural. Entendí finalmente que su fin es conectar, transformar y crear; que esta esencialmente hecha de personas y que cada una de esas personas está hecha de sueños, ideas, pensamientos, dudas, sueños y experiencias y que la finalidad de la ciudad es conectar, unir y transportar para que cada idea se exprese, cada pensamiento se consolide, cada duda se resuelva, cada sueño se cumpla y cada experiencia se cuente.

La ciudad es ese lugar donde cada alma se materializa y donde cada cuerpo se desvanece, todo con el fin de encontrar algo mejor, evolucionar o simplemente ser transformado.

¿Y para usted, qué es el concepto de ciudad?

 

 Lucas Luque Serna

 

 

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