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Volver al Colegio.

amigos, aprendiendo, aprendizaje



La virtualidad parece haberse tomado la educación: muchos hablamos de plataformas para las clases y trabajo en grupo, nos quejamos de si la calidad educativa es menor al impartirse de forma virtual y vemos cómo muchas veces esta educación en casa puede resultar más agotadora en comparación a la presencial.

No obstante, quienes hacemos parte de este grupo de personas, debemos reconocer un privilegio, pues, a pesar de la acusada disminución en la calidad y el aumento del estrés, muchos contamos con las herramientas para educarnos, olvidando a veces a aquellos que no las tienen y para los cuales esta cuarentena significó una parálisis completa del aprendizaje.

En este caso, haré referencia a los más jóvenes, debido a la enorme cantidad de consecuencias negativas que esta parálisis les implica. En primer lugar, es importante mencionar que la evidencia empírica ha demostrado que un año adicional de educación tiene efectos positivos y significativos en el salario de las personas y que estos efectos son casi proporcionales en todos los años de educación, es decir, los primeros grados de primaria aportan prácticamente lo mismo que los últimos del bachillerato y no son para nada menos importantes en términos de conocimiento o en cuánto mejoran la calidad de vida futura de cada individuo.

Asimismo, es claro que la educación de los niños depende en gran medida de los beneficios que sus padres ven en que sus hijos estudien, frente a esto una gran cantidad de programas que incentivan la educación en la infancia han ayudado a que el número de niños en las escuelas aumente, pero en estos periodos de dificultad económica y social las decisiones frente al estudio pueden variar y las deserciones escolares pueden tener un aumento importante, así como las cifras de trabajo infantil.

Por otro lado, es común oír a muchas personas decir que es mejor que los colegios sean virtuales y el retorno a las aulas se dé cuando ya se haya encontrado una cura al virus actual. No obstante, hay varias consideraciones que hacer en este punto:

En primer lugar, como se mencionó antes, una proporción enorme de niños no tienen acceso a las herramientas para estudiar. En un artículo de The Economist se hace la siguiente reflexión: “Los niños pobres sufren más, pues las lecciones por Zoom son mínimas si tu conexión al wi-fi es mala (o no la posees), y si debes pelear con 3 hermanos para poder acceder a un único celular. Adicionalmente, mientras los hogares adinerados cuentan con padres mejor educados que impulsan a sus hijos a realizar sus deberes y proporcionarles ayuda cuando estos no sepan qué hacer, puede que los hogares más pobres no”.1 La reflexión anterior aplica claramente al caso colombiano, esto se puede soportar de acuerdo con cifras del DANE2 con que solo el 36% de los estudiantes de colegios públicos cuenta con acceso a internet, mientras que el 96% de los estudiantes de colegios privados lo poseen. Finalmente, a esto se puede añadir que el nivel educativo de los jóvenes podría correlacionarse de forma más fuerte con el nivel educativo de sus padres limitando enormemente la movilidad social.

Asimismo, es importante entender que estas brechas educativas no se cierran tan fácil, no es un proceso que implique simplemente reponer las clases que se perdieron durante el confinamiento cuando se pueda volver a la “normalidad”. De acuerdo con The Economist un niño de 8 años que detenga su proceso educativo por unos 5-6 meses puede perder un año completo de aprendizaje de matemáticas debido al nuevo material que no aprende y lo mucho que olvida de aquello que le habían enseñado1.

Por otro lado, es importante agregar que estos rendimientos de un año adicional de educación también impactan positivamente en la ruralidad (donde el acceso a la virtualidad es significativamente inferior y las brechas y dificultades de acceso son más marcadas). Es demostrado que el nivel de vida de las personas del campo también es mejor cuando están más educadas y abre espacio a más y mejores técnicas, así como a un grupo más amplio de oportunidades. Además, un reporte del diario El Espectador reveló hace unas semanas cómo el reclutamiento de niños por parte de los grupos armados se ha aumentado como consecuencia de la falta de clases3. Por tanto, no solo las oportunidades de acceso resultan muy distintas, sino que también las consecuencias profundizan brechas que llevamos décadas intentando cerrar.

Sin embargo, es importante notar que los efectos del cierre de los colegios no solo recaen en los niños de familias más pobres. El mismo artículo de The Economist plantea que ninguna vigilancia ejercida por los padres y ninguna videoconferencia puede reemplazar a los profesores en las aulas reales, y mucho menos las habilidades sociales adquiridas en el campo de juego y en la escuela. Incluso, plantean que los países más preparados para el aprendizaje virtual, como Corea del Sur, reconocen que el colegio real es mucho mejor que el virtual1.

Frente a estos puntos, Isabel Segovia, quien fue viceministra de educación de Colombia, en entrevista con Daniel Pacheco en su programa Zona Franca2, mencionó que los cierres largos de las instituciones educativas también tienen consecuencias emocionales de largo plazo como producto del encierro. Segovia insiste en que considerar y comprender estos daños psicológicos, sociales y emocionales es de enorme importancia, por lo que el hecho de que los niños puedan salir e incluso volver al colegio juega un rol fundamental. Pero, además, menciona ejemplos de países con mucha mejor conectividad y menores sesgos en la educación donde los planes de retorno a clases han tomado gran relevancia. Segovia dice que en Noruega se ha hecho un cálculo según el cual la combinación de la pérdida de la productividad futura por el aislamiento sobre los niños y la pérdida de productividad de los papás que deben cuidar a los niños genera una pérdida de más de 150 millones de dólares diarios. Por otro lado, menciona que en Corea del Sur hay estudios en los que aquellos estudiantes con educación completamente virtual tienen un rendimiento 50% menor que el de aquellos que reciben educación presencial.

Adicionalmente, como mencionó Segovia, The Economist también hace énfasis en que los padres asumen igualmente costos de esta virtualidad en la educación de los más jóvenes1. En primer lugar, mencionan que la productividad de aquellos que trabajan en casa se ve severamente disminuida como consecuencia de las continuas distracciones. Además, menciona que aquellos que deben trabajar fuera de casa se pueden ver obligados a renunciar a sus empleos para cuidar a sus hijos y, como es conocido, este costo suele recaer sobre las mujeres, lo que abre aún más la brecha de genero existente frente al cuidado del hogar y las oportunidades de progreso económico. Finalmente, se agrega que en los países más pobres los colegios juegan un rol más importante, pues proveen comida a niños que hoy en día pueden estar sufriendo de malnutrición, así como muchas veces son los encargados de cumplir con los planes de vacunación.

Finalmente, The Economist1 menciona que algunos estudios muestran que los niños son mucho menos probables de contraer el virus que un adulto, resaltan que sus tasas de mortalidad son extremadamente bajas y que no resulta común ver contagios de niños a adultos, por lo que volver al colegio, en ambientes controlados, con las medidas de seguridad adecuadas representa riesgos realmente mínimos.

Se necesita promover estas medidas, que aceleren el retorno gradual a los colegios, que permitan alternar virtualidad y presencialidad, o extender las jornadas hasta el sábado para tener aulas que permitan el distanciamiento físico (así como la necesaria adecuación de infraestructura), y que empiecen por los más jóvenes: porque están mucho menos preparados para asumir la autonomía que implica la virtualidad, porque limitan la productividad e incluso la continuidad laboral de sus padres, porque pueden verse afectados en el largo plazo en sus competencias laborales, emocionales y sociales y porque muchos pueden incluso nunca retornar al colegio sino sumarse a las cifras de trabajo infantil o de violencia. Si queremos una reapertura económica efectiva debemos empezar por ahí, por medidas que permitan a los niños permanecer estudiando y a los padres y en especial a las madres retornar al trabajo. Esperemos que la precaución excesiva no resulte en costos mucho más altos de largo plazo y en brechas mucho más marcadas para un número notoriamente mayor de personas. Hay que tratar el coronavirus con seriedad y respeto, pero no podemos asumir todos los costos que un encierro obligatorio trae, por considerar que es la única medida efectiva existente.

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* Junto a este artículo, invitamos a nuestros lectores a ver una opinión contrastante en el siguiente enlace:
https://medium.com/@jaromerob97/de-miedos-y-pandemia-d107fa3cb48a


Referencias:

When easing lockdowns, governments should open schools first. The Economist. https://www.economist.com/leaders/2020/04/30/when-easing-lockdowns-governments-should-open-schools-first

Zona Franca, emisión del 19 de mayo (publicado el 20 de mayo en YouTube). Red Más. https://www.youtube.com/watch?v=Ar39RQ0IfPg&t=1998s

Falta de clases aumentó el reclutamiento forzado en Colombia. El Espectador. https://www.elespectador.com/colombia2020/pais/falta-de-clases-aumento-el-reclutamiento-forzado-en-colombia-articulo-919732

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