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El Kinder de Roca

Serie Infantilismos 2017 Diego Aretz

 

¿Cuál es el rol de la academia, el juego de Flora y el momento que nos toca?

Vas por San Felipe, encuentras una escuela y surgen preguntas.

Me cuestiono también por aquella época de Cesar Gaviria y de los liberalizadores de la economía colombiana… la apertura ¿Qué significa la apertura en un contexto de la cultura? ¿Es acaso el mercado de arte una rareza dentro de la dicotomía social colombiana? ¿Qué clase de realidad es esa que marca la época de los artbo, el odeón, la feria del millón, las galerías?

Como muchas prácticas humanas el arte no ha logrado todavía encontrar un rol estable y cómodo dentro de las lógicas de producción y mercado del sistema capitalista. Los artistas han venido trabajando desde visiones esquivas el tema y rápidamente aparecen llenos de contradicciones cuando las abordan.

Podría detenerme un poco en esto, pero quiero llegar a la educación ¿Cómo surge una línea de lógica cuando se enseñan las prácticas artísticas plásticas como un ejercicio harto poético de musas privilegiadas, talentosas, señaladas? Pero la producción es fría, maquinal; la negociación es explícita, desafiante de toda moral… las confusiones del comercio.

Podríamos callarnos y hacer como si nada pasara, continuar con las contradicciones sin ni siquiera tratar de elucidarlas, de enfrentarlas,  de afrontarlas.

Para los comerciantes es más fácil, para ellos es un negocio claro; en los negocios no hay contradicciones, hay engaños, doble moral, especulación y trampa pero nada de eso es problemático, ese es su oficio.

Pero para muchos que nos acercamos a las artes con otras pasiones y otros intereses, este escenario no es otra cosa que triste ¿No era acaso a través de la “producción artística” que se iba a criticar lo inmoral, o lo moral? ¿No era acaso a través de las artes que se iban a desestimar, desprestigiar o criticar las instituciones, las élites, las ideas y las personas que detentaran esos poderes? Es fácil llamarme idealista pero difícil aceptar que cuando estudiábamos artes o humanidades, lo hacíamos con la firme convicción de que no queríamos pertenecer a las filas de la producción, de la técnica sin ideología, del violento sistema.

Lo que llamamos medio de arte, nos ha llevado a una moral de grupo falaz y a un pensamiento de grupo vacío de autocrítica. Nadie quiere decir nada, todos tenemos opiniones pero nuestra comunal censura nos lleva simplemente a callar, a ser más idiotas y más infantiles de lo que podríamos ser.

Es una práctica muy extendida en las sociedades cerradas y en el pensamiento de grupo: se sacrifica la opinión para pertenecer simbólicamente y lograr recibir los beneficios que trae pertenecer a un grupo, una élite o un medio social profesional.

Pero no he resuelto la contradicción ¿Acaso se puede resolver la contradicción en un mundo de activos y pasivos, de becados y no becados? ¿Acaso el mercado de arte es algo que si está ahí? ¿Qué es lo importante, lo necesario, a lo cual nos debemos adaptar los artistas, los curadores y todos los interesados en participar? Do not take part!

Yo no creo, no creo que esa falaz realidad sea a la que nos debamos adaptar, en cambio creo que podemos intentar un pequeño cambio, una verdadera contra cultura.

Podríamos quizás exigirle a las instituciones, a los coleccionistas y a los que estén del lado de la conciliación con el mercado, una parte primero más justa, un fairplay. Pero sobre todo un ecosistema donde la crítica, el pensamiento y la divergencia sean tomados enserio como valores de un medio saludable e interesante.

El otro juego es pobre y aburrido, trabajan el artista y el curador por incentivos, por becas, por vender obra o por no caer mal, el curador se censura hasta donde conviene y el mercader se ríe de la debilidad de ambos… y hace fiestas.

Con esto no solo viene un monopolio económico del medio donde los que mandan la parada son unas pocas familias; los Gaviria, los Neme, los Gutiérrez… gente bella y pudiente. Pero lo peor es el monopolio narrativo que se forma, son solo unos pocos los que marcan el paso de lo posible, de lo aceptable, de lo conveniente. Al monopolizar las narrativas terminan monopolizando dos cosas trascendentales: La historia y la ideología establecida.

Al parecer la idea es que el arte no necesariamente tiene que ser “político”, sino que tiene que ser “no político” para gustar a todos… a todos los que no les gusta un arte crítico.

Llegamos a esta infantilización y podemos salir, somos una minoría sin mayores pretensiones… y quizás somos la minoría más pretenciosa. Hay caminos de salida, el más simple es aprender a denunciar, denunciar la corrupción; corrupción moral, bajeza intelectual y por supuesto corrupción económica, ese es quizás el gran paso. El segundo es una reflexión sobre nuestro tiempo, nuestro trabajo y nuestra dignidad; no importarnos llegar a ser un Botero, una Ana Mercedes, una Doris… no importarnos ser profesores, “intentadores”  o “perdedores” dentro de esa lógica manida y patética pues así, con el paso del tiempo nos quedará el placer de que no nos metieron los dedos a la boca.

—Yo no pertenezco al kínder de Roca.

 

Diego Aretz

Editor Interference Channel, director de cultura para Contravia, curador y periodista.

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